Por Pónganse a Leer | Albert Camus dijo que “No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicido”, lapidario Camus, pero lleno de razón también.
¡Esto es Pónganse a Leer con Pedro Julio!, un espacio de divulgación de la lectura. En él nos encontramos para hacer apología de este vicio maravilloso que nos une y nos consume a todos los que andamos por aquí, la lectura.
Hoy en pónganse a leer con Pedro Julio hablaremos del suicidio; teniendo como punto de partida a algunas grandes escritoras que decidieron quitarse la vida.
El suicidio
El suicidio es un tema álgido, sensible y delicado, que yo tengo una historia con este tema que me voy a reservar porque son cosas que uno no supera con facilidad, y que nada de lo que se mencione aquí tiene intención de ofender a nadie. El suicidio es un flagelo que debemos atender y prevenir.
Técnicamente el suicidio es el acto de quitarse deliberadamente la vida por mano propia, es decir, una persona decide poner fin a su vida de forma intencional.
Hay muchísimas causas por las cuales una persona puede tomar la decisión de quitarse la vida, pero los especialistas, los psicólogos y psiquiatras coinciden en que las más frecuentes son: una desesperación generada por el padecimiento de alguna enfermedad física grave; también los trastornos mentales, como la depresión, la bipolaridad, o la esquizofrenia; otra causa es alcoholismo o el abuso en el consumo de ciertas sustancias; otra causa puede ser el trastorno de estrés postraumático o un historial de abuso sexual, físico y emocional; también puede que los problemas financieros o problemas personales motiven a alguien a pensar que vivir ya no tiene sentido y no vale la pena.
Cuando una persona decide quitarse la vida lo hace en parte porque ya está cansada de lidiar con una situación que no pudo controlar.
El suicidio es una acción humana universal, en algunas épocas fue perseguido y sancionado, se le condenaba a quien intentaba quitarse la vida. Sin embargo, en otras civilizaciones se ha tolerado el suicidio.
Quizá el caso más antiguo registrado que tenemos de un suicida lo encontramos en la Biblia, Judas Iscariotes. Después de traicionar a su maestro decidió quitarse la vida; Judas se ahorcó… aunque hay otro pasaje que cambia la cosa, el suicidio de Judas es la versión más conocida.
Las civilizaciones prehispánicas, como los mayas, tenían una diosa del suicidio que era esposa del dios de la muerte, se llamaba Ixtab. Para ellos, el suicidio representaba una forma de morir supremamente honorable.
Otro pueblo que considera el suicidio como una forma de morir honorable, es el pueblo de Japón, que lo asocia con el respeto a las costumbres. Por ejemplo, si una persona cometía una falta grave, se autoimponía como sanción el suicidio, y para esta sociedad estaba bien visto.
Para los cristianos no hay nada de honor en quitarse la vida, porque es un acto que contraviene a Dios, y todo lo que vaya en contra de Dios es pecado mortal.
Para la filosofía, el suicidio plantea preguntas realmente difíciles que los filósofos han respondido de diversas formas. Por ejemplo, como mencioné al inicio de este episodio, el ganador del nobel de literatura Albert Camus, utilizó el suicidio para reflexionar sobre el sentido de la vida desde una posición existencial en el ensayo «El mito de Sísifo».
El dilema del suicidio, plantea también la reflexión acerca de si es una solución o si la vida ofrece soluciones al problema de la vida misma. El suicidio es difícil de delimitar, porque según las características que se consideren o no como constitutivas del acto suicida, hay ciertas acciones que pueden quedar fuera.
Según estudios, los hombres son más propensos a suicidarse que las mujeres; pero las mujeres se inclinan más por el intento de suicidio.
Helene Schumacher, en su artículo ‘¿Por qué hay más hombres víctimas de suicidio, aunque más mujeres lo intentan?’, menciona que los datos de la OMS muestran que casi el 40% de los países registran más de 15 suicidios por cada 100.000 hombres y solo 1,5% tienen una tasa mayor entre las mujeres. La vicepresidenta de la Fundación Estadounidense para la Prevención del Suicidio, la psicóloga Jill Harkavy-Friedman dice que: «Desde que se llevan estos registros, se ha visto esta disparidad».
Escritoras suicidas
La gran Marguerite Duras, dijo:
“El suicidio está en la soledad de un escritor. Uno está solo incluso en su propia soledad. Siempre inconcebible. Siempre peligrosa. Sí. Un precio que hay que pagar por haber osado salir y gritar”.
Esa soledad, que se tiene por compañera inseparable de los escritores, también lo es para las escritoras, a las que a menudo tenemos por mujeres solitarias y misteriosas, que encuentran en la escritura un vehículo para expresar sus emociones y un espacio de libertad.
Muchas escritoras, tuvieron que pasar por momentos tormentosos y soportaron en su mayoría solas, experiencias de vida que, si bien sirvieron de inspiración para algunas obras, también causaron mucho dolor en ellas.
