Por Daniel Colombo | Hoy vamos a hablar de las mentiras que decimos las personas. Y sobre esto, hay muchos datos para aportar.
El cerebro de las personas mentirosas o expertas en engañar, opera como una compleja maquinaria en la que diferentes áreas cerebrales y neurotransmisores trabajan en conjunto para generar y detectar mentiras.
A través de la resonancia magnética funcional y estudios sobre neurotransmisores, los científicos han logrado arrojar luz sobre los procesos cerebrales implicados en la mentira. En estas investigaciones se observa claramente áreas activadas más que otras cuando se produce una mentira, o se la recibe.
Como seguramente empiezas a darte cuenta mientras vas leyendo, la capacidad de mentir es una habilidad humana compleja que implica una serie de procesos cerebrales delicados y variados, en combinación con variados factores psicológicos.
En este artículo conocerás cómo funciona el cerebro de los mentirosos, desde las áreas cerebrales involucradas hasta los neurotransmisores que desempeñan un papel crucial en la mentira.
Algunos datos
Decimos un promedio de 2 mentiras al día, según un estudio del Journal of Basic and Applied Social Psychology (Diario de Psicología Básica Aplicada) Otras fuentes dicen que son 4 y hasta 20 en personas con ciertas patologías.
La patología específica se llama mitomanía, también conocida como pseudología fantástica o mentira patológica. Es un trastorno psicológico caracterizado por la mentira compulsiva, sin un motivo aparente y sin obtener beneficios tangibles. Las personas con mitomanía mienten de forma exagerada, fantasiosa y repetitiva, incluso sobre cosas pequeñas e irrelevantes.
Los hombres mienten más que las mujeres: según las situaciones y contextos, lo hacen 6 veces por día, mientras que ellas, 3 veces.
Mentiras por edad: Se ha estudiado que los jóvenes mienten más que los adultos. Un estudio de la Universidad de Massachusetts encontró que el 92% de adolescentes mienten a sus padres al menos una vez al día.
En el trabajo: Las mentiras son muy comunes, especialmente en entrevistas o para eludir responsabilidades.
Y también están las llamadas “mentiras piadosas” que buscan limpiar situaciones o evitar conflictos, y las malintencionadas, que dañan o hieren.
Así funciona el cerebro en la mentira
La mentira es un proceso complejo que involucra diferentes áreas del cerebro. Según estudios realizados con resonancia magnética funcional, se ha descubierto que hay cinco áreas cerebrales que se activan de manera diferente cuando alguien miente en comparación con cuando dice la verdad.
Estas áreas cerebrales son:
Corteza prefrontal dorsolateral: Esta área está involucrada en la planificación y elaboración de la mentira.
Cíngulo anterior: Se encarga de detectar los errores y las incongruencias en la mentira.
Ínsula: Procesa las emociones negativas, como la vergüenza, culpa y disgusto.
Hipocampo: Participa activamente en la recuperación de información para evitar ser descubierto.
Amígdala: Esta área se encarga de las emociones, como la ansiedad. Se activa cuando la persona siente temor a ser descubierta en su mentira.
A su vez, para elaborar y ejecutar una mentira, hay otras dos áreas que pueden intervenir: el tálamo, que procesa la transmisión de la información sensorial al resto del cerebro; se activa cuando están los elementos de la mentira listos para procesar; y el lóbulo temporal, que se encarga del lenguaje y la memoria verbal (se activan cuando se formula verbalmente una mentira).
Hay que aclarar que la actividad cerebral de estas áreas no es sinónimo de que la persona mienta, porque las mismas se activan, a su vez, en otras funciones y situaciones.
Los mensajeros químicos en la mentira
La mentira también implica una compleja interacción de neurotransmisores, que son mensajeros químicos en el cerebro que modulan las funciones cognitivas, emocionales y de conducta relacionadas con el engaño.
Sin necesidad de que recuerdes los nombres, aquí se mencionan para que puedas observar la complejidad neurológica que encierra el acto de mentir:
Dopamina: Se asocia con la recompensa, la motivación y el placer. Niveles elevados de dopamina pueden impulsar la búsqueda de beneficios personales a través de la mentira.
Glutamato: Juega un papel en la planificación y control de la conducta durante la mentira.
Serotonina: Regula el estado de ánimo, la impulsividad y la toma de decisiones.
Noradrenalina: Se libera en respuesta al estrés y aumenta la atención, la vigilancia y la respuesta de lucha o huida.
Acetilcolina: Participa en la memoria, la atención y el aprendizaje. Es fundamental para la recuperación de información durante la mentira.
GABA: Es el principal neurotransmisor inhibidor del cerebro y ayuda a controlar la ansiedad y la impulsividad.
Como si fuesen instrumentos de una orquesta, deben funcionar bien afinados y al mismo tiempo, para que se produzca el acto de la mentira.
Qué pasa en el cerebro de quien recibe la mentira
Una vez que se plantea una hipótesis de mentira, el cerebro de la persona que recibe la información entra en acción para discernir si es verdadera o no. Este proceso, aunque es rápido y automático, involucra una serie de áreas cerebrales y funciones cognitivas que trabajan en conjunto como un sistema de “contraespionaje”.
La detección de incongruencias es la primera línea de defensa del cerebro para detectar una mentira: El cerebro busca si la información recibida se ajusta a lo que ya se conoce, a las experiencias pasadas y al modelo del mundo de la persona. Si algo no encaja, se activa una señal de alerta.
A su vez, el análisis del lenguaje, las palabras elegidas, el tono de voz, la fluidez del discurso y las expresiones faciales también juegan un papel importante en la detección de mentiras. El análisis conjunto de estos elementos lleva a una decisión sobre la veracidad de la información, que puede ser consciente o inconsciente.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que este proceso no es infalible y que las personas pueden ser engañadas por mentiras bien elaboradas o por personas con habilidades entrenadas.
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