Por Crónicas de Ares | Derrotada Alemania en la Primera Guerra Mundial y con las sanciones impuestas por el Tratado de Versalles, la inventiva permitió crear nuevas armas que eludieran las prohibiciones de su fabricación. El Alto Estado Mayor germano desarrolló cohetes, que no entraban en el capítulo de prohibiciones impuestas, y convertirlos en un arma bélica que podría inclinar a su favor el peso del potencial militar frente al resto de las demás naciones de Europa. Así nacieron los primeros misiles balísticos dirigidos en la historia, los primeros en hacer vuelos suborbitales: los temidos v1 y v2 nazis.Cuando Alemania inició el rearme secreto tras las sanciones impuestas por el Tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial, no vaciló en servirse de los recursos humanos y técnicos forjados de la disuelta Asociación para el desarrollo de la Astronáutica, en el terreno de pruebas para cohetes que ha estado utilizando en las afueras de Berlín desde 1927.
Al disolverse la sociedad, el gobierno alemán atrajo a algunos de los miembros más destacados de la misma, poniendo a su disposición el centro de Kummersdorf, dirigido por el general Walter Dornberger.
El colaborador más eficiente del general es el joven Wernher Von Braun, antiguo miembro de la asociación astronáutica, que ha optado por la única forma de poder realizar el sueño de su vida, trabajar en los cohetes, aunque no para utilizarlos como vehículos para viajar por los espacios interplanetarios como era su idea original, sino para las aplicaciones bélicas que interesan al país.
Se trataba de inventar, diseñar y construir nuevos tipos de armas, cuya existencia debería mantenerse secreta, capaces de dotar a las fuerzas armadas alemanas de una neta superioridad sobre los ejércitos enemigos cuando se iniciase la guerra, y para ello deberían potenciarse al máximo todas las posibilidades que ofrecían los últimos descubrimientos en el campo de los cohetes propulsados por combustibles líquidos.
Pronto se preparan los planos para la construcción de un cohete de largo alcance, que puede llevar su carga explosiva a más de 200 Kms. de distancia, volando a velocidades superiores a la del sonido.
En 1935, Hitler aprueba el proyecto y decide facilitarles todos los medios para poder llevar a cabo su realización en un lugar secreto que será escogido por el propio Von Braun, convertido en el director técnico del proyecto.
El lugar elegido: una isla del Báltico, Usedom, en la desembocadura del río Oder, lo suficientemente apartada para poder realizar las pruebas a salvo de miradas curiosas y donde se levantarán las instalaciones del Ejército de Peenemünde, de donde saldrían las principales armas secretas empleadas por las fuerzas alemanas.
El Centro de Peenemünde se encontraba sometido a la jurisdicción del Ministerio del Ejército, principal interesado en el desarrollo de las nuevas armas-cohetes y cuyos jerarcas habían gestionado ante el Führer los presupuestos necesarios para su construcción.
Sin embargo, los jefes de la Luftwaffe pensaban que este tipo de armas, al ser utilizadas como elemento de combate aéreo, debían ser adjudicadas a sus centros de investigación y exigían una participación en los procesos de fabricación y puesta a punto de las mismas.
Para satisfacer sus demandas, el Alto Estado Mayor no dudó en concederles una parte de las instalaciones donde se desarrollarían las diversas armas secretas alemanas, y que así quedaría dividido en dos zonas: Peenemunde Este, donde Wernher Von Braun se ocuparía de la dirección de todos los proyectos sobre cohetes para el Ejército, y Peenemunde Oeste, bajo las órdenes directas de Goering, donde se desarrollaría un prototipo de bomba volante, impulsada por un pequeño pulsoreactor que constituiría la primera novedad en el campo de las armas secretas alemanas. Así nacía la famosa v1.
Este aparato, ideado por el técnico aeronáutico Gerhard Fieseler, recibiría primeramente la denominación de Fi-103, para pasar más adelante a hacerse famoso bajo las siglas V-1, correspondientes a Vergeltungswaffe-1, o «arma de represalia».
Este artefacto puede considerarse en esencia, como un avión a reacción no tripulado, cuyo combustible estaba constituido por gasolina mezclada con aire que se hacía detonar en una cámara de combustión, mientras los gases al escapar por la parte trasera del reactor le proporcionaban el impulso necesario para el vuelo.
El motor estaba situado encima del proyectil y comprendía una boca para la admisión del aire en una rejilla del tipo persiana para regular la entrada de éste, el sistema de inyección del combustible, la cámara de combustión y la tobera para la reacción de los gases.
El conjunto tenía una longitud de 8,22 metros de largo y 1,50 m. de diámetro en su parte más ancha, con un peso total de 2.170 kg. de los que 900 eran de explosivos, a base de nitrotolueno y nitrato amónico, que se alojaban la parte delantera del proyectil. A continuación de la carga explosiva venían los depósitos de combustible, 700 litros de carburante, y un sistema de reacción por piloto automático en el que intervenían tres giróscopos y un altímetro. También tenía las pequeñas alas con una envergadura de 5 metros.
Para su lanzamiento se utilizaban rampas de 45 m. de largo, desde las que se catapultaban mediante una carga de pólvora dirigiéndose hacia sus objetivos a una velocidad media de 650 Kms por hora y a una altura de 2.000 metros. Disponía de una autonomía de 250 kms. por lo que era un arma eficaz para bombardear las unidades inglesas más próximas a la costa.
Sin embargo como eran fácilmente detectables por el radar, estos proyectiles eran presa fácil para los pilotos de la R.A.F., quienes, aparte del fuego directo, para derribar el artefacto utilizaban también una arriesgada pero eficiente maniobra a fin de alterar el rumbo del mismo.
