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Fanatismo y neurociencias: Cómo dialogar con un fanático y no morir en el intento

Fanatismo y neurociencias: Cómo dialogar con un fanático y no morir en el intento

Por Daniel Colombo / El extremismo y el fanatismo son temas de interés para muchos. Se trata de un problema creciente, ya que cada vez más personas parecen adoptar creencias inamovibles que nacen de sus profundas convicciones.

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De por sí, esto no tiene nada de malo y resulta saludable que cada uno pueda tener su opinión y posición.

Sin embargo, la dificultad aparece cuando este tipo de personas suele creer que todo el mundo debe seguir sus posturas e ideologías sin discusión, que es la única posición posible, y por eso no le importan los métodos que utilizan con tal de conseguirlo, o, al menos, pensar que tienen poder para influir en la mente de los demás.

Todos hemos asistido a acaloradas discusiones con puntos de vista totalmente opuestos sobre determinados temas, y sabemos el tipo de emociones que se despiertan en esos casos.

No es lo mismo ser un fan de algo, palabra que, de paso, proviene del inglés fanatic, que caer en el fanatismo ciego.

El fanatismo en extremo, llevado a cualquier aspecto, desde un equipo de fútbol, la política, gustos personales y posiciones cerradas que no permiten incorporar otras miradas del mundo circundante, tiene por lo general un profundo impacto negativo en la sociedad y, especialmente, en la convivencia, ya que se genera un estado de tensión permanente, desconfianza y hasta agresividad frente a quienes tienen otras perspectivas.

  • El cerebro de los fanáticos

Odiar parece ser el sentimiento que aparece más fácilmente cuando se asumen posturas que no dan espacio a la expresión divergente de los demás.

Es por esto por lo que muchas veces es difícil hacer las paces con las personas que piensan de forma diferente a la tuya, ya que pueden ponerse en pie de guerra, lo que produce un enfrentamiento como el de dos esgrimistas intentando ver quien gana con su espada.

Este problema se ha hecho más frecuente en la sociedad actual debido a Internet y las redes sociales, que viralizan y potencian las posturas radicalizadas en cualquier aspecto. La agresión, la burla y el acoso cibernético se amparan en el anonimato de estas plataformas.

Para las neurociencias, sentir pasión es algo que resulta positivo y saludable. El punto límite es cuando se convierte en una obsesión que se descontrola, y allí empieza lo que entendemos por fanatismo extremo.

El fanatismo es la adhesión a una causa en forma total, sin discernimiento de qué puede estar bien o mal, o qué daño se puede producir al ejercerlo. Los estudiosos han concluido que hay mecanismos comunes en las personas fanáticas, independientemente del contexto, cultura, educación, raza o lugar del mundo.

Los primeros indicios indican que la dopamina, uno de los neurotransmisores del cerebro, podría tener un papel importante en el proceso del fanatismo por su función de activadora del centro del placer. Lo que han descubierto es que las neuronas se activan con mucha más potencia cuanto más inesperada pueda resultar una recompensa a recibir.

En el caso del fanatismo, el propio hecho de la adrenalina que les produce la discusión, el querer imponerse por sobre la opinión diferente de otras personas, e incluso, el hecho de mantenerse firmes y no dar el brazo a torcer, es interpretado como una pequeña victoria interior.

Al vivir este tipo de experiencias, el cerebro adopta esas recompensas y las quiere repetir casi adictivamente por el nivel de satisfacción que les produce, aunque el fanático no alcance a registrar el impacto negativo que sus dichos o acciones pudiesen producir en las demás personas.

  • Qué resulta más fácil de cambiar en una mente fanatizada

A su vez, los psicólogos de la conducta que estudian los comportamientos extremos radicalizados sugieren que a una persona le resulta más fácil ser fanático de algo y luego pasar otra causa, que pasar del modo fanático a tolerante. Por eso pueden migrar de líderes a quienes obedecen sin problema; aunque difícilmente se abran a trabajar el aspecto de la tolerancia y la convivencia en armonía con quienes opinan diferente.

