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Alejandra Pizarnik, la poeta de la muerte

Alejandra Pizarnik, la poeta de la muerte

Alejandra Pizarnik se entregó a la muerte y acabó con su vida a temprana edad, dejando atrás poesía del más exquisito, pero doloroso, existencialismo. Contrariada por su origen, su ser y su padecimiento, escribió las letras más conmovedoras de América Latina…

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En Avellaneda, una de las ciudades bonaerenses más famosas, nace Flora Alejandra Pizarnik (n. Argentina, 29 de abril de 1936), hija de inmigrantes europeos (ucranianos judíos) que huían de la monstruosa Segunda Guerra Mundial. No solo tuvo que entender desde muy pequeña los dolores y heridas insanables que había dejado el Holocausto en su familia, sino que sintió una clara indiferencia materna, porque su madre prefería a su hermana.

Delirios o no, Flora se sintió desconectada de su progenitora y empezó a desarrollar complejos físicos que le atormentarían toda la vida. La única manera de sobrellevar la oscuridad de su ascendencia fue desarrollar un comportamiento rebelde, irreverente y caótico. Demasiado europea para ser argentina, nunca pudo consolidar el acento regional y se encajetó en un español con tintes rusos.

Ucrania, país de origen de los padres de Pizarnik. El apellido original de la familia era Pozharnik, pero lo estilizaron Pizarnik para poder adaptarse mejor al país americano al que emigraron, Argentina – Imagen: Wikimedia.-

Sus constantes cambios de peso, los problemas de asma, tartamudez y un severo cuadro de acné que marcaría su rostro la convertirían en una chica más tímida y compleja; sin embargo, adoró la literatura desde que entró en contacto con ella y su brillantez contribuyó a matricularse en la carrera de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Mientras tanto, publicó sus tres primeros poemarios: La tierra más ajena (1955), La última inocencia (1956) y Las aventuras perdidas (1958).

Alejandra Pizarnik: carrera y muerte

Pizarnik intentó concretar los estudios agregando a su lista cursos de periodismo y literatura; además, trató durante un breve tiempo aprender a pintar con el español Juan Batlle Planas. Abandonó la academia para marcharse a París en 1960, en donde trabajó para la revista Cuadernos. Compaginó el trabajo editorial con estudios de traducción y crítica literaria en la Universidad de La Sorbona, llegando a traducir textos de autores como Aimé Césaire y Marguerite Duras.

En estos círculos conoció a escritores como Julio Cortázar, -quien se convertiría en su colega y amigo-, Rosa Chacel y Silvina Ocampo. Su cuarto libro de poesía, El árbol de Diana (1964), se publicó con un prólogo elaborado por Octavio Paz y se convertiría en uno de sus escritos más famosos.

Fotografía de Pizarnik por Sara Facio – Imagen: Wikimedia.-

A su regreso, en 1964, la poetisa era conocida en el circuito literario. En su argentina natal publicó Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la locura (1968) y El infierno musical (1971), este último publicado el mismo año cuando se le otorgó la Beca Fulbright, sucedida por la Guggenheim (1969). También experimentó escribiendo obras de teatro (Poseídos entre lilas, 1969) y relatos (La condesa sangrienta, 1971). 

Luego de haberse intentado suicidar dos veces, fue internada en un hospital psiquiátrico para tratarse la depresión. Durante un día de permiso, volvió a su apartamento y se quitó la vida ingiriendo una sobredosis de secobarbital. Era el 25 de septiembre de 1972 y tenía 36 años.

Estilo y análisis de su vida

Los temas principales de la obra de Pizarnik son la culpa, el dolor, la soledad, el extranjerismo, la infancia y, el que más le obsesionaba, la muerte. Estos contenidos se vieron transmutados con la llegada del psicoanálisis a la vida de la escritora, quien se interesó profundamente en esta rama. Su poesía formula constantes preguntas sobre por qué y cuál es el sentido, por lo que su tendencia podría enmarcarse en el existencialismo.

Si bien había lidiado con la depresión y la ansiedad desde muy joven, su pronta muerte y sus tormentos se han romantizado en la cultura popular, según ciertos criterios. Su amiga y colega Anna Becciu es una de las personas que opina que, hasta cierto punto, la obra de Pizarnik ha convertido a su figura en una especie de mártir. Otra de sus amigas cercanas, Ana Calabrese, considera que varios literatos convencieron a Pizarnik de ser esa figura, la James Dean de la literatura del momento… la enfant terrible.

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Para poder entender el sufrimiento que acabó con su vida, hay que considerar ciertos aspectos de la época que le jugaron en contra… Tal vez el punto más importante, y el que más la persiguió, fue la tradicionalidad de su familia conservadora, que siempre la hizo sentir fuera de lugar y no se adecuaba a su personalidad liberal. Aunado a este rechazo, se encuentra su situación de inmigrante y extranjera, que no calzó en la capital argentina.

Otro aspecto de su biografía es su sexualidad, ya que la mayoría de las investigaciones la definen como lesbiana, se sabe que durante un tiempo vivió con una fotógrafa en Buenos Aires, aunque ella intentó no referirse demasiado al tema en vida. Considerando la sexualidad un elemento inherente al ser humano, la situación social y cultural de la época no le permitió a la escritora vivir sus amoríos en plena libertad.  

Un factor importante en sus crisis depresivas era la crítica a su físico, un elemento que nunca la dejó vivir en paz consigo misma. Su poesía también refleja algunos tintes feministas, ya que se quejaba de los cánones de belleza que tenía que cumplir la mujer por aquel entonces. Su problema con el acné y el sobrepeso le generaban, en sus propias palabras, crisis de ansiedad. Sus allegados la describen como una chica andrógina de a momentos y sensualmente femenina en otros.

Posterioridad, anécdotas y legado

Sus colegas y allegados decidieron seguir difundiendo su obra, a pesar de la partida física de Pizarnik. Luego de su muerte se publicaron varias obras, entre las que destacan El deseo de la palabra (1975), Zona prohibida y Poemas (1982). La recopilación de muchos de sus poemas inéditos está recogida en el libro Poesía completa (2001), editado por su amiga Anna Becciu.

Cuando Pizarnik le informó a Julio Cortázar sobre sus primeros dos intentos de suicidio, el escritor le respondió: “No te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra”. Ambos escritores se habían hecho grandes amigos durante la estancia de ella en París, tanto que, una anécdota no confirmada, cuenta que él le encargó hacer la transcripción de Rayuela a máquina, pero ella perdió las hojas y no le contestó el teléfono a su colega hasta haber juntado toda la novela.

Cortázar en su juventud – Imagen: Wikimedia.-

Antes de suicidarse, Alejandra Pizarnik dejó escrito en la pizarra de su apartamento, en el edificio Montevideo 980: “No quiero ir nada más que hasta el fondo”. La muerte, que tanto usó para crear arte, la convenció de volcarse a su lado; sin embargo, su obra permite que su figura pulule en los amantes de la poesía, una poesía que representó “uno de los cuerpos más inusuales en la literatura latinoamericana”. 

Con información de Wikipedia / El Independiente / La Mente es Maravillosa / ABC

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