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Pónganse a leer: Teresa y su éxtasis

Pónganse a Leer con Pedro Julio | Conoce sobre una de las grandes poetas místicas de todos los tiempos, Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, a la que conocemos como Santa Teresa de Jesús o de Ávila.

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Si en medio de las adversidades persevera el corazón con serenidad, con gozo y con paz, esto es amor.

Santa Teresa de Jesús

Estas palabras corresponden a una de las grandes poetas místicas de todos los tiempos, Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, a la que conocemos como Santa Teresa de Jesús o de Ávila.

Teresa nació el 28 de marzo de 1515, y fue una monja perteneciente a la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo (carmelitas), en su visa eclesial planteo la reforma del Carmelo, lo que daría origen al Carmelo Descalzo.

Fue escritora mística muy importante y el alcance de su obra es comparado en influencia con Miguel de Cervantes.

La obra de Santa Teresa de Jesús

Teresa de Jesús fue una escritora prolífica, escribió poemas, cartas, ensayo, cultivo la filosofía y la autobiografía.

“Las Moradas” o “Castillo Interior” está considerado por los críticos como un libro perfecto, con esta obra se nos presenta como una pionera en la mística experimental.

El “Camino de Perfección” es una guía de vida, presenta una serie de avisos y consejos para las religiosas, pero que bien sirven para todos. Por la propuesta de la oración contemplativa que hace en el capitulo 29, el Santo Oficio le investigó.

También están sus cartas, especialmente la correspondencia con Juan de la Cruz, que también seria Santo y Doctor de la Iglesia Católica, y es uno de los mayores exponentes de la  poesía mística.

Y el “Libro de la Vida”, que es de la obra que nos ocupa, una autobiografía, escrita con gran sublimidad.

El Libro de la Vida

Teresa empezó a escribirlo alrededor de 1561, por recomendación de Pedro Ibáñez.

El libro está escrito en clave de confesión, inspirado en otras confesiones ultra famosas, las de Agustín de Hipona.

A lo largo de los 40 capítulos, Teresa nos va haciendo parte de sus sentimientos, y de su relación con Dios, todo esto se va integrando en su estructura y lenguaje de manera maravillosa.

En los capítulos del 1 al 10 habla de su vida, es propiamente su biografía y su vida interior hasta al entrada en el convento. Luego del 11 al 22 nos sumerge en los grados de oración. Del 23 al 31 habla sobre la unión mística y finalmente del 32 al 40  nos cuenta las gracias y beneficios que ha recibido de Dios. ​

Como en toda confesión se establece una relación de intimidad profunda, a ver uno no se confiesa con cualquiera, y aquí no estoy hablando necesariamente del sacramento, me refiero a la declaración de aquello que está en nuestra alma y que compartimos solo con aquellos destinatarios de nuestra más absoluta confianza, bueno eso se logra en el libro, establecemos una confianza tal con la autora que pareciera que nos estuviera contando su vida cara a cara.

El libro de la vida nos propone una experiencia, la de adentrarnos en la historia, en la vida de una mujer prodigiosa llena de contrastes y contradicciones, estamos invitados a ser pecadores y a redimirnos por el amor del amado (el amado es Dios por cierto), Teresa hace gala de una habilidad como narradora que es envidiable, ejercita su talento hasta puntos insospechados para una mujer en su época y contexto, ella no es una escritora pasiva, todo lo contrario, nos sumerge en su influencia, nos ahoga en sus letras y nos revive en la palabra.

La transverberación

Transverberación viene del latín transverberare, y es la acción de herir pasando de parte a parte. Para los católicos es una gracia espiritual, Teresa fue favorecida con ella y nos comparte aquella experiencia con su forma tan bella de narrar.

El pasaje que está ubicado en el capítulo 29 del libro y dice así:

Dice así…

Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal (26), lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero (27). En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines (28), que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos (29), y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento

Esto es hermoso gente… esto es poesía, esto es arte, esto es amor que abraza, esto es literatura.

La escena influyó tanto a los lectores que hasta Bernini hizo una escultura para inmortalizar el acontecimiento de manera física. La escultura que se encuentra en la Iglesia de Santa María della Vittoria, se llama el éxtasis de Santa Teresa.

Y es precisamente un éxtasis lo que provoca leer a Teresa de Jesús, cuando se lee algo que está bien escrito, se siente como ella que una flecha traspasa nuestro corazón.

Bueno gente si yo sigo hablando aquí nos va a coger el sereno. Así que yo les dejo con la esperanza de haberles picado la curiosidad, que después de escuchar esto se vayan todos rápido a buscar el libro de la vida y ya saben… pónganse a leer.

Imagen portada: Wikipedia

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