Para hacerse con el título de «rey de los dioses», Zeus tuvo que vencer a los titanes y a los gigantes, pero la mitología griega nos cuenta que después de estas victorias, el dios del rayo aún tuvo que enfrentarse con otro oponente formidable: el terrible Tifón.
¿Qué dicen los mitógrafos sobre este monstruo?
Tifón nace como resultado de una venganza. En algunas versiones del mito, Gea, molesta por el tratamiento que sus hijos los gigantes habían recibido de parte de Zeus, le pare un retoño a Tártaro.
En otros relatos, Gea no concibe al monstruo pero sí propicia su nacimiento: aún enfurecida por el comportamiento de Zeus, la Madre Tierra calumnia al dios con su esposa Hera, argumentando un falso –aunque creíble– engaño del marido.
Herida por otra traición, y siguiendo las recomendaciones de su abuela, Hera va con Cronos para asegurarse los medios para vengarse. El titán recibe a la diosa y le entrega dos huevos impregnados con su semen. Una vez insertos en el vientre divino, los huevos darían vida a un terrible dragón, con la fuerza suficiente para derrotar a Zeus.
Hera pare al monstruo y se lo deja para su crianza a una dragona conocida como Delfine, quien mantiene a Tifón en Cilicia, Asia Menor.
Apariencia de Tifón
En Los dioses de los griegos, de Karl Kerényi, Tifón aparece descrito así: “De las caderas arriba tenía forma de hombre y era tan alto que rebasaba a la más alta montaña y su cabeza frecuentemente topaba con las estrellas. Uno de sus brazos se extendía hasta el anochecer y el otro hasta el amanecer”. La altura de Tifón se hacía todavía mayor gracias a sus enormes alas.
Más adelante, el mitógrafo húngaro completa la descripción, al decir: “De [las espaldas de Tifón] proliferaban cien cabezas de serpientes. Caderas abajo tenía la forma de dos serpientes combatiendo, que ascendían hasta lo alto de su cabeza y aullaban con silbidos”.
Enfrentamiento y breve derrota de Zeus
Habiéndose desarrollado en su máxima extensión, Tifón atacó los palacios celestiales de los olímpicos. De estos, todos huyeron a Egipto menos Zeus. El dios del rayo le arrojó sus lumbres ardientes al monstruo, y ya más cerca, lo laceró empleando su hoz de acero. Herido, Tifón se retiró a una guarida subterránea.
Zeus pretendió darle alcance al dragón allí, para rematarlo, pero al acceder a la gruta de la bestia, las colas de Tifón lo capturaron. El monstruo entonces le quitó la hoz al dios y le cortó con ella los tendones de manos y pies.
Para asegurar su triunfo, Tifón cargó a un Zeus inmovilizado y lo llevó a Cilicia, en donde lo dejó encerrado en una cueva. Con el dios ya apresado, Tifón procedió a colocar en un saco de piel los tendones del olímpico. El saco quedaría bajo el cuidado de la dragona Delfine.
Robo de los tendones y la victoria definitiva
Hasta aquí habría llegado el joven reinado de Zeus, de no ser por la ayuda que una deidad menor le brindó al dios. Algunas fuentes señalan a Hermes como autor del robo, otras a Pan. Lo cierto es que un dios con cualidades de ladrón sustrajo los tendones de Zeus del saco, sin que los dragones se diesen cuenta, y se los devolvió a su dueño.
Tras haberse recuperado, Zeus persiguió a Tifón de regreso por el Mediterráneo. En Sicilia le dio alcance y le arrojó el monte Etna encima. Aplastado por el peso de la montaña, Tifón se mantiene rugiendo para siempre sin consuelo por su dolor.
Cuando el Etna hacía erupción, los griegos pensaban que se trataba de la sangre de Tifón, manando aún de unas heridas nunca del todo sanadas
Con información de: Grimmal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (1ra reimpresión). Buenos Aires: Paidós. p. 516 / Kerényi, Karl (1999) Los dioses de los griegos. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamérica. p. 32-4 / Foto: Shutterstock
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