Durante la Segunda Guerra Mundial se vieron muchos avances tecnológicos, sobre todo en armas y transportes con fines bélicos. El acorazado de Tirpitz fue el barco más colosal que se vio en la guerra y dejó una huella ecológica negativa en la historia.
El buque gigante
Una de las mayores ventajas que tuvieron las Potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial yace en lo tecnológico. En la Alemania nazi, los avances que hubo no se comparaban a lo que las demás naciones siquiera podían intentar; la ciencia era el punto fuerte de los alemanes.
El acorazado de Tirpitz fue uno de los mayores avances que tuvo el ejército comandado por Hitler. Un barco colosal que contó con una longitud de 250 metros y la capacidad para más de 2.500 tripulantes. Nada en la marina europea se comparaba a la creación nazi. Winston Churchill lo llamó «La bestia», pero debido a su poco uso operativo, también se le conoció como «La Reina solitaria del Norte».
Desde 1942, el barco fue enviado a Noruega en una estrategia de disuasión contra una invasión de los Aliados. En enero de ese mismo año, Churchill comentó que “la destrucción, o incluso la paralización, de esta nave es el mayor evento en el mar en la actualidad. Ningún otro objetivo es comparable a eso”. La misión era clara, hundir el Tirpitz.
Bombardeos de 1944
Entre el 19 y 20 de septiembre de 1943, una serie de submarinos británicos atacaron el acorazado. Colocaron minas de tiempo bajo su quilla, y pese a que los alemanes descubrieron el plan, capturaron a los tripulantes aliados y movieron el Tirpitz: la distancia no fue suficiente y la detonación causó daños en la máquina y sistema de dirección.
El ataque no hundió al barco, pero logró que se que se quedase varado. No podía zarpar debido a las reparaciones que se le tuvo que hacer. En 1944 hubo una serie de bombardeos en contra del Tirpitz, en febrero, abril y septiembre, equipos soviéticos y británicos atacaron, pero no lograron el objetivo de hundirlo.
Cuando las reparaciones de emergencia concluyeron, pese a que el barco no estaba en condiciones de ir al mar, se decidió movilizarlo hasta Tromso, al norte de Narvik. Ello fue un error crucial porque estuvieron al alcance de la Real Fuerza Aérea británica, la cual atacó el 12 de noviembre con seis blancos directos con bombas de seis toneladas, causando una explosión en la cámara de municiones y posterior hundimiento. Mil de sus 1.900 tripulantes perdieron la vida.
Daño al medio ambiente
Cuando el barco se encontró anclado en Kåfjord, fue necesario llevar a cabo varias acciones para buscar protegerlo contra los ataques aliados. Uno de las tácticas más peculiares fue el empleo de niebla artificial para ocultarlo.
Hoy día, 75 años después, todavía están presentes los daños que causaron los nazis en la zona. El material artificial afectó de manera notable los pinos y abedules presentes en los alrededores. Las sustancias químicas afectaron la vida de las plantas, las cuales también se sufrieron por la poca exposición al sol.
La Universidad Johannes Gutenberg en Mainz, Alemania, realizó estudios en la región y demostró la falta de anillos en los árboles alrededor de 1945, el último año de la guerra. Los anillos demuestran la edad de la planta, cada año es un aro nuevo, y en los pinos y abedules faltaban. Una muestra demostró que hubo nueve años de anillos ausentes y tardó 30 años en recuperarse de los daños. “Estas pantallas de humo causaron daños severos a los árboles que rodean Kåfjord”, informaron los investigadores.
Con información de ABC / Europa Press / Exordio / Foto: Wikimedia
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