A pesar de haberse encontrado, desde muy joven, con el fascinante panorama de la filosofía, Hannah Arendt, una de las personalidades más influyentes en el pensamiento de siglo XX, declinó ser encasillada bajo el término de «filósofa», y defendía a la teoría política como su principal campo de estudio e investigación. ¡Conoce más sobre Hannah Arendt, la extraordinaria pensadora del siglo XX!
¿Quién fue Hannah Arendt?
Johanna Arendt nació el 14 de octubre de 1906, en Linden-Limmer, cerca de Hannover, cuando todavía formaba parte del Imperio alemán. Proveniente de una familia de judíos, la joven Arendt fue educada bajo un pensamiento liberal por su madre, Martha Cohn, en vista de que su padre, Paul Arendt, habría muerto en 1913, cuando Hannah contaba únicamente con tres años de edad.
Tras el fallecimiento de su padre, a causa de la sífilis, Hannah y su madre regresaron a Königsberg -actual Kaliningrado-, que para la época fungía como capital de Prusia Oriental. En este sentido, Arendt mantuvo un vínculo cercano con su familia materna, específicamente con sus abuelos, quienes consideraban la educación como un derecho normalizado para las jóvenes de la época.
Consecuentemente, Hannah comenzó a desarrollar una inclinación genuina por la filosofía. De acuerdo con sus biógrafos, Arendt ya había leído la Crítica de la razón pura de Immanuel Kant (1781), a inicios de su adolescencia. Y es que, a pesar de que su escolaridad se vio interrumpida en vista a problemas disciplinarios, la joven intelectual decidió marcharse a Berlín, donde continuaría con su formación, esta vez referida hacia campos de su interés.
Hannah Arendt, la pensadora que rechazaba el término «filósofa»
En 1924, Arendt comenzó a cursar estudios en la Universidad de Marburgo. Posteriormente, se dirigió a la Universidad de Heidelberg, donde se doctoró en Filosofía, con la tesis El concepto del amor en san Agustín: ensayo de una interpretación filosófica (1928), bajo la tutoría de uno de sus mayores referentes, el filósofo alemán Karl Jaspers.
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No obstante, y más allá de lo que ostentaba su título, Hannah Arendt se consideraba a sí misma una teórica política, no una filósofa. Durante una entrevista, llevada a cabo en 1964, en el talk show alemán Zur Person, Arendt señaló que disentía con la concepción que se tenía sobre sí misma, en relación a categorizarla como alguien que formaba parte del círculo de filósofos de la época.
¿Qué distinguía a Hannah Arendt del resto de los filósofos?
“Hablando, la raza es —digan lo que digan los eruditos de las facultades científicas e históricas— no el comienzo, sino el final de la humanidad; no el origen del pueblo, sino su decadencia; no el nacimiento natural del ser humano, sino su muerte antinatural” – Hannah Arendt.
A pesar de que, actualmente, se estudia a Hannah Arendt como una de las principales figuras de la filosofía del siglo XX, y una de las representantes más influyentes de la filosofía política -popularizada por John Locke, Montesquieu y Maquiavelo, durante la Ilustración-, es importante atender a la esencia intrínseca de su obra, en función de comprender por qué Arendt dista de la filosofía como campo de estudio, y en contraposición, acredita todas sus publicaciones bajo la teoría política.
Hannah Arendt, siempre polémica
Al igual que muchas figuras intelectuales que pasan a la historia, Hannah Arendt experimentó el desacuerdo y la controversia.
La verdad es que la obra de Arendt no fue conocida sino hasta la década de los 60, cuando se enfrentaría a uno de los momentos más importantes de su carrera, y al más determinante de su compromiso con la teoría política.
En 1961, Adolf Eichmann, quien había mantenido el cargo de teniente coronel de las SS del régimen nacionalsocialista, se enfrentaba a su juicio en Jerusalén, donde se le acusó de crímenes de guerra, genocidio y crímenes contra la humanidad.
En aquel juicio, llevado a cabo en Jerusalén, Arendt, quien se había nacionalizado estadounidense, desempeñaba el cargo de corresponsal de la revista The New Yorker, con el objetivo de cubrir el caso.
A partir de este momento, Arendt sacudió el pensamiento colectivo e hizo reflexionar al mundo sobre el rol que desempeña la responsabilidad individual. Esta reflexión dio inicio al término «banalidad del mal», el cual refería a las circunstancias que pueden conducir a un ser humano común y corriente a cometer crímenes y atrocidades, tales como las que habían ocurrido, hace no mucho tiempo, en los campos de concentración nazis.
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El 11 de abril de 1961, Adolf Eichmann -apodado el «arquitecto del holocausto»-, confesó que no se consideraba culpable. Ante ello, Arendt escribió en su libro Eichmann en Jerusalén, sobre cómo esta figura no respondía ni a los rasgos de un monstruo ni de una persona que sufriera de discapacidades mentales, tal y como lo definía la gente del momento, incluido el fiscal del juicio. Al contrario, su motivación para cometer aquellos crímenes no se basaban en locura, ni maldad, sino en el trabajo que le fue conferido por un sistema totalitarista basado en el exterminio.
A diferencia del sentir popular de la época, Arendt señaló cómo Eichmann se trataba de una simple marioneta banal, un ejecutor que no conocía el sentimiento entre el bien y el mal en sus actos, y cuyas acciones estaban determinadas por el deber de lo estipulado.
No obstante, es importante señalar que con ello, Arendt no buscaba y pretendía justificar las acciones de Eichmann, ni mucho menos, como judía, validar sus crímenes.
Lo que realmente caracteriza a Hannah Arendt del resto de los filósofos de la época, radica en el hecho de que, desde la racionalidad y el pensamiento pragmático, asociado a las acciones y no a la vida contemplativa, la teórica política señaló que Eichmann era un individuo «terrible normal», así como «un producto de su tiempo y del régimen que le tocó vivir».
Con información de: Philosophica /Filco / El Mundo / Lecturalia
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