Jeffrey Dahmer, apodado el Carnicero de Milwaukee o el Monstruo de Milwaukee, fue un asesino en serie estadounidense responsable de la muerte de 17 jóvenes varones entre 1978 y 1991. Conoce a continuación su escalofriante historia.
El 22 de julio de 1991, dos agentes de policía patrullaban una zona marginal de Milwaukee, cuando vieron a un hombre negro, semidesnudo, caminando erráticamente por las calles y con unas esposas colgando de una de sus muñecas.
El hombre, al ver a los agentes, les solicitó su ayuda desesperadamente y los condujo hasta un apartamento en el número 924 de North 25th Street propiedad de Jeffrey Dahmer, un hombre caucásico de unos 31 años. Dahmer abrió la puerta amablemente y explicó a los policías que se trataba de exceso de alcohol y un juego erótico que se les había ido de las manos. Uno de los agentes desconfió y siguió a Dahmer hasta su habitación, allí descubriría uno de los horrores humanos mas aterradores de los últimos tiempos.
El origen de un monstruo
Jeffrey Lionel Dahmer nació el 21 de mayo de 1960 en Milwaukee, en el estado estadounidense de Wisconsin. A diferencia de la generalidad de los asesinos seriales, tuvo una infancia aparentemente feliz cobijado principalmente por su padre, Lionel Dahmer.
Tras reiteradas mudanzas, en 1967 la familia compró una casa en Bath, Ohio, donde Jeffrey pasó el resto de su infancia y adolescencia. Cuando iba de pesca con su padre le gustaba abrir en canal a los peces y ver como morían. Con 10 años empezó a torturar a todo tipo de animales que cazaba en el bosque cercano a su casa. Una vez muertos coleccionaba sus huesos. Tenía en formol varios tipos de insectos.
Dahmer comenzó a ser cada vez más introvertido, aunque realizaba algunas actividades en la secundaria, como trabajar en el periódico y jugar al tenis. Era considerado por sus compañeros como alguien «raro», extravagante y que tenía problemas con el alcohol y la marihuana. Antes de cumplir 18 años sus padres se divorciaron, y su padre volvió a casarse meses después.
Su padre y su nueva esposa lo convencieron para ir a la universidad, y en otoño de 1978 ingresó en la Ohio State University, pero debido a sus problemas de alcohol la abandonó en el siguiente semestre.
El primer crimen
En junio de 1978, cuando tenía dieciocho años, encontró a Steven Hicks haciendo autoestop, y lo llevó a su casa. Dahmer era homosexual y tenía la fantasía de recoger a un autoestopista y acostarse con él. Una vez en su casa, se dio cuenta de que Hicks no era homosexual y cuando éste quiso irse, Dahmer no pudo soportarlo y lo golpeó en la cabeza para luego estrangularlo con una pesa.
“Ocurrió por casualidad una semana que no había nadie en casa. Mi madre estaba fuera con David, en un motel a unos ocho kilómetros; yo tenía el coche, eran más de las cinco de la mañana y regresaba a casa después de haber bebido. No buscaba a nadie, pero a un kilómetro de casa, lo vi. Hacía dedo. No llevaba camisa y era guapo. Me sentí atraído por él. Pasé por delante de él, frené y pensé: “¿Qué hago? ¿Lo hago subir o no?” Le pregunté si quería fumar un porro y él respondió: “¡Estupendo!” Fuimos a mi habitación, bebimos unas cervezas y en el rato que pasamos juntos vi que no era gay. No sabía cómo retenerlo, más que agarrando la barra de las pesas y golpeándolo en la cabeza. Luego lo estrangulé con la misma barra (…) Estaba muy asustado por lo que había hecho. Anduve un rato de un lado para otro por la casa. Al final me masturbé (…) Más tarde bajé el cadáver al sótano. Me quedo allí, pero no puedo dormir, vuelvo a subir a la casa. Al día siguiente tengo que pensar en una manera de deshacerme de las pruebas. Compro un cuchillo de caza. Por la noche vuelvo a bajar, le abro el vientre y me masturbo otra vez…Luego le corto un brazo. Luego todo el cuerpo en pedazos. Meto cada trozo en una bolsa y después todo en tres bolsas grandes de plástico para la basura. Pongo las bolsas en la parte trasera del coche y me voy a tirar los restos a un barranco, a quince kilómetros. Son las tres de la madrugada. Voy por una carretera secundaria desierta y, a mitad de camino, me para un policía, por ir demasiado a la izquierda. El agente pide refuerzos. Son dos. Me hacen la prueba de alcoholemia. La paso. Iluminan el asiento trasero con la linterna, ven las bolsas y me preguntan qué es. Les digo que basura, porque cerca de mi casa no hay ningún vertedero. Me creen a pesar del olor. Me ponen una multa por circular demasiado a la izquierda… y vuelvo a casa (…) (Las bolsas) las volví a dejar en el sótano. Agarré la cabeza, la lavé, la puse en el suelo del cuarto de baño, me masturbé; luego volví a meter la cabeza con el resto de las bolsas, abajo. A la mañana siguiente… metí las bolsas en una tubería de desagüe enterrada que medía unos tres metros. Aplasté la entrada de la tubería hasta cerrarla y las dejé unos dos años y medio dentro.”
Así relató Dahmer lo sucedido durante una entrevista con Robert Ressler para el libro “Dentro del monstruo” de 1997.