Aquí compartiremos el testimonio de algunas escritoras que decidieron quitarse la vida, compartiremos también algunas obras fundamentales para acercarse a ellas.
Virginia Woolf
Virginia Woolf, nació en Londres, en enero de 1882, en el seno de una familia compuesta. Su padre tenía una hija de un matrimonio anterior y su madre tenía 3 hijos de su primer matrimonio, entre los dos procrearon 5 hijos.
Las primeras obras de Woolf dan cuenta de una intención marcada y clara para llevar la narración de las novelas hacia más allá de los límites impuestos por los cánones de la época; como en ‘Fin de viaje’ de 1915, que nos lleva a la travesía de autodescubrimiento de su protagonista Rachel Vinrace. ‘Las reflexiones de Rachel que va en el barco de su padre rumbo a Suramérica’, es una de las novelas más inteligentes y satíricas de todos los tiempos.
También de esta época son: ‘Noche y día’ (1919) y ‘El cuarto de Jacob’ (1922).
Luego entramos en la fase de consolidación del estilo de Woolf. En las obras de esta época logra expresar los sentimientos más íntimos de los personajes, y a través del empleo de metáforas y símbolos refleja algunos efectos psicológicos; de este periodo encontramos: ‘La señora Dalloway’ (1925), ‘Al faro’ (1927; ‘Las olas’ (1931) y ‘Orlando’ (1928).
En el ensayo ‘Una habitación propia’ (1929), hace una crítica a la poca valoración de los derechos de la mujer, sobre todo el acceso de las mujeres a la educación.
Virginia Woolf se quitó la vida el 29 de marzo de 1941. Lo hizo rellenándose los bolsillos del vestido con piedras y zambulléndose en el río Ouse.
Virginia dejo una carta de despedida a su esposo, en la que se lee:
“Creo que voy a enloquecer de nuevo. Siento que no podemos atravesar otro de esos tiempos horribles. Y esta vez no me recuperaré. Comienzo a escuchar voces y no puedo concentrarme. Así que voy a hacer lo que creo que es lo mejor” …
Virginia nunca superó las consecuencias del abuso sexual que sufrió a manos de dos de sus medio hermanos. Desde niña empezó a mostrar problemas psicológicos que se agudizaron con la muerte de su madre y una de sus hermanas y luego su padre. Ingresó varias veces a centros de salud mental.
Hoy en día se considera que Virginia Woolf padecía un trastorno bipolar con fases depresivas severas. Intentó quitarse la vida antes de lograrlo en 1913, ingirió cien gramos de veronal.
Josep Reixach Sadurní, en un artículo publicado en la revista de Historia de la National Geographic, titulado “Virginia Woolf, una escritora atormentada”, dice que y cito textual:
“Algunos médicos que la trataron, atribuyeron a la escritura sus problemas de salud. Algunos le recomendaron incluso que lo dejara, ya que los brotes más fuertes que sufría, que en su diario ella definía como «la ola» y «el horror», se producían tras el gran esfuerzo que le suponía escribir. A pesar de estas recomendaciones, Virginia siguió escribiendo, aunque a veces tuvo períodos de inactividad. Gracias a que no dejó de hacerlo, nos ha legado una obra sorprendente, vasta y original”.
Virginia no les hizo caso, estaba convencida de que era imperioso que las mujeres escribieran, y que era necesario que cada vez hubiera más mujeres que escribieran. Hacía énfasis en la diferencia de estilos con los caballeros, de hecho dijo que «Sería una lástima terrible que las mujeres escribieran como los hombres, o vivieran como los hombres, o se parecieran físicamente a los hombres, porque dos sexos son ya pocos, dada la vastedad y variedad del mundo; ¿Cómo nos las arreglaríamos, pues, con uno solo? ¿No debería la educación buscar y fortalecer más bien las diferencias que no los puntos de semejanza?».
Alejandra Pizarnik
Alejandra Pizarnik, nació en Avellaneda, una ciudad de la provincia de Buenos Aires, en abril de 1936, en el seno de una familia de inmigrantes de Europa oriental.
Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y, luego pintura. En la década de los 60 del siglo pasado vivió en Paris, en la ciudad luz trabajó en algunas revistas y editoriales francesas, estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona y tradujo también obras de poetas franceses.
Cuando regresó a Argentina, publicó tres de sus principales volúmenes, ‘Los trabajos y las noches’ (1965), en donde deja constancia de su rigor a la hora de construir versos. Para Alejandra la poesía es también arquitectura, de manera que construye con las palabras, haciendo énfasis en el ritmo y espacialización, que es el proceso en el que se transforma una cualidad o entidad no espacial en espacial.
Luego en 1968 publica ‘Extracción de la piedra de locura’ (1968), en este volumen, Pizarnik se pone filosófica, utiliza el nombre de una pintura de El Bosco, para reflexionar en sus poemas acerca de los símbolos que representan el abismo de las emociones y hasta esboza una mitología particular.
