Si Samuel Beckett viviese sería un ferviente opositor de la psicología positiva. De niño, era un muchacho flacucho y sensible. Al crecer, siguió manteniendo la esencia de ese jovencito desprovisto de atributos, pero supo convertir toda su ineficacia en un universo ficcional… ¡Conoce su historia!
El 13 de abril de 1906, el matrimonio de clase media baja integrado por los irlandeses William y May recibían a su segundo hijo, un niño al que llamaron Samuel Barclay Beckett. El hijo mayor de la pareja, Frank, era un chico fornido, inteligente, fuerte y talentoso; en cambio, el pequeño Samuel siempre fue un chico paliducho, débil, enfermizo y sensible a niveles incomprensibles. Siendo una familia de profundas creencias religiosas, Samuel tuvo una relación cariñosa con su padre, mientras que con su madre no tuvo mucha afinidad, por su carácter estricto y hostil.
Pasada la infancia y la adolescencia, Samuel se matriculó a estudiar Filología Moderna en el Trinity College de Dublín, en 1923. En su etapa universitaria nunca hizo amistades sólidas, pero se destacó como deportista de críquet y rugby. Además, tenía gran talento para jugar al ajedrez, aprendió a hablar varios idiomas (italiano y francés) y era experto en áreas humanísticas tales como la historia, la pintura y la música.
Al terminar la carrera, partió rumbo a París a finales de 1920, para trabajar como lector de inglés en la Escuela Normal Superior de París. Su intención de llegar a la capital francesa estaba motivada, más allá de trabajar, a conocer al escritor, también irlandés, James Joyce, famoso por su obra Ulises (1920).
Samuel Beckett: primeros trabajos
Mientras trabaja como lector de inglés, Beckett se paseaba por los cafés parisinos más bohemios de la época, con la esperanza de conocer a Joyce. A través de un amigo escritor, Beckett terminó conociendo a Joyce y ambos entablaron una larga relación de amistad, con buenas rachas y largos altibajos.
Las excentricidades de Joyce eran normalmente aceptadas por el joven Beckett, pero lo que realmente complicó su amistad fue el amor de Lucía, la hija del escritor de Ulises, quien se enamoró perdidamente del flaco Beckett y que él no pudo corresponderle como ella deseaba. La muchacha entró en desesperación, incluso llegando a sufrir de esquizofrenia tiempo después, y la relación entre autores se fue dañando; sin embargo, un año después de haberse dado un tiempo, el creador adulto y el creador joven reconciliaron su amistad.
Beckett aprendió todo lo que pudo de Joyce y fue colaborador de parte de su obra. A pesar de que el pupilo era el que expresaba más admiración, Joyce llegó a decir que lo que más le gustaba de su aprendiz era su originalidad y sutileza. La primera novela de Beckett se tituló Dream of Fair to Middling Women (1932), que fue rechazada en todas partes. A raíz del fracaso, el irlandés se enfrascó en escribir poesía, que sí le dio cierto éxito.
Esperando a Godot y el teatro del absurdo
En algún momento del año 1938 y principios de los 50, Beckett fue apuñalado y los gastos médicos fueron pagados por su mentor Joyce. El hombre que lo hirió era un proxeneta, del que luego Beckett se refirió como un hombre “agradable y de buenas maneras”. Tras recuperarse, se dedicó de lleno a terminar una trilogía de novelas integradas por Molloy (1951), Malone muere (1951) y El innombrable (1953).
En todo caso, la obra cumbre de Beckett fue, y es en la actualidad, Esperando a Godot (1952), una historia de dos vagabundos que esperan a Godot, un ser de identidad desconocida que nunca acude a la cita. La trama, un bucle de diálogos divagantes, catapultó al autor como uno de los principales exponentes del teatro del absurdo (junto a Eugene Ionesco). En la obra, Beckett hace uso de forma magistral de los elementos que integran la mayoría de su obra: el pesimismo, el sentido de la vida (para él, inexistente), y el existencialismo.
La validez y curiosidad de Esperando a Godot recae, entre muchos otros aspectos, en conocer la misteriosa figura de Godot. Con el estreno y el pasar de los años, muchos estudiosos han intentado explicar quién es ese ser, destacando entre las hipótesis que puede ser Dios o hasta el mismo Beckett, ambas teorías rechazadas por el autor.
Samuel Beckett: vida personal, trabajos humanitarios y muerte
Beckett era conocido por ser un hombre obsesionado con la soledad, en algunas ocasiones hasta hostil, y difícil de tratar. Si bien su pareja de toda la vida fue la jugadora de tenis Suzanne Déchevaux-Dumesnil, con quien contrajo matrimonio en 1962 después de haber sido pareja a partir de la década de los 30, el dramaturgo tuvo numerosas amantes entre las que destacan la heredera Peggy Guggenheim y la editora Barbara Gray.
Suzanne estimuló a Beckett durante toda su carrera para que continuase escribiendo, a pesar de que se peleaban de forma constante y, por temporadas, dormían en cuartos separados.
En 1945 el irlandés volvió a la capital de su país natal para formar parte de la Cruz Roja, en el área de ayuda humanitaria. Durante esta estancia, tuvo una revelación y se encaminó a escribir la obra La última cinta.
En la Segunda Guerra Mundial, la pareja se unió a la Resistencia Francesa, Beckett como mensajero. Al ser descubiertos por la Gestapo, el dúo huye al sur de Francia hacia una pequeña villa, en donde se hicieron pasar por campesinos, mientras ayudaban a esconder a guerrilleros y participaban en operaciones de sabotaje en las montañas. Durante su estadía en la ruralidad, Beckett esbozó algunas historias. Al volver a la capital, el escritor fue recompensado con la Cruz de la Guerra y la Medalla de la Resistencia.
A inicios de los 60, Beckett por fin logró estabilidad económica y viajaba por todo el mundo por actos culturales, promociones y estrenos de sus obras. Incursionó en la escritura de guiones de radio, de cine y televisión. Obtuvo reconocimientos en varias partes del mundo, como el Nobel de la Literatura en 1969.
Suzanne, murió el 17 de julio de 1989. Beckett se unió a ella en la aventura cinco meses después, el 22 de diciembre de 1989, por un enfisema pulmonar. Antes de morir, el escritor comentó que todo su éxito se lo debía a su mujer.
Habiendo logrado todos los éxitos, Beckett se diluyó en la inhóspita nada, esa que abarcaba el prisma de cómo veía la vida y escribía sus obras. Se transformó en una pequeña partícula de ese minimalismo que predicaba con vehemencia… no sin antes convertirse en uno de los intelectuales más importantes del siglo XX.
Con información de La Voz de Galicia / Wikipedia / Al Navío / YouTube / Imagen: Wikimedia
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