Para Friedrich Schiller el arte es el medio por el cual se puede generar una
sociedad de perfección moral, a través de la práctica constante de la sensibilidad del hombre hacia la belleza. El filósofo concebía, en cierta medida, que los artistas debían educar al vulgo y que el arte debía aspirar a la verdad.
Schiller y su inspiración
A Friedrich Schiller se le puede considerar un hombre de múltiples talentos. Fue un escritor, historiador y filósofo alemán que influenció lo que denominamos el romanticismo alemán. Schiller vivió en plena época de la Revolución Francesa, e igual que cualquier humanista, se horrorizaba de la derivación de la revolución en terror.
Tuvo plena conciencia del fracaso de la Ilustración; ante aquel desastre se dio cuenta que la educación racional humana no garantiza una sociedad ideal.
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Buscando de dar una respuesta al caos de la época Schiller escribe su libro Educación estética del hombre. Tal cual como apunta el título, desarrolla una teoría en la cual señala al arte como elemento salvador y pedagógico: “hay que emprender el camino a través de lo estético para resolver prácticamente aquel problema político, porque es a través de la belleza como se llega a la libertad”. (p. 30)
Los impulsos naturales vs. la razón
Schiller traza, de manera sistemática, una separación entre el mundo de las sensaciones, los impulsos naturales y la razón, la intelectualidad y el deber:
“Vigilar estas y asegurar sus límites a cada uno de los impulsos es la tarea de la cultura, que, por tanto, debe a los dos una justicia igual y ha de defender el impulso racional contra el sensible y a esta contra aquel”. (p. 78)
Schiller señala en su análisis que ambos impulsos se encuentran en una perenne lucha dentro del hombre y cualquier dominio sobre el ser de alguno de ellos conllevaría a lo negativo, es decir, al hombre imperfecto. En el caso de una predominancia por parte de la sensibilidad nos encontramos en un estado salvaje, el hombre estaría siempre en contacto con su sentir y la naturaleza que le rodea y por lo tanto al estar controlado por sus instintos destruiría la moral.
En el otro extremo está el hombre denominado por Schiller “bárbaro”, este se encuentra atado a su intelecto manteniéndose de esta manera alejado de los influjos externos de las sensaciones para mantenerse a sí mismo incorrupto; no obstante, sin percatarse, la predominancia del intelecto sobre su sensibilidad lo convierte en un ser indolente, incapaz de percibir la naturaleza a su alrededor, delimitado por las apariencias de la sociedad que le rodea, sin libertad.
La existencia de un hombre plenamente racional, según el autor, sería difícil dada la naturaleza del hombre. La voluntad es volátil, por ello confiar la voluntad a la razón es equívoco, el hombre está tentado a seguir su instinto natural.
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La belleza es armonía y es libertad
Para Schiller, la perfección moral no se alcanza solamente a través del deber, estimulando únicamente el impulso racional, sino a través del instinto. En la estimulación que produce la belleza está la armonía de estos dos impulsos. Así pues la belleza permitiría que la vida se base en la libertad y no en el deber.
De igual forma Schiller delimita un horizonte para el hombre moralmente perfecto sobre el cual balanza los impulsos racionales y naturales del ser. Si bien se refiere a la disposición estética que debe tener el hombre, aparte de ello, no apunta una directriz que permita establecer una escuela para la educación estética del hombre.
En este sentido, no solo se presenta el problema de la practicidad de esta idea, también su veracidad. Schiller continúa la línea del pensamiento aristotélico que establece que lo bello en sí mismo es lo bueno: el hombre al poder distinguir lo bello de lo feo, y decantarse por el primero, puede reconocer lo que es bueno y malo, y hacer lo correcto.
Así pues, de acuerdo a la filosofía de Schiller en una sociedad donde se cultiva la belleza y la cultura debe prevalecer el hombre perfecto, es decir, el hombre incorrupto y bueno.
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Con información de: Wikipedia / Schiller, Friedrich (1969). Cartas sobre la educación estética del hombre. Trad. Vicente Romano García. Madrid: Aguilar. / Foto: Wikimedia
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