El afán de clasificar y el esfuerzo de dar cierto orden taxonómico a la reflexión filosófica puede considerarse un hábito usual entre quienes se atribuyen la aspiración intelectual de sistematizar la historia de las ideas.
Por ello, la identificación de las corrientes de pensamiento se sirve de la tendencia a clasificar pensadores de ideas afines según su adscripción a determinadas escuelas filosóficas. Sin embargo, existen pensadores fuera de catálogo, que bien sea por la originalidad de su ideario o la radicalidad de las posturas sostenidas en vida, se resisten a cualquier presunción enciclopédica.
El pensador alemán, Günther Anders, pertenece a esa estirpe de intelectuales ajenos a cualquier etiqueta. Muchas veces su bien ganada fama de crítico de la tecnología y los procesos de deshumanización ha sido precedida del apelativo de filósofo de la era nuclear. En gran medida, por sus labores sus aportes en la meditación sobre los efectos devastadores de la invención, existencia y fabricación de la bomba atómica en el provenir humano.
A su parecer, el hecho de que la civilización haya derivado en la tenencia de ese poder instantáneo, sobre la vida y la muerte, no puede dejarnos indiferentes. La capacidad autodestructiva alcanzada desborda los patrones conocidos y pone al alcance de la mano la posibilidad de borrar a la humanidad entera de la faz de la Tierra.
El conjunto de ideas de Günther Anders sobre los alcances desmesurados de la energía atómica se condensan en los llamados «Mandamientos de la era atómica». Su propuesta pretendía servir de guía espiritual o argumentos en pro de objeción de conciencia ante la amenaza de apocalipsis nuclear.
Estas sentencias forman parte de los intercambios epistolares entre el filósofo con el piloto estadounidense Claude Eatherly, quien había formado parte de la tripulación a bordo del bombardero Enola Gay durante el ataque a Hiroshima. Este héroe militar rechazó todos los honores militares a su regreso a EE. UU., víctima de remordimientos por su participación en los bombardeos atómicos contra Japón; una vez pasado a retiro, se convirtió en disidente moral y portavoz del pacifismo activo.
La militancia del piloto Eatherly condujo a comportamientos erráticos como asaltar bancos con el ánimo de ser aprehendido por la policía y propiciar su encarcelamiento. Su conducta disidente condujo a su internamiento de por vida en asilos psiquiátricos por orden del Gobierno estadounidense.
La actitud es resaltada por Günther Anders para demostrar que no hay nada inocente en el uso de la amenaza nuclear, tanto en su perspectiva de medio estratégico en los conflictos internacionales como su falsaria concepción de garante de paz global y planetaria.
Lejos de interpretarse como un estéril ejercicio retórico, los mandamientos de la era atómica son un compendio de sentencias morales para hacer frente al compromiso de ofrecer resistencia ciudadana a la amenaza nuclear. De este modo, se mide el impacto de la era nuclear en el hombre común apelando a su toma de conciencia de la gravedad de una época inédita en la historia humana.
Según expresa Günter Anders la proclamación de estos nuevos mandamientos empujarían al examen de conciencia individual en la era nuclear:
I. Tu primer pensamiento al levantarte de la cama debe enfocarse en la existencia del átomo.
La estabilidad del mundo es cosa del pasado, una ilusión obsoleta, todo cuanto te rodea puede dejar de existir y simplemente dejar de ser en cuestión de instantes. El carácter efímero de la vida adquiere mayor peso en nuestra conciencia.
Somos efímeros por nuestra condición de seres mortales, no solo podemos perder la vida, ahora la propia Humanidad podría desaparecer como si toda huella de civilización pudiera borrarse para siempre. La fórmula apocalíptica de la era nuclear extiende la condición efímera de la vida hasta nuevos territorios, en los cuales el mundo y cualquier recuerdo de él, pueden quedar fulminados hasta reducirse a la nada. Tanto el futuro como el pasado pueden desaparecer de la historia. La bomba nuclear inauguró nueva transitoriedad de la vida humana.
II. Tu segundo pensamiento al despertar debe hacerte consciente de que la posibilidad de desatar el apocalipsis está en manos de seres humanos.
