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¿Hubo una papisa en el Vaticano? Olimpia Maidalchini la avariciosa mujer que gobernó la Santa Sede  

¿Hubo una papisa en el Vaticano? Olimpia Maidalchini la avariciosa mujer que gobernó la Santa Sede  

Una mujer brillante y llena de codicia, transformó su vida desde la miseria, a la más inmensa fortuna. Su visión futurista la llevó a la posición más elevada que ha logrado una mujer dentro de la Iglesia. ¿Olimpia Maidalchini fue o no amante de un papa? ¿Cuál era su función en el Vaticano? ¿Por qué la llamaban “papisa”? Aquí te contamos todo.

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Una infancia llena de pobreza, la dejó sin muchas opciones

Nació el 26 de mayo de 1591. Olimpia Maidalchini era la mayor de tres hermanos. Su familia siempre estuvo involucrada en la religión. Su madre, Sforza Maidalchini, era hija ilegítima de Sebastiano Gualterio, quien era obispo de Viterbo. Esta carga genética, prácticamente condenaba a la familia a la eterna deshonra y pobreza.

Su madre quería garantizar que su único hijo varón, fuera el heredero de todos sus bienes, por los que forzó a sus hijas a unirse a un convento. Entrar en la vida religiosa parecía ser la salida fácil: tendrían alojamiento, comida y una posición en la sociedad, todo esto sin tener que pagar nada. Pero Olimpia no estaba de acuerdo. Había imaginado un destino diferente para su vida.

Después de pelear contra el pensamiento de su madre, Olimpia conquistó el corazón de Paolo Nini, uno de los hombres más adinerados del pueblo y juntos se casaron en 1608.

El destino le deparó una viudez temprana

Había logrado lo que quería: salió del pueblo, se casó con un hombre adinerado y abandonó el yugo de su madre. Pero el destino no tenía preparado un camino fácil para ella.

Quedó embarazada en dos ocasiones y ambos infantes murieron a los pocos días de nacer. Su esposo, enfermó con la fiebre y murió en 1611. Dejándola viuda y solitaria con solo 20 años.

Olimpia Maidalchini estaba determinada a continuar con su vida y meses después, consiguió casarse con Pamphilio Pamphili, un miembro de la reconocida familia romana Pamphili, muy bien posicionado económicamente, aunque era 27 años mayor que ella. Este matrimonio cambiaría completamente su vida.

De ser una joven sin futuro, a ser la cuñada del papa     

Su nuevo esposo murió poco tiempo después del matrimonio. Le dejó a Olimpia un pequeño niño llamado Camilo y una muy buena posición económica. Ella se dedicó a vivir del comercio de artes y de la maravillosa herencia que había recibido de su esposo, pero el regalo más valioso que le dejó, fue la amistad con su cuñado, Giovanni Battista Pamphili, un cardenal muy conocido de la época.

Giovanni Battista Pamphili era un hombre inteligente, pero muy manipulable. Olimpia se encargó de mover su papado a su gusto. Recibía costosísimos regalos de parte de reyes y miembros de la corte a cambio de favores de la Iglesia – (Foto: «Inocencio X» por Diego Velásquez)-.

Battista aspiraba a convertirse en papa. Olimpia se aseguró de convertirse en su mano derecha y juntos iniciaron una relación muy íntima. Se rumoraba que eran pareja, pero realmente ella era su principal consejera. Con los consejos y el dinero de Olimpia, más los contactos de Battista, rápidamente llegó a ser papa. Transformó su nombre a Inocencio X y así fue como Olimpia pasó de ser una joven sin futuro, a ser la cuñada –mejor amiga, consejera y principal aliada-, del papa.

El nepotismo se convirtió en la bandera de Inocencio X

Olimpia era su mano derecha. Eran amigos, confidentes y era el filtro de todas sus decisiones. Adoptó el papel de asesora en el Vaticano. Los rumores se intensificaron cada vez más. La presencia de Olimpia en la Santa Sede representaba una molestia para los cardenales.

Maidalchini era una mujer escandalosa, llena de ambiciones y al estar tan apoyada por el papa, representaba una amenaza para todos los residenciados en el Vaticano. Se sabía abiertamente que era ella quien tomaba todas las decisiones importantes.

Pese a que era su principal asesora, Maidalchini no tenía cargo alguno en el Vaticano, por lo que en 1645, en agradecimiento a sus favores, el papa la nombró Princesa de San Martino de Cimino. Le otorgó una abadía en ruinas cerca de su pueblo natal y ella se encargó de reconstruirla y decorarla como el palacio de sus sueños.

