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‘El entierro de la sardina’: Francisco de Goya y el preludio de las «pinturas negras»

‘El entierro de la sardina’: Francisco de Goya y el preludio de las «pinturas negras»

‘El entierro de la sardina’ (1812-1819) es una pintura realizada por Francisco de Goya, el padre del arte contemporáneo. Concebida en óleo sobre tabla, la obra evoca la transición de una época alegre y colorida, hacia una de resguardo y penitencia.

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El entierro de la sardina

El entierro de la sardina se inspira en una fiesta popular, de origen pagano. Celebrada con arraigo en diversos lugares de España, y consecuentemente, en América Latina, se trata de un simbólico entierro de una sardina -o un costillar de cerdo, en algunas locaciones-, que indica el fin del Carnaval, y el inicio de la Cuaresma.

Entre lo sagrado y lo pagano

A inicios del siglo XIX, el pintor aragonés se aleja definitivamente de corrientes artísticas como el neoclasicismo y el rococó, para adoptar una nueva etapa, tanto en su estilo pictórico, como en su vida personal.

Distinta a la obra de su juventud, Goya consigue incorporar colores más oscuros, tonos más apagados, y una importante presencia de negros y grises, que acompañan a su pincelada ágil y a sus dinámicas líneas diagonales.

A través de la luz de las nubes, que se ubican en el centro de la composición -como presagio de tormenta-, el espectador puede distinguir el tono de amargura que se oculta detrás de la desenfrenada alegría de los cuerpos danzantes. Figuras deformes, satíricas, y que dan origen al tormento y desasosiego de las «pinturas negras».

El triunfo de Satanás

“Goya pinta agujeros por ojos, puntos gruesos o rojizos por boca, divertimentos feroces por rostros” – José Martí, escritor y político de origen cubano.

Frente al aterrador estandarte del dios Baco, una figura vestida de negro, que no es otro sino el mismísimo Satanás, baila triunfante, e incita a la multitud a su alrededor a celebrar que él es el vencedor absoluto.

‘El entierro de la sardina’ (1812-1819) de Francisco de Goya – Fuente: Wikipedia.-

Por medio de la pincelada ágil y suelta -incluso 50 años antes del nacimiento del impresionismo-, Goya obtiene una indiscutible sensación de movimiento en cada uno de los personajes centrales en la composición.

Satanás parece dirigir a la joven delante de él, sonrojada, como si se tratase de una marioneta. El resto de los participantes llevan máscaras y, pese a que muchos de ellos están vestidos como figuras eclesiásticas, sus gestos y lenguaje corporal no tardan en distinguirlos como campesinos disfrazados, formando parte de una ceremonia anticlerical.

Una crítica a las costumbres sociales en España

El entierro de la sardina corresponde a una de las cinco pinturas que, entre 1812 y 1819, se desplazaron radicalmente del estilo neoclásico y academicista de la época. También figuran Corrida de toros en un pueblo, Procesión de disciplinantes, Auto de fe de la Inquisición y Casa de locos.

Estas nuevas técnicas coincidieron con la época en la que el pintor se vio afectado por la sordera, las abrumadoras consecuencias de la guerra de Independencia, y la progresiva e inminente restauración del absolutismo.

Al ser considerada una fiesta pagana y, por supuesto, debido a las incesantes burlas a la monarquía y a la Iglesia católica, la legalidad del Carnaval había sido intermitente. Durante la dominación francesa, José Bonaparte lo permitió, en 1809. No obstante, años más tarde, el rey Fernando VII prohibió la celebración, en 1815.

En El entierro de la sardina, Francisco de Goya formula una crítica a las costumbres sociales. Pese a que, a primera vista, luce como una pintura que pudo haber sido destinada a un tapiz, el espectador no tarda en percatarse de que algo oscuro se distingue entre las absorbentes figuras.

El dinamismo en la pincelada no permite detallar claramente los rostros de las personas y, en la medida en que seguimos viendo, los cuerpos comienzan a parecer más deformes.

Estos se convertirían, poco tiempo después, en rasgos distintivos de las llamadas «pinturas negras» que, entre 1819 y 1823, corresponderían a una serie de 14 obras murales, caracterizadas por el abordaje de temáticas como la amargura, la melancolía, la ambición, la soledad, la vejez, y la muerte.

Asimismo, implicaría el preludio de una corriente artística que no encontraría su nombre, sino hasta finales del siglo, y más específicamente, a inicios de los 1900: el expresionismo.

Con información de: El País / Historia-Arte! / Grandes maestros de la pintura. Barcelona, España. Editorial Sol 90, S.L. / Foto: Wikimedia

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