Por Daniel Colombo | Las situaciones críticas de la vida nos exponen al enorme desafío y oportunidad, al mismo tiempo, de transformarnos.
Justo en el que podemos interpretar como “el peor momento”, aparece la cualidad de la resiliencia, la capacidad regenerativa innata en todos los seres humanos.
Incluso las personas que se autodefinen como débiles, o aquellos que se sienten limitados pueden resurgir.
“Resiliencia” viene de “Resiliere”, rebotar, tomar impulso. Y justamente eso: una oportunidad que nos da la vida para salir de nuevo a flote, para renacer como un ser nuevo: mi nuevo “Yo”.
Las fases de momentos de desafíos
La resiliencia suele ser consecuencia de lo que vivimos como un duelo, una pérdida en algún aspecto de la vida, y sabemos que problemas hay de distinto tipo, y en general, muchos de ellos son gestionables; esto significa que ya pierden su carácter de “problema” porque podemos hacer algo.
Con esto quisiera invitarte a reflexionar que no todo es una crisis desafiante en extremo, si -en mayor o menor medida- se puede resolver; si lo vemos fríamente, así pasarían a ser “asuntos a gestionar”.
Situaciones extremas y momentos límite son otra cosa, porque cuando hay situaciones que escapan de nuestro dominio, nos encontramos ante el enorme desafío de transformar lo único posible: nosotros mismos.
“Cuando ya no tenemos posibilidad de cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”. Esta frase ejemplifica con contundencia el poder de la actitud que tenemos los seres humanos. Pertenece a Viktor Frankl, neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco que estuvo preso en los campos de concentración y creó la logoterapia, una corriente psicológica. Es autor de un libro maravilloso que te recomiendo: “El hombre en busca de sentido”.
Puestos en la situación, incluso cuando previamente hayas pensado que no podrás atravesar los desafíos verdaderamente contundentes, sacas fuerzas de no sabes dónde y allí estás, paso a paso, reconstruyéndote. Esa fuerza es la resiliencia.
Generalmente en momentos así deberás transitar algunas fases que se pueden identificar. Comparto aquí las de mi propia experiencia:
1) Incertidumbre y confusión. Todo es incierto y eso crea un torbellino emocional, de miedos y de sensaciones desconocidas en base a la no certeza acerca de prácticamente nada. Por eso nos aferramos al último hilo de esperanza que quede, porque es lo único con que contamos.
2) Desconcierto: Es tal el caos reinante por dentro y por fuera, que las ideas se amontonan en la cabeza; los fantasmas de la sombra negra que todos tenemos se agigantan, y sentimos que no sabemos cómo salir de esa situación, ni cómo van a resultar las cosas.
3) Oposición y aislamiento: En esta etapa aparece cierto impulso a la rebeldía respecto a lo que estamos viviendo, incluso a la impotencia que se siente. Muchas veces es definida por frases como “qué injusta que es la vida” o “por qué a mí”, apareciendo un rasgo de victimización producto del enorme deterioro físico, mental y de nivel espiritual que se está viviendo en el desajuste. El aislamiento aparece por más que estemos acompañados: es posible que haya momentos profundamente introspectivos; el meterse para adentro es una característica de esta fase.
4) Rabia y tristeza: ambas, combinadas, producen un cocktail emocional que puede expresarse como ira, enojo, y momentos de gran debilidad física y mental para afrontar los problemas. Recuerda que siempre hay que consultar con el especialista de salud que corresponda.
5) Adaptación: al final de esta secuencia aparece el coeficiente de adaptación, una habilidad ancestral de los seres humanos, que parte del cerebro reptiliano que todos tenemos: afrontar o huir de las situaciones. La adaptabilidad es la posibilidad de ir encontrando la mejor forma de afrontar lo que estamos viviendo, y, desde ese lugar, empezar a gestionar pequeños movimientos sigilosos, que, como primeros indicios, nos mostrarán que hay una posibilidad de salir de esto que tanto nos preocupa.
7 claves para salir fortalecidos de la adversidad
Es momento de compartir siete ideas prácticas para ayudar a fortalecernos incluso en las experiencias más adversas. Cada uno encontrará el cómo; aquí las señalo sólo como un punto de referencia para que puedas considerarlos. Por favor, recuerda que necesitas validar cada experiencia por ti mismo.
Primera: Reconocer lo que me pasa
Es un gran paso el tomar consciencia de lo que estoy viviendo en toda su dimensión, por dolorosa o difícil que se presente. Así como las emociones y los sentimientos se generan en la mente subconsciente, es la mente consciente la que hace este proceso de reconocimiento, de las ideas y los pensamientos. De la vibración de esos pensamientos dependerá el resultado final. Al principio estará teñido del matiz de la emoción dominante; luego, irá abriendo paso a mayor claridad y consciencia con ideas y alternativas.
