Por Cosas Muy Importantes | Son varios los libros y estudios que relatan que, durante la Edad Media, la gente estaba acostumbrada a dormir en dos periodos diferentes durante la noche, algo impensable en la actualidad. En medio de ellos, se realizaban diferentes actividades. Hoy te contamos sobre algunos curiosos y extraños hábitos de sueño durante la Edad Media.
Eran tiempos en los que la iluminación artificial todavía no había llegado, por lo que se permanecía un menor tiempo despierto. Así, el descanso se dividía en dos fases, que solían durar tiempos similares. Tras descansar entrada las primeras horas de la noche, despertaban pasada la medianoche antes de volver a disfrutar de un segundo descanso hasta el amanecer.
En el siglo XVII, una noche de sueño de un ciudadano común era algo así:
Desde las 21:00 hasta las 23:00, quienes tenían la suerte de poder pagarlos, se tendían en colchones rellenos de paja o trapos —o plumas, si eran muy ricos— listos para dormir durante un par de horas. (En la parte más baja de la escala social, la gente tendía que arreglárselas con acurrucarse sobre un brezo o, peor aún, en un suelo de tierra desnuda, posiblemente sin ni siquiera una manta).
En ese momento, la mayoría de la gente dormía en comunidad, y a menudo se encontraban acurrucados con una acogedora variedad de chinches, pulgas, piojos, familiares, amigos, sirvientes y, si viajaban, completos desconocidos.
Para minimizar cualquier incomodidad, dormir implicaba una serie de estrictas convenciones sociales, como evitar el contacto físico o moverse demasiado.
Y había posiciones designadas para dormir. Por ejemplo, las niñas generalmente se acostaban a un lado de la cama, el más cercano a la pared, seguidas por la madre y el padre, luego los niños varones, nuevamente ordenados por edad, y después quienes no eran de la familia.
Un par de horas más tarde, la gente comenzaría a despertarse de este sueño inicial.
La vigilia nocturna solía durar desde las 23:00 hasta la 01:00 aproximadamente, dependiendo de la hora a la que se acostaban.
Por lo general, no era causada por ruidos o perturbaciones nocturnas, ni por ningún tipo de alarma (fueron inventadas en 1787). El despertar entre sueños ocurría de forma natural, así como en la mañana.
El período de vigilia que seguía se conoció como «el reloj», y era una ventana de tiempo sorprendentemente útil para hacer cosas.
Bajo el débil resplandor de la luna, las estrellas y las lámparas de aceite, la gente se dedicaba a tareas ordinarias, como agregar leña al fuego, tomar remedios, o ir a orinar (a menudo en el mismo fuego).
Para los campesinos, despertarse significaba volver al trabajo, ya fuera para aventurarse a vigilar a los animales de la granja o realizar tareas domésticas.
Pero «el reloj» también fue un tiempo de religión. Los cristianos tenían oraciones específicas para este período de tiempo.
Además, los más filosóficos podían usar «el reloj» como un momento pacífico para reflexionar sobre la vida y sobre nuevas ideas.
A finales del siglo XVIII, un comerciante londinense incluso inventó un dispositivo para recordar todas sus ideas nocturnas más agudas: un «recordatorio nocturno», que consistía en un bloc de pergamino con una abertura horizontal que podía usarse como guía de escritura.
Pero, sobre todo, «el reloj» era útil para socializar y para tener sexo.
Como explica el historiador Roger Ekirchen su libro At Day’s Close: A History of Nighttime, la gente a menudo se quedaba en la cama charlando. Y durante esas extrañas horas del crepúsculo, los compañeros de cama podían compartir un nivel de informalidad que era difícil de lograr durante el día.
Para los cónyuges que lograron manejar la logística de compartir una cama con otros, también era un intervalo conveniente para la intimidad física: si habían tenido un largo día de trabajo manual, el primer sueño les había quitado el cansancio y el período posterior era un momento excelente para concebir un gran número de hijos.
Una vez que las personas habían estado despiertas durante un par de horas, generalmente regresaban a la cama. El siguiente paso se consideraba un sueño «mañanero» y podía durar hasta el amanecer o más tarde.
La creencia de que es necesario dormir ocho horas del tirón no solo es relativamente reciente, sino antinatural. Al menos eso dice el estudio llevado a cabo por el historiador Roger Ekirch sobre los distintos patrones de sueño a lo largo de la historia. La investigación se realizó en un periodo de dieciséis años y permitió recopilar gran cantidad de información para demostrar su teoría.
Si quieres conocer más datos sobre los hábitos y curiosidades de la Edad Media, no te pierdas el episodio 52 y 53 de nuestro Podcast Cosas Muy Importantes y recuerda suscribirte a su patreon para que puedas acceder a contenido extra exclusivo.
Con información de: BBC | Vice | As
Imagen Portada: Wikipedia
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