El primer proyectil de este tipo cayó el 14 de junio de 1944 en Swanscombe, cerca de Gravesend, causando más pánico entre la población civil que daños materiales reales, y desde entonces hasta el final de la guerra no dejarían de caer sobre Londres.
De las 8.000 bombas volantes aproximadamente que lanzaron los alemanes en este intervalo solamente 2.419 alcanzaron su objetivo causando la muerte de 6184 personas y heridas a 17.981. Otras 2.448 se lanzaron sobre la ciudad belga de Amberes.
La serie de bombardeos sobre las ciudades inglesas mediante las V-1 fueron más espectaculares que efectivos en daños materiales y si bien al principio levantaron grandes esperanzas entre los dirigentes nazis convencidos de que tenían en sus manos el arma que les daría la victoria, pronto vieron que se necesitaba algo más demoledor y eficaz para conseguir aplastar el poderío militar de los aliados.
Entonces se volvieron de nuevo a Peenemunde, pidiendo a los técnicos que allí trabajaban la que debía ser el «arma definitiva»: un cohete capaz de transportar una tonelada de explosivos sobre Londres y que pudiera escapar a los sistemas de detección y a los ataques de los cazas enemigos.
Para lograrlo a tiempo, había que acelerar al máximo los proyectos de Wernher Von Braun y su equipo de científicos, quienes ya en sus experiencias del centro de pruebas de Kummersdorf, los años inmediatamente anteriores a la guerra, habían trabajado con los que serían los predecesores del futuro V-2, cohetes de la serie Aggregate-1 (A-1), propulsados por alcohol y oxígeno líquidos.
Los lanzamientos de prueba del nuevo modelo tuvieron lugar entre junio y octubre de 1942 y finalmente se consiguió que un cohete de 14,5 metros y 12 toneladas de peso, lanzado desde la costa de Pomerania, alcanzase una altitud de 80 kilómetros y cayera a 191 Kms. de distancia.
El proyectil-cohete era una realidad y el gobierno alemán, que hasta entonces había estado de espaldas a tan excitantes experiencias, mostró súbitamente un enorme interés por las mismas, apremiado por los avatares de la guerra que habían cambiado mucho desde los meteóricos éxitos iniciales.
Pesaba 12 toneladas y media en el momento del despegue, de las que un 70 % lo constituía el combustible compuesto por 3.750 kgs. de alcohol etílico y 4.970 de oxígeno en estado líquido. Al contrario de lo que sucedía con las V-1, las V-2 eran prácticamente invulnerables, pues alcanzaban velocidades supersónicas y era imposible interceptarlas con los cazas de motor de émbolo o derribarlas con la artillería antiaérea. Además podían ser disparadas desde rampas móviles, por lo que la localización de sus bases de lanzamiento resultaba bastante problemática.
Su lanzamiento se efectuaba en sentido vertical, para irse inclinando hasta alcanzar un ángulo de unos 45 grados y una vez agotado el combustible seguía una trayectoria parabólica hasta alcanzar los 100 Kms. de altitud y dirigiéndose a su blanco, situado a más de 300 Kms. de distancia a una velocidad de 5.600 Kms. por hora.
Resulta evidente la nula capacidad defensiva ante semejante ingenio ya que por la altura y velocidad a que se desplazaba era prácticamente imposible de localizar por el radar de la época.
La primera V-2 cayó sobre Chiswick, cerca de Londres, el 8 de septiembre de 1944, sin que sus habitantes se pudieran apercibir de lo que se les venía encima hasta sentir el estruendo de la explosión, que sería seguida del terrible estrépito producido al atravesar el artefacto la barrera del sonido y que sería escuchado en la ciudad unos segundos después del impacto.
De estas armas cayeron más de 2.000 sobre Inglaterra, entre la fecha citada anteriormente y el 27 de marzo de 1945 en que cayó la última sobre Orpington, en Kent. El total de victimas producidas fue de 2.754 muertos y 6.523 heridos.
También se emplearon las V-2 contra la ciudad de Amberes y contra las fuerzas aliadas de la región de Aquísgran.
Si bien los daños causados por esta nueva arma fueron bastante más cuantiosos que los de su predecesora la V-1, no fueron suficientes para cambiar el curso de la guerra que ya había tomado un giro decisivo hacia la victoria aliada.
Las V-2 actuarían principalmente como armas psicológicas, manteniendo la moral de las fuerzas alemanas durante algún tiempo todavía, pero su función decisiva en los campos de batalla todavía no había llegado.
Era un arma prematura que necesitaba todavía de unos cuantos años más de perfeccionamiento para convertirse en el misil teledirigido intercontinental que amenaza como una pesadilla la paz en nuestro tiempo.
Aunque esas armas terroríficas, construidas por mano de obra esclava, no tuvieron mayor impacto en el desenlace de la guerra, sí poseían el potencial para cambiar el mundo.
«Hubo una batalla indecorosa para apropiarse de la tecnología de los misiles V2», dice el británico John Becklake, exjefe de ingeniería del Museo de Ciencias de Londres. «En eso andaban los estadounidenses, los rusos, los franceses y también nosotros».
Líder del programa de armas creado por Hitler como venganza por los bombardeos a las ciudades alemanas, Wernher von Braun se rindió a las fuerzas estadounidenses en mayo de 1945 y fue llevado en secreto a EE.UU.
En el mismo mes, los rusos se apoderaron de las instalaciones de investigación y pruebas de von Braun en Peenemunde en la costa del mar Báltico.
--
--