Se trata de lo que se conoce como distorsiones cognitivas, asociados a dificultades en cómo procesan la información, lo mismo que sucede en trastornos de personalidad, o estados depresivos, de ansiedad, o de bipolaridad.

En otra perspectiva del fanatismo, la del terrorismo, el experto español José Sanmartín Esplugues, autor del libro “El terrorista” y catedrático de la Universidad de Valencia, afirma que “es muy común en las personas que hacen uso de la violencia para conseguir sus fines, que piensen dicotómicamente: todo es blanco o negro. Y esto produce una división del mundo entre nosotros y ‘ellos’, a quienes hay que atacar.” Y agrega que otra distorsión asociada es que el terrorista se percibe a sí mismo como víctima por cualquier motivo que siente que debe defender. Por eso es frecuente escuchar cómo justifican sus acciones violentas como una autodefensa, que traslada esa responsabilidad a los demás -los “ellos”-, a quienes los perciben como sub-humanos.

  • Una rigidez de alto costo

La dificultad de poder entender y convivir con puntos de vista opuestos se llama rigidez cognitiva, relacionada también con sobrevalorar afectiva y emocionalmente sus creencias, adquiridas por propia convicción o inducidas mediante la propaganda, el reclutamiento, las dádivas o la sensación de pertenecer a una causa, cueste lo que cueste.

La persona fanática en extremo vive en una intensidad emocional muy alta; por eso estallan si se los contradice, se ciegan y no perciben a las demás personas en su mismo nivel. Desaparece el rasgo de empatía, y se reduce a los demás  a la condición de cosa. Por eso es el menosprecio a las etnias, minorías, o a todo el que no concuerde absolutamente con su esquema rígido de pensamiento.

  • 3 ideas para convivir con fanáticos y no morir en el intento

Como las personas radicalizadas en sus ideas no suelen presentar trastornos mentales como psicopatías o esquizofrenia -explica el científico español-, pueden socializar sin inconvenientes con sus pares.

Los fanatismos arraigados suelen adquirirse a través de la cultura, los círculos de amistades, y en muchos casos desde que se nace.

Entonces, ¿Qué se puede hacer para convivir con una persona fanática en extremo? Estas tres ideas pueden ser útiles:

[ 1 ] Trabajar en el aprendizaje alternativo, basado en la neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro de adaptarse y entrenarse en adquirir nuevos comportamientos. Esto funcionaría sólo si la persona fanática toma consciencia y quiere hacerlo. Hay casos de convivientes en una familia donde se ha elaborado de esta forma la conducta radicalizada, y, sin abandonarla, han podido encontrar un equilibrio para aprender a respetar las posturas opuestas, simplemente con entenderlas sin exaltarse; lo que no implica justificarlas.

[ 2 ] Para quien convive con este tipo de personas: Es importante entender que su comportamiento posiblemente no vaya a cambiar; por lo que si es importante ese vínculo habrá que aceptar la situación. Una herramienta que sugiero y que resulta útil en estos casos es la de establecer formalmente reglas de convivencia entre las distintas partes, para armonizar lo máximo posible los momentos de fanatismo con una sana convivencia. Seguramente habrá momentos exaltados; aunque no de tanta intensidad como por fuera del reglamento acordado.

[ 3 ] El autoconocimiento: Esta herramienta permite que cualquier persona, fanática o no, pueda tomar consciencia de quien es, qué siente, cómo se relaciona con los demás, sus puntos fuertes y sus debilidades. Profundizando en su práctica, conozco casos donde fanáticos en extremo han aprendido a moderar sus expresiones, agresividad e impulsos, para moverse a un espacio más neutral, donde se puedan mantener diálogos en forma armónica. La ayuda terapéutica y entrenarse en técnicas de comunicación asertiva, empatía y feedback ayudarán también a esta maduración psicoemocional de todas las personas involucradas. En el tiempo, se logran buenos resultados.

Imagen: Shutterstock

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