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La NASA y la curiosa historia del retrete espacial

La NASA y la curiosa historia del retrete espacial

¿Cómo hacen los astronautas para ir al baño en el espacio? Seguro es una pregunta que te ha pasado alguna vez por la cabeza. Te contamos los retos que los científicos tuvieron que enfrentar para considerar las necesidades básicas de los astronautas. Al parecer el oficio no es tan glamuroso como muchos creen…

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Muchas veces la idea de ser astronauta nos pareció encantadora por razones más que obvias. Tener una vista privilegiada del planeta Tierra y contribuir en diversas investigaciones para el desarrollo en distintos campos de la ciencia son factores que hacen de este oficio uno de los más interesantes del mundo, incluso haciéndonos olvidar los peligros a los que podemos estar expuestos fuera de la atmósfera de nuestro hogar. 

Pero como todas las cosas, siempre existe el lado oscuro del oficio. Más allá del riesgo y cómo afecta nuestra salud pasar semanas en gravedad cero, los astronautas se enfrentan a la cotidianidad de forma muy distinta a como estamos en casa. Comer, lavarse los dientes o tomar una ducha son desafíos que ponen a prueba nuestra capacidad de adaptación; pues aquel individuo reacio a los cambios difícilmente podría soportar la dura vida del espacio. Todavía estamos muy lejos de lo que nos muestra la ciencia ficción, donde naves espaciales inmaculadas ofrecen gravedad artificial y espacios que parecen más un moderno hotel de Dubái.

Los espacios son reducidos e incómodos. Todos comparten el mismo lugar, y las siestas no son muy confortables debido a las órbitas con las que se mueve la estación espacial y los transportes. Estas dan la vuelta completa al planeta Tierra en aproximadamente cuatro horas, por lo que amanece y anochece cada dos horas. En fin, ya la idea de ser astronauta se hace cada vez menos atractiva.

Cuando hay que ir hay que ir

Un poco de historia. El 5 de mayo de 1961, el astronauta Alan Shepard de la NASA fue puesto en su cápsula Freedom 7, listo para convertirse en el primer americano y la segunda persona lanzada al espacio luego del soviético Yuri Gagarin. Pero justo antes de su vuelo histórico de 15 minutos, Shepard sintió el inevitable llamado de la naturaleza, luego de cinco horas de retrasos tenía que ir al baño.

Luego de las comunicaciones de Shepard para hacer saber su necesidad; los funcionarios de la NASA no estaban preparados para esta situación. Pensaron que la misión sería lo suficientemente corta como para evitar estos menesteres. Considerar que Shepard orinara en su traje espacial no era algo recomendable porque estaba conectado a sensores médicos que podrían estropearse si estaban húmedos. Al final, Shepard no tuvo más remedio que dejar ir todo.

Alan Shepard fue el quinto hombre en pisar la Luna y el segundo en ser lanzado al espacio, después del ruso Yuri Gagarin – Imagen: Wikimedia.-

Mark Roberts, guía turístico en el Intrepid Sea, Air & Space Museum de New York, dijo:

«¿Crees que es glamuroso ser un astronauta? Es mucho trabajo duro y bastante indignidad”.

Todos van al baño

Después del altercado con Shepard, la NASA ideó mejores maneras de cuidar las funciones corporales básicas. Cuando el astronauta Gordon Cooper lanzó el último vuelo de Mercury en 1963, la NASA había creado un dispositivo de recolección de orina que los astronautas podían usar dentro de la nave espacial. El vuelo de Cooper no fue fácil. Cerca del final de su misión de 22 órbitas de 34 horas, el sistema en su cápsula misteriosamente comenzó a fallar. Tuvo que asumir el control manual y pilotar a través de una arriesgada entrada a la atmósfera terrestre. ¿Qué salió mal? Una investigación mostró que su bolsa de orina filtró gotas en los componentes electrónicos afectando los sistemas automáticos.