Segunda: Asimilar
Este paso es fundamental, porque como se trata de un proceso, no es posible resolverlo en forma instantánea; ni siquiera saltarse pasos. La asimilación se cocerá a fuego lento, como los buenos sabores. Tu cerebro buscará lo “similar” en tus experiencias vividas, para ayudarte a “asimilar” esto nuevo que estás atravesando.
Si le das la indicación adecuada de enfoque atencional a tu mente subconsciente, te irá trayendo respuestas apropiadas para tu crecimiento y aprendizaje de esto que vives.
Posiblemente la asimilación empiece como un diálogo rumiante interno, luego se exteriorizará en charlas, en escribir o en mensajes con otras personas; y desde allí es progresiva la posibilidad de reconstruirse como un ser nuevo. Es fundamental darse tiempo.
Tercera: Aceptación versus sufrimiento
La aceptación aparece cuando sabemos que no podemos cambiar determinadas cosas, y que nuestra influencia sobre ellas es nula. Entonces quedan dos caminos: darse por vencido o afrontarlo. Si eliges este último (que es el que te sugiero con mucho entusiasmo), acepta todo, porque todo lo que no aceptas se traduce en sufrimiento. En cualquier caso, es tu elección. Siempre hay una elección disponible. Incluso no elegir (o dejar que otros elijan por mi) es una elección.
Aquí aparece el factor responsabilidad. Nadie lo hará por ti, así como nadie puede sentir lo que estás sintiendo. La responsabilidad personal sobre tu vida se asume al 100%, o no. Es indelegable.
Cuarta: Red de contención
En circunstancias de enormes desafíos, la resiliencia se ve ayudada por algunos factores externos, como contar con un pequeño equipo de salvataje que estarán disponibles para escucharte o simplemente, acompañarte en silencio.
Estas personas especiales necesitan saber del momento que estás viviendo; sería recomendable que se abstengan de dar consejos salvo que tú se los pidas; y que, a su vez, activen el “Código X” como me gusta llamarlo, que es una palabra que expresarás cada vez que te sientas en el borde. Allí estará esta brigada especial para contenerte y ayudarte, sin juicios ni interpretaciones. Simplemente estarán.
Quinta: Mantener la rutina que puedas
Una vez que transites esas fases, la invitación es a que incorpores una rutina a tu medida y que vuelva a conectarte con tus pasiones y anhelos.
Por pequeños que sean los pasos que des, ese sueño, ese objetivo, esa meta te irán devolviendo el entusiasmo perdido. Esto sucederá en forma paulatina. Por ejemplo, algo que he hecho en circunstancias extremas de mi vida, es conectar con la lectura, que tenía abandonada. Y pasé de leer puros libros profesionales a las novelas de ficción. Me tienen atrapado hasta la actualidad.
No te esfuerces; cada pequeño paso es importante porque indica que estás avanzando: desde levantarse de la cama y lavarte los dientes o bañarte, hasta dedicar un tiempo a escuchar música, todo cuenta.
Sexta: Plantéate alguna meta
Llegará un momento en que pensarás “¿Qué puedo hacer con lo que está presente?” Reconócete en tu fortaleza interna, así como en la debilidad que tuviste que pasar para llegar a este punto.
Aquí sugiero que evalúes algunas alternativas, y que elijas alguna meta por pequeña que sea para que puedas trabajar en ella a tu ritmo. Por ejemplo, tomar un curso online de un tema que te apasione o pensar, anotar y practicar cómo mejorar en algún aspecto de la vida que quieres tener de ahora en más.
Séptima: Accionar
Luego queda seguir dándole lo más fuerte que puedas a los pasos que aquí he compartido, especialmente desde el cuatro en adelante.
El mantener tu mente enfocada en la solución que estás creando -no ya en el problema como en la fase inicial que describí al comienzo- te dará energía suficiente para empezar a actuar de otra manera.
El accionar también es un proceso gradual, de menor a mayor, hasta que va a llegar el día en que sientas que lo has superado, lo has logrado -y no sabrás bien cómo-.
En el camino quedará el sufrimiento, el miedo, el desconcierto, la tristeza y todas las emociones que atravesaste. No digo “que enfrentaste” porque eso da idea de lucha y de pelea. Y aquí se trata de atravesar, de ir a través de la situación desafiante lo más fuerte posible.
Así, volverás a nacer. Un renacer completo, transformador y resiliente, preparado para la siguiente experiencia con la que te sorprenda la vida.
Foto: Shutterstock
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