Por Erika De Paz |
La fama que ha ganado la moringa los últimos años no ha sido de gratis. Tal como ocurrió con la chía y la quinoa, este árbol pasó de ser una simple “mata” para convertirse en un superalimento de moda. ¿La razón? Detrás de esa avasallante popularidad se esconden numerosos beneficios para la salud de cualquier mortal.
Algunos pensarán que las cualidades de la moringa fueron descubiertas hace poco. ¡Qué va! Sus propiedades han sido estudiadas desde hace más de 50 años; y su existencia, evidentemente, sobrepasa estas cinco décadas: los griegos, romanos y egipcios utilizaban el aceite de esta planta para elaborar perfumes.
La moringa oleífera también es conocida como “marango”, “árbol de rábano picante” (debido al sabor de sus raíces) y “palo de tambor” (por la forma de sus vainas). Es muy común que la llamen el “árbol de la vida” o “árbol milagroso”, pues sus propiedades medicinales son verdaderamente milagrosas.
Esta planta de hojas pequeñas y redondeadas es originaria de Asia, aunque actualmente la podemos conseguir en muchos sitios tropicales. Crece rápidamente y puede llegar a medir hasta 10 metros de altura. Ha sido utilizada por años en los países pobres para combatir la hambruna. Quizá, esta sea una de las razones por la que algunos crean que es inofensiva, y decidan consumirla en exceso (algo que puede resultar contraproducente, pues podríamos sufrir de insomnio y acidez).
En todo caso, lo que sí sabemos es que la moringa es una de las plantas más nutritivas que existen (se cree que sirve para curar hasta 300 enfermedades); y la podemos aprovechar entera (todas sus partes pueden ser utilizadas: hojas, raíz, vainas, semillas, flores y corteza).
Sus hojas secas son ideales para preparar infusiones, mientras que las frescas sirven como ingrediente en ensaladas. Sus semillas se utilizan para purificar el agua; y pueden consumirse verdes, tostadas o pulverizadas (solo tenemos que esparcirlas sobre cualquier alimento). También podemos ingerir moringa en polvo, cápsulas o en aceite, aunque de esta última forma es mucho más costosa.
Entre las vitaminas que encontramos en sus hojas están la vitamina A, C y E, y algunas vitaminas del grupo B. Los minerales que contiene en mayor cantidad son el hierro, estupendo para tratar los problemas de anemia; el calcio, necesario para la salud de nuestros huesos; y el potasio, esencial para la actividad muscular y para reducir la presión arterial. Las hojas, además, son ricas en aminoácidos, y sus raíces sirven para mejorar los problemas circulatorios, a la vez que benefician el aparato digestivo.
La moringa también es antibacterial (especialmente sus semillas) y antiinflamatoria. Además, su consumo permite bajar los niveles de azúcar en la sangre, disminuye el colesterol y combate el estreñimiento (debido a la gran cantidad de fibra que posee). Asimismo, protege el corazón y es magnífica para solucionar los problemas de retención de líquidos. Algunos estudios afirman que tiene propiedades antitumorales, y existen quienes aseguran que puede ayudar en el equilibrio hormonal del cuerpo.
Ingerir moringa también aumenta la energía, estabiliza nuestro estado de ánimo y mejora la memoria. Además, gracias a sus antioxidantes previene el envejecimiento prematuro, y nos hace lucir una piel más hermosa. Por si esto fuera poco, esta planta sirve para tratar la artritis y la epilepsia, y hay quienes afirman que, incluso, protege contra la toxicidad del arsénico. ¿Algo más?
Definitivamente, esta hierba lo tiene todo. Parece increíble que una simple “mata” esconda tantos beneficios. Es un regalo de la naturaleza que puede ser aprovechado por cualquiera: es económica y fácil de conseguir. Consúmela un par de veces a la semana, tu cuerpo te lo agradecerá.
Por: Erika De Paz / IG @ERIKADPS | Foto: Moringa / Shutterstock
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