Hace poco se consiguió un cuadro de Olimpia Maidalchini , que había sido pintado por el grandísimo pintor español Velázquez en 1650. Ella misma le había hecho el encargo. El cuadro pasó tres siglos perdido, hasta que apareció misteriosamente en Ámsterdam y fue subastado por 3 millones de euros – (Foto SOTHEBY’S).

Una mujer que luchaba por las minorías

Su presencia era escandalosa. La tildaban de mujerzuela en los rincones del Vaticano. La reconocían como “la amante” de Inocencio X. A ella poco le importaba su fama. Había logrado entrar en la institución más importante de la época, tenía un título noble y una fortuna creciente.

Maidalchini trabajaba como mercader de arte. Utilizaba sus riquezas para ayudar a las niñas que se encontraban en situaciones vulnerables. Se encargaba de proveer alimentos y leña a los conventos de Roma. Las prostitutas también formaban parte de sus preocupaciones; así las albergaba y las declaraba como parte de su patrimonio, permitiéndoles usar su palacio como refugio, comer de su mesa e incluso, caminar bajo su escudo.

Se dice que en 1644, construyó más de 200 casas que donó a las organizaciones de niñas pobres para que tuvieran un hogar seguro y no tuvieran que dedicarse a la prostitución.

La historia de la papisa Juana, la mujer que logró ser papa

No todo fue color de rosa, todo se tornó gris cuando comenzó la persecución

El papado de Inocencio X no podía ser eterno, pero la fama que ella traía consigo, sí. La llamaban “la papisa” por su gran influencia en el papado, pero su favoritismo no tardó en acabar.

Su opinión dejó de ser la única importante cuando Inocencio X comenzó a relacionarse con el cardenal Fabio Chigi. Ambos iniciaron una relación muy íntima y rápidamente se convirtió en su asesor principal.

Nadie en la Iglesia quería –o respetaba- a Olimpia. Las únicas que se ganaron su admiración fueron las mujeres menos favorecidas de la ciudad. La veían como una especie de diosa por todos los favores que les concedía. Eran las únicas con las que compartía su riqueza – (La pintura es de un autor anónimo).-

Olimpia vio cómo su imperio comenzaba a decaer y actuó rápidamente. Según cuentan las historias, hizo múltiples traslados de los bienes del papa hacia su propio palacio. Comenzaron a desaparecer obras de gran valor dentro del Vaticano e incluso, numerosos lingotes de oro.

Maidalchini sabía que su fin estaba cerca, por lo que se encargó de desvalijar todo lo que pudo. Cuando Inocencio X murió, ella se encontraba en la habitación con él. Se dice que salió con maletas llenas de oro y pertenencias del papa.

Un papa que fue comido por ratones

La parte más trágica de la muerte de Inocencio X, fue que su cuerpo estuvo abandonado por más de 24 horas en su habitación. Olimpia Maidalchini había salido huyendo velozmente del Vaticano, sin informarle a nadie lo sucedido. Cuando los sirvientes entraron al cuarto, el cadáver ya había sido roído por ratones.

El papa no pudo tener un entierro sagrado. Fueron los sirvientes quienes se encargaron de darle sepultura al cuerpo. Olimpia por su parte, se negó a aportar económicamente. Según cuenta la leyenda, cuando le pidieron ayuda respondió: “¿A quién le piden ayuda? ¿A esta pobre viuda?”, y fue así como el papa fue enterrado sin funeral y sin ataúd.

El ‘palpati’ y su labor de tocarle los testículos al papa

¿Qué sucedió con Olimpia tras la muerte del papa?

Fabio Chigi, quien había sido el asesor de Inocencio X, se convirtió en papa. Él conocía perfectamente todas las trampas que había hecho Olimpia Maidalchini y la aborrecía, por lo que ordenó una investigación en su contra. Su propósito era descubrir todas las cadenas de corrupción que ella había iniciado.

Fue sacada del Vaticano y enviada al exilio. Antes de ser condenada por la investigación, Olimpia murió contagiada de la peste. Tenía 66 años. Según cuenta la leyenda, cuando estaba a punto de morir, llenó su ropa y su boca de sus joyas más costosas para que no se las robaran los sirvientes. Sabía que nadie se iba a atrever a tocarla por el riesgo de contagio.

Con información de ABC | ArsMagazine | ElPaís | TheGuardian 

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