Y finalmente en 1971 publica ‘El infierno musical’ (1971), en el que perfecciona la palabra como medio para exorcizar su realidad.
Alejandra Pizarnik sufrió varios episodios depresivos durante toda su vida, su suicidio fue anunciado, acumulaba una tristeza inconmensurable desde la infancia. Se sentía muy sola, de hecho, el suicidio es un tema recurrente en su obra, y lo expresa de distintas formas, a veces literal otras veces metafórica.
Alejandra Pizarnik se quitó la vida a los 36 años, había sido ingresada en un hospital psiquiátrico de Buenos Aires, y aprovechó un permiso de salida del hospital psiquiátrico de Buenos Aires para hacerlo. El 26 de septiembre de 1972, ingirió una sobredosis intencional de seconal, un barbitúrico, que se usa como sedante para tratar la angustia y la ansiedad, por sus efectos inhibitorios del sistema nervioso.
Sylvia Plath
Sylvia Plath, ha sido considerada una de las máximas exponentes de la poesía confesional.
Plath, nació en octubre de 1932 en Jamaica Plain, Massachusetts, Estados Unidos, era de origen austriaco-alemán y creció en una familia de la clase media trabajadora.
Estudió en la Universidad de Smith y, luego gracias a que consiguió una beca Fulbright pudo estudiar en la Universidad de Cambridge.
En 1956, conoció al poeta británico Ted Hughes, ese mismo año se casaron en Londres.
Sylvia Plath empezó a publicar en la década de los 60 del siglo XX, lo primero que vio la luz fue ‘El coloso’ (1960), en el que se trasluce su estilo meticuloso. Luego, cinco años después, publica Ariel (1965), que está considerado como su mejor libro de poemas, aquí hay mucho ensimismamiento, su poesía hace apología del recogimiento en la intimidad de sí misma, de un desentendido del mundo exterior.
En 1963 publica la novela ‘La campana de cristal’ (1963), lo hace bajo un seudónimo, se hace llamar Victoria Lewis, en esta novela de corte autobiográfico, Plath nos lleva por un camino descendente que transita la protagonista que lidia con una enfermedad mental, muy parecida a la de la propia Sylvia, que hoy se piensa, pudo ser un trastorno bipolar o una depresión.
Sylvia recibió terapia contra la depresión, y a finales de agosto 1953, intento suicidarse ingiriendo una sobre dosis de las pastillas para dormir de su madre.
A principios de 1963, 10 años después, mientras vivía en Londres, agobiada por la precariedad económica y dedicada por entero a la poesía, Sylvia dejó a sus dos hijos Frieda y Nicholas (que tenían tres y un año respectivamente) dormidos, y metió la cabeza en el horno para quedarse ella dormida también con el efecto del gas.
Sylvia Plath se quitó la vida como ya les decía en 1963, pero en 1982, se ganó el premio Pulitzer, por la calidad de su obra confesional, de sus poemas en la que plasma sus luchas internas y sus depresiones en sus Poemas completos, editados por su viudo en 1981.
También se editó su correspondencia entre 1950-1963, de manera póstuma, al igual que ‘Cruzando el agua’ (1971), ‘Árboles de invierno’ (1972) y ‘Johnny Panic y la Biblia de sueños’, libro de cuentos.
Despedida
Gente, nos agarró el sereno, de manera que vamos a hacer un corte, y en el próximo episodio de pónganse a leer con Pedro Julio abordaremos a la argentina Alfonsina Storni, la chilena Teresa Wilms Montt, la estadounidense Anne Sexton y la venezolana Miyó Vestrini.
Todas estas mujeres son ahora estrellas luminosas en el firmamento de los escritores y poetas, sus obras son oro molido, que merecen ser devoradas por ustedes y recordadas por sus producciones de altísima calidad.
Sin embargo, el hecho de que estas mujeres decidieran quitarse la vida siendo realmente talentosas debe despertar en nosotros un sentido reflexivo. El suicidio es un problema de salud pública importante, pero muchas veces está debajo de la alfombra, porque el suicidio está rodeado de estigmas, de mitos, de tabúes.
Según la OMS, cada año, más de 700.000 personas se quitan la vida tras numerosos intentos de suicidio, lo que corresponde a una muerte cada 40 segundos.
Cada caso de suicidio es una tragedia que afecta gravemente no sólo a los individuos, sino también a las familias y las comunidades.
Por eso hay que sensibilizarse, hay que estar atentos también a las señales, hay que ser empáticos y tender la mano, hoy puede ser mi hermano, mañana puedo ser yo.
Nos escuchamos pronto para seguir con las escritoras suicidas, pero antes les recuerdo la consigna, ya la saben ustedes, pónganse a leer.
Imagen de portada: Shutterstock
--
--