Ahora bien, si ya la orina suena bastante problemática, imagina lo que significa lidiar con heces flotantes en un pequeño transporte espacial. Era necesario tener más consideración con los astronautas cuando las misiones se hicieron cada vez más largas.

El siguiente proyecto de la agencia espacial, Gemini, colocó a dos astronautas uno al lado del otro en una nave espacial, probando las maniobras cruciales que les llevarían del Apolo a la Luna. Para demostrar que los humanos podían sobrevivir en el espacio durante dos semanas, Jim Lovell y Frank Borman pasaron 14 días volando en el Gemini 7, la misión tripulada más larga de la época.

Para hacer más incómoda la misión, no se contaba con inodoros. Solo podían recurrir a una humillante bolsa de plástico cada vez que tenían que hacer un No. 2. Los sanitarios espaciales no se volvieron mucho más sofisticados en el momento en que se lanzaron las primeras misiones del Apolo. Los astronautas como Buzz Aldrin y Neil Armstrong tenían bolsas de recolección fecales que se tenían que pegar en sus respectivos traseros con cinta adhesiva cada vez que tenían que ir. Y estar sin gravedad, evidentemente hacía las cosas más desagradables…


Escucha esta historia en esta cápsula de audio podcast


El punto más crítico en la ciencia de la defecación espacial era la separación. Siempre que las heces eran expulsadas, obviamente no salían disparadas; pues terminaban pegándose a tu retaguardia; algo que nadie desea. Según Roberts, cada bolsa de recolección de materia fecal traía un “dedo de latex”, para así cubrirse y ayudar a mover manualmente las cosas. Luego debían aplicar un germicida en sus deposiciones para que las bacterias expulsoras de gas no florecieran dentro de la bolsa sellada haciendo que explotara. Para minimizar sus movimientos intestinales, los astronautas tenían una dieta rica en proteínas y baja en residuos como el bistec, los huevos y otros alimentos que no producen mucho desperdicio después de ser absorbidos por el cuerpo.

Si pensabas que orinar era mucho más fácil para la tripulación del Apolo; su dispositivo de orina era básicamente una bolsa tipo condón unida a una manguera que se ventilaba en el vacío del espacio al giro de una válvula. Según los propios astronautas, era más que un poco inquietante usar este dispositivo.

¿Y cómo es hoy en día?

Ahora ir al baño es menos tedioso, aunque requiere de una cuidadosa atención. La estación espacial internacional tiene retretes que se basan en el flujo de aire para extraer los desechos. Para orinar se usa una manguera que tiene un vacío; cada astronauta contará con un respectivo embudo, cada uno hecho de diferentes tamaños para hombres y mujeres.

Los astronautas deben asegurarse que los desechos sólidos vayan directamente a la estrecha abertura de estos baños espaciales, por lo que se ayudan con una cámara para alinearse correctamente. La materia fecal luego de ser aspirada a menudo se embala y se libera de la estación espacial junto a otros desperdicios de la estación en cápsulas que después se queman en la atmósfera de la Tierra. 

No lo botes…

En la actualidad se está pensando en cómo reciclar las heces para largas misiones a Marte. Incluso, se ha comprobado que colocar heces en las paredes de futuras naves espaciales puede actuar como un eficaz escudo anti-radiación para proteger a la tripulación de los efectos nocivos de los rayos cósmicos.

En cuanto a la orina, en 1986, la Unión Soviética construyó la estación espacial Mir, que tenía un baño con un inodoro que ventilaba los residuos hacia el espacio. Cuando los funcionarios del espacio se retiraron en 2001, los paneles solares de la estación espacial habían perdido cerca del 40% de su efectividad. Es por esto que desde el año 2000, en la Estación Espacial Internacional se recicla la orina en agua potable a través de un sistema de filtración.

Al parecer a todo se le encuentra utilidad…

Con información de space / Playbuzz / Foto: Shutterstock

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