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Pensamiento catastrófico: cuando todas las películas que te haces son de terror

Pensamiento catastrófico: cuando todas las películas que te haces son de terror

Por Daniel Colombo | ¿Conoces personas que siempre están presagiando un desastre, y que, tras lo malo, anticipan lo peor? ¿O viendo siempre la parte negativa de todo? Seguro que sí: son personas caracterizadas por el pensamiento catastrófico.

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Se trata de una característica relacionada con una fantasía anticipatoria negativa sobre prácticamente todos los aspectos de su vida. Porque no se trata sólo de ser pesimista ante circunstancias adversas, sino que se lo asume como una postura de vida: el filtro y el foco desde el que se vive está teñido de catástrofe.

Todo su modelo mental está diseñado para producir respuestas, comunicaciones y generar impactos de ese tono emocional, por lo que la vida para ellos, realmente, parece ser un calvario permanente.

En el pensamiento catastrófico se tiende a exagerar el resultado negativo de absolutamente todo, cosa que, aunque más no sea por un simple cálculo de probabilidades, no sucede jamás.

Lo significativo es que por más que el hecho jamás haya ocurrido de la forma que imagina, ese pensamiento se vuelve recurrente y provoca sufrimiento. Como no puede incorporar la evidencia simple de que lo que fantasea no ocurre, sigue con su tendencia irrefrenable de multiplicar exponencialmente los pensamientos trágicos.

Una reacción que tiene su origen

La mirada negativa que tiñe todo puede provenir de rasgos de la experiencia de vida, la forma en que cada persona fue educada y por la imposibilidad de conectar con otras realidades constructivas y positivas.
Por ejemplo, si te han enseñado desde la primera infancia que el mundo es un lugar hostil y peligroso, la reacción de miedo será lo natural, y asumirás que tu pensamiento tremendista es más que razonable. En definitiva, hilando más fino, podrías pensar que, si así son las cosas en el mundo, vivir no valdría la pena.

En ese caso, por más que su entorno, como la familia y amigos, o del trabajo, le muestren ejemplos superadores, la persona no puede conectarse de manera contributiva en su mente subconsciente, porque está de alguna forma programada para ver todo en forma catastrófica. De modo que esa es la realidad que autoconstruye, comunica y vivencia.

En la época prehistórica para sobrevivir, los humanos desarrollaron el instinto reptiliano de afrontamiento o huida de los peligros reales o potenciales. El reaccionar con una respuesta defensiva es natural -por ejemplo, de vez en cuando ser pesimista respecto a alguna situación-; aunque es poco conveniente asumirlo como modalidad de vida.

En general, esta reacción se presenta ante situaciones que despiertan incertidumbre, miedo, o poca certeza de algo, y ambigüedad. En ese contexto, el sesgo cognitivo produce esa respuesta automática de enfoque negativo sin siquiera dar espacio para observar lo que pasa e integrar otras miradas interiores. La psicología y la psiquiatría, que son las dos ramas apropiadas para ayudar a elaborar y superar los pensamientos catastróficos, indican que suelen tener componentes marcados de signos de depresión en distintos grados y de ansiedad.

5 formas de encauzar los pensamientos catastróficos

Teniendo en cuenta en primer lugar que la consulta con el especialista en salud mental es ineludible, estas cinco maneras pueden servir de apoyo para momentos eventuales donde te sientas en estos estados:

  1. Distraer la mente ni bien empiezas a producir el pensamiento tremendista
    Desde el plano consciente mental, ni bien reconozcas el estado interno de este tipo de proceso de pensamiento llevarás tu atención hacia otra cosa (por ejemplo, música, una tarea específica, cambiar de lugar físico donde estés, dar una vuelta por una plaza).
  2. Escritura libre
    Esta técnica sencilla permite soltar y canalizar todo lo que acumulas por dentro en ese momento; es una catarsis escrita. Toma bolígrafo y papel y escribe palabras inconexas durante unos cuantos minutos. Liberarás esa tensión catastrófica interna poniéndola por escrito, sin necesidad de hacer una redacción: es sólo un método de descarga.
  3. Meditación y atención plena
    Las técnicas de meditación han demostrado ser útiles para reconducir los pensamientos de todo tipo, silenciándolos. El mejor resultado se obtiene con la práctica habitual. El mindfulness ayuda también a vivir en el presente y gestionar mejor los pensamientos.
  4. “Freezar” el pensamiento por 30 minutos
    Se trata de frenar el impulso y, conscientemente, dejarlo stand by por media hora; las investigaciones de psicólogos afirman que disminuye el período de preocupación, y por lo tanto, puede aliviarte.
  5. Concentrarse y exagerar con distorsión atencional
    En el momento en que lo observas y eres totalmente consciente, empiezas a crear un patrón de exageración tal, que, si lo observas en perspectiva, como si estuvieses por encima de ese pensamiento, te va a parecer ridículo. Lo has distorsionado atencionalmente. La terapia paradojal o de exposición trabaja sobre principios de alguna manera parecidos: expone a la persona al estímulo que le genera determinado impacto, y, al hacer una rutina continuada de exponer a la persona a ese estímulo atemorizante, se atenúan los efectos adversos que eso le provocaba.
  6. Aceptación con visualización creativa
    Las técnicas de visualización con tu mente creativa también pueden apoyarte. Puedes crear una afirmación breve y en positivo que repetirás tantas veces como puedas (por ejemplo “Yo soy… Yo estoy…” (y agregarías los aspectos positivos que quieres desarrollar) te van a ayudar a ir construyendo una mayor confianza en ti y a mirar las situaciones de frente. Allí comienza la aceptación. Las visualizaciones guiadas también pueden ser muy productivas, e incluso te ayudarán a extraer enseñanzas de esos mismos pensamientos: ¿qué quieren decirte? ¿qué experiencia necesitas aprender?.

Foto: Shutterstock

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