Cuando una zona corporal recibe algún daño, los nociceptores -receptores del dolor- viajan por la médula espinal y comunican la información al cerebro. Este ordena inmediatamente la producción de un neurotransmisor, la endorfina. Esta es un opiáceo con acción analgésica.
En determinadas circunstancias que requieren un sobreesfuerzo, como una relación sexual, la producción de este neuropéptido aumenta y así el dolor se puede convertir en placer con más facilidad.
Hay algo paradójico en esta conversión. Muchos biólogos creen que el origen de las endorfinas hay que buscarlo en la necesidad de hacer más soportable la muerte a manos de un depredador. De hecho se encuentra una mayor cantidad de estas sustancias del placer en los animales que son presas potenciales de carnívoros. Su secreción les ayudaría a tener una muerte más feliz… o menos dolorosa.
Según esta teoría la vieja unión entre el sexo y la muerte volvería a hacerse presente cuando unimos el placer y el dolor.
@Culturizando
Fuente: muy interesante
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