Sin embargo, ninguna de las personas, a cargo de esa responsabilidad, saben lo que hacen o pueden escapar de su incompetencia en el manejo del poder nuclear. Esta nueva era de la técnica nos ha empujado a vivir bajo la sombra del abismo existente entre la acción y la imaginación de los efectos de nuestros actos. Las facultades de nuestra imaginación lucen insuficientes para medir el alcance o efectos de la muerte instantánea de millones de personas.
El exterminio en masa rebasa nuestra capacidad de imaginar los efectos reales y demás implicaciones materiales del holocausto nuclear. El carácter desmesurado de los hechos inhibe los criterios haciendo a la mente humana infinitamente más pequeña al poder acumulado tras el dominio de la energía nuclear.
Tu deber moral es reducir esa brecha entre la capacidad de la mente humana de entender y la magnitud monstruosa de los efectos de la guerra nuclear. Todo ciudadano del mundo debe ampliar su imaginación moral para entender los efectos devastadores y reales del uso de armas nucleares.
En el mundo nuclear, marcado por la supremacía tecnológica, el uso de la tecnología para el servicio del bienestar de la Humanidad ha sido una idea desplazada por su reducción a la condición de instrumento del poder.
III. No puedes permitirte la cobardía de huir de la posibilidad de sentir miedo o vivir sin padecer del terror nuclear.
La era nuclear ha hecho accesibles nuevas alternativas de futuro hasta ahora improbables. Es negligente no obligarse a sentir miedo de la magnitud de la amenaza del apocalipsis nuclear. Vivimos en una época incapaz de tener miedo y por eso contemplamos con pasividad los acontecimientos de nuestro presente, sin tener en cuenta el impacto en el futuro de nuestras acciones en el presente.
Evitamos el miedo delegando la decisión de la cuestión nuclear en terceros o manos ajenas, sean de altos dirigentes del gobierno o representantes del ámbito militar. Tener conciencia del problema nuclear es proclamar el derecho a sentir miedo.
Pensar en la guerra nuclear sin sentir que estamos usurpando competencias que no son nuestras o escapan de nuestro ámbito de acción.
Ser conscientes del peligro es aprender a sentir miedo cotidiano sobre la posibilidad monstruosa de acabar con el mundo.
IV. Según Günter Anders la categoría de lo monstruoso se atribuye a cualquier idea, hecho, objeto o criatura cuya existencia trunque la posibilidad de catálogo y su existencia rompa las pautas de clasificación conocidas.
La bomba nuclear es monstruosa en cuanto rompe la categoría de arma por la imposibilidad de usarse como medio factible al servicio de la satisfacción de fines. Su uso como medio queda invalidada porque implica la destrucción absoluta de todo cuanto existe y eso abarca los pretendidos fines perseguidos.
Quienes buscan persuadir sobre el uso de la bomba nuclear como medio mienten a la opinión pública. La fabricación y la carrera nuclear, justificada como medio estratégico de intimidación, es fruto de juegos políticos perversos, ganados a la tarea de usar el fin del mundo en términos tácticos y geoestratégicos.
La justificación de la proliferación de armas nucleares bajo la promesa de nunca utilizarlas es obra de políticos embaucadores. El aprovechamiento del valor táctico de las armas nucleares y la defensa de su existencia como medio al servicio de fines políticos, sin medir los riesgos apocalípticos reales, es una postura inmoral de parte de los detentadores del poder político.
Es un deber moral ciudadano frente al mañana oponerse a esas aplicaciones del poder nuclear.
V. La existencia de armas nucleares no puede dejarnos indiferentes.
El deber moral y cívico es reclamar por un mundo limpio de armas nucleares y obligar a los gobiernos a comprometerse con la Humanidad en renunciar al uso efectivo y poder disuasivo de la amenaza nuclear.
No basta con destruir los arsenales o detener la fabricación de dispositivos nucleares, debe existir el compromiso de renunciar a esa tecnología, eso abarca rechazar el papel asignado al poder nuclear en el ámbito de la política internacional.
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