En 1979 su padre lo convenció para entrar al ejército y fue enviado a Alemania, en donde permaneció pocos años hasta que fue dado de baja por su alcoholismo. Después de vivir y trabajar un tiempo en Florida, volvió con su abuela en Ohio. Tiempo después Dahmer relataría que allí donde su abuela, él tenía un maniquí que guardaba en su closet. Tenía relaciones sexuales con el maniquí y fantaseaba con que era un cadáver.
Tras su primer asesinato se sintió culpable y asustado. Intentó reprimir sus deseos sexuales y homicidas acudiendo a la iglesia, dejando el alcohol y manteniéndose en estado de celibato. Vivió así un tiempo, lo que explica que pasaran casi diez años hasta su siguiente crimen.
Con el tiempo pensó que podía intentar satisfacer algunos de sus deseos sin hacerle daño a nadie, volvió a beber y empezó a frecuentar lugares de ambiente gay.
En 1986 fue detenido por exhibicionismo público; poco antes había querido desenterrar a un joven muerto recientemente, para practicar necrofilia, pero el suelo helado a causa de las nevadas se lo impidió.
En septiembre de 1987, conoció a Steven Toumi en un bar gay. Bebieron mucho y fueron a una habitación de hotel. Dahmer no recordaría cómo lo asesinó, sólo que cuando despertó a la mañana siguiente descubrió que el chico estaba muerto.
Para deshacerse del cadáver, compró una maleta, en la que lo metió y llevó al sótano de la casa de su abuela. Allí tuvo sexo con el cadáver, después lo desmembró y lo tiró a la basura. Se quedó con la cabeza, a la cual hirvió y blanqueo, para después exponerla como trofeo en su habitación. A quienes preguntaban, les decía que había comprado el cráneo a un estudiante de medicina.
El 25 de septiembre de 1988 se mudó a un apartamento en Milwaukee. Al día siguiente le ofreció 50 dólares a un chico laosiano de 13 años para posar para unas fotografías pero lo drogó y abusó de él. Los padres realizaron la denuncia y el 30 de enero de 1989 fue encontrado culpable, pero sólo permaneció en la cárcel 10 meses antes de ser liberado.
Cuando Dahmer, en condición de régimen semiabierto, solicitó la libertad bajo palabra, incluso su padre, uno de sus más acérrimos defensores, escribió al juzgado oponiéndose a su excarcelación antes de que finalizara el programa de tratamiento, pero aun así fue puesto en libertad.
Mientras era procesado por abuso de menores, Dahmer conoció a Anthony Sears en un bar. Le ofreció dinero para sacarle unas fotografías y lo llevó a la casa de su abuela donde lo estranguló, tuvo sexo con su cadáver y lo desmembró. Él quería que sus amantes se quedaran en la casa con él y ante la negativa de éstos, los mataba.
Luego de cumplir su condena por abuso y de mudarse a su departamento en Milwaukee, Dahmer asesinó a doce personas más, hasta julio de 1991. En el momento de su detención, Dahmer había asesinado a 17 personas, todos hombres, en su mayoría negros, jóvenes y homosexuales.
El aterrador hallazgo
Aquel 22 de julio de 1991 la policía halló lo que sería un santuario de atroces crímenes. Decenas de fotografías de cuerpos descuartizados y cráneos humanos en una nevera, carne humana en el congelador, manos y miembros en ollas, genitales conservados en cloroformo, toda una macabra colección. En un rincón del apartamento tenía un barril con ácido donde colocaba los torsos de sus víctimas.
Además de los asesinatos, Dahmer llevó a cabo macabros experimentos. Practicó lobectomías a algunas de sus víctimas incoscientes. En más de una ocasión abrió agujeros en el cráneo de algún joven drogado y vertió en ella una solución de ácido clorhídrico en el interior.
Dahmer quería tener control sobre sus víctimas, y su intención al realizar las trepanaciones era convertirlos en una especie de zombies que lo obedecieran ciegamente. Dijo que se obsesionó con crear un zombie porque quería un amante silencioso, que hiciera todo lo que él le pedía y que se quedara haciéndole compañía.
El juicio y la condena
Durante su juicio fue necesario protegerle con una barrera de 6 metros de alto. Después del veredicto habló por primera vez al tribunal diciendo:
“Señor juez, todo ha terminado. Me siento muy mal por lo que hice a esas pobres familias y comprendo su merecido odio. Asumo toda la culpa por lo que hice. He hecho daño a mi madre, a mi padre y a mi madrastra, pero los quiero mucho”.
Su alegato de enajenación mental fue desestimado y se le condenó a 957 años. Fue enviado al Columbia Correctional Institute en Portage donde, para su seguridad, no tenía contacto con los presos comunes. Dahmer pidió a las autoridades tener más contacto con los otros presos, por lo que comenzó a comer con ellos y a realizar algunas tareas de limpieza. Apenas había cumplido dos cuando fue asesinado por otro convicto durante una riña.
Para muchos, la muerte violenta de Dahmer fue un final apropiado; otros, en cambio se enfurecieron al perder la oportunidad de ver a Dahmer pagando durante muchos más años los crímenes cometidos.
Los médicos extrajeron el cerebro de Jeffrey Dahmer para estudiarlo. Meses después, los padres de Dahmer se pelearon por la posesión de su cerebro, llegando incluso a enfrentarse ante los tribunales. La madre deseaba venderlo a un hospital de investigación mental, mientras que el padre sólo deseaba enterrarlo lejos de todo el mundo.
La ciudad de Milwaukee destinó 400.000 dólares a la adquisición y destrucción de las herramientas, las fotografías y la nevera de Dahmer para evitar que se creara una colección con ellos.
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