Un matrimonio apresurado marcó por siempre la relación de William Shakespeare con su esposa Anne Hathaway. En lugar de ser un amor apasionado y lleno de magia –como podría presumirse-, fue frío y vacío, tal como la herencia que le dejó. ¿Qué fue? Aquí te contamos todo.
¿La receta para el fracaso? Una historia de amor comenzó muy rápido
William Shakespeare tenía 18 años cuando decidió casarse con Anne Hathaway, una mujer ocho años mayor que él. Era independiente, fuerte, inteligente y muy culta –gracias a la educación que le había dado su familia-, William parecía estar encantado con su esencia, pero la relación debió avanzar rápidamente.
El matrimonio entre ambos surgió casi inmediatamente después de conocerse. Todo debió ser muy rápido, porque ambos escondían un secreto: estaba embarazada de Susanna, la primera hija de los dos. Nació seis meses después de la boda y sería por siempre la favorita del escritor.
El dato curioso: En el siglo XIX, se encontró un documento en el registro de Worcester que buscaba entregar una suma considerable de dinero, bajo el propósito de facilitar la boda entre William y Anne. Se presume que la envió la familia Hathaway para que la boda se diera lo más rápido posible y que nadie se enterara de que estaba embarazada.
El matrimonio en sus comienzos fue fructífero, un par de años después del nacimiento de Susanna, Anne dio a luz a los mellizos Hamlet y Judith. Todo parecía ir bien, hasta que William comenzó a pensar en nuevos horizontes y en búsqueda de nuevas oportunidades, dejó a su familia y se marchó a Londres. Con solo tres años de matrimonio, se fue muy lejos y Anna debió encargarse completamente del cuidado y la crianza de los niños.
¿Fue un matrimonio forzado? Abandono, desamor y desidia
William sabía que en Stratford, su ciudad natal y donde comenzaba su vida con Anne y sus pequeños, no tendría el éxito que quería y tampoco, ganaría lo suficiente como para mantener a la familia. Su decisión parece estar fomentada en el deseo de supervivencia del hogar.
Anne quedó sola con tres niños mientras que William, buscaba el éxito lejos de ellos. Se convirtió en un padre distante y año tras año, Anne se fue marchitando, convirtiéndose en una mujer fría y de carácter fuerte. Las ausencias del escritor superaban los 10 años; las visitas fueron tan esporádicas que los niños no parecían reconocerlo como padre.
¿Qué opinaba Shakespeare de todo? Se puede presumir que muchas de las obras del autor son biográficas, pues sus primeros sonetos tenían como inspiración fragmentos de su vida personal. Teniendo como base esa suposición, algunos de sus versos parecen esconder sus pensamientos.
Por ejemplo: en su libro El rey Enrique IV, publicado en 1592, hay un verso que cita: “¿Qué es una boda forzada si no un infierno, una vida de discordias y continuas peleas? Mientras que lo contrario es una bendición y un modelo de paz celestial”.
Si bien no hay manera de afirmar si su boda fue o no forzada, tomando en cuenta la edad del autor y el hecho de que Anne estaba embarazada, se presume que sí lo fue. “Una boda apresurada, rara vez prospera”, termina de asegurar el personaje en el pasaje de la obra.
La vergonzosa herencia que le dejó a su esposa
Anne vivió gran parte de su vida sola y sus únicos compañeros fueron sus hijos, hasta que cada uno tomó distintos rumbos. William nunca se hizo cargo de satisfacer emocionalmente a la mujer que le dio vida a sus hijos. Él vivió el éxito lejos de ella y tuvo múltiples amores secretos, y algunos no tan secretos. Al momento de escribir su testamento, le dejó una extraña herencia que ha causado conmoción años posteriores a su muerte.
Escribió “A Anne, le dejo la segunda mejor cama”, no le dejó ningún tipo de fortuna, solo la segunda mejor cama de la casa que compartían. La heredera principal fue su hija, Susanna.
¿Por qué le dejó la “segunda mejor cama”?
Para la época, se estipulaba que las esposas solo podían heredar los muebles del hogar, porque todo lo demás debía destinarse a los hijos.
Germaine Greer, una profesora de literatura inglesa de la Universidad de Warwick, explica que la mejor cama de todas las casas, era la de huéspedes. La segunda mejor, era la del cuarto matrimonial.
Esto pudo ser un gesto romántico de Shakespeare al dejarle a su esposa la cama que compartieron juntos o un simple acato a las tradiciones de la época.
Anne se mantuvo fiel a su esposo hasta el día de su muerte, pero su ausencia le robó por siempre la felicidad.
Con información de: El Heraldo / BBC / Shakespeare ORG / Letralia / Foto: Shutterstock
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