“Mi madre me amaba con locura. No me dejaba salir de casa. No estaba secuestrada. Pero cuando ella se hundió en la depresión, mi vida se convirtió en un tormento. No salí de casa hasta los quince. Era anoréxica desde los doce…”
En su autobiografía, Isabelle Caro (Marsella, 1982 – París, 2010) ha contado lo esencial de su trágica vida, coloreándola de manera patética. La suya pudo ser una tragedia banal, de no haber cobrado una efímera gloria a través de las fotografías de Oliviero Toscani, el mes de mayo del 2007, convertida en icono de una campaña italiana contra la anorexia.
Desnuda, sentada, el torso inclinado, Isabelle tenía a los 25 años la figura de una anciana, con un metro sesenta y cinco centímetros y poco más de 25 kilos. Toscani ha contado que eligió a Isabelle Caro como “modelo” de una campaña contra la anorexia, a la vista de los patéticos estragos de la enfermedad que la perseguía desde la pubertad.
El día de su muerte, Toscani ha dejado el testimonio más cruel: “Traté un poco a Isabelle. Hasta quedescubrí algo atroz. Ella misma intentaba utilizar su anorexia, para convertirse en modelo, en actriz. Pero no tenía ningún talento. Y el talento único de la anorexia terminó devorándola”.
Su amiga y profesora de arte dramático, Danièle Dubreuil-Prévot anunció con varias semanas de retraso que Isabelle Caro había muerto el 17 de noviembre del 2010, “tras una gira en Japón, donde había cumplido algunos compromisos profesionales”. En verdad, la modelo murió en un hospital parisino, donde pasó las dos últimas semanas de su vida, aquejada de insuficiencia respiratoria.
Desde su nacimiento, su vida fue un largo de rosario de tragedias. Hasta poco antes de los 20 años, vivió “secuestrada” por una madre enferma, depresiva, que deseaba “protegerla” en un modesto domicilio, del que la niña no salía ni siquiera para ir a la escuela.
Sola, la niña Isabelle Caro sufrió durante ocho largos años una anorexia que nadie le curaba ni trataba. Cuando los médicos comenzaron a tratarla, hacia los veinte años, la mujer joven comenzó una vida atroz.
Fama fugaz
A los veinte años fue hospitalizada por vez primera. En vano. Durante el resto de su vida, nunca llegó a pesar mucho más de 30 kilos. Cuando Oliviero Toscani la descubrió y la convirtió en la “estrella” de sus fotografías contra la anorexia, Isabelle cobró una cierta fama fugaz.
“Célebre” de la noche a la mañana, Isabelle, cuenta el fotógrafo, decidió cambiar de vida: convertirse en una “estrella” de la moda, el cine, la publicidad. Y fundó una pequeña asociación de lucha contra la anorexia. Esa nueva vida se convirtió muy pronto en una pesadilla.
Como modelo, Isabelle Caro no llegó nunca a conseguir ningún trabajo vagamente continuo. En París, una escuela de actores decidió aceptarla como alumna. Pero tuvo que abandonar los cursos en varias ocasiones: estaba demasiado frágil para realizar un trabajo duro y continuado. Sus cursos de arte dramático le dieron nuevas relaciones. Incluso soñó en fundar algo así como una compañía, que nunca llegó a ser realidad: sin dinero, consagró mucho tiempo a buscar “padrinos” o “amigos” que lanzasen por ella suscripciones públicas para montar algunas piezas de teatro.
Desde varios blogs, escribía peticiones, reclamando ayuda para lanzar su carrera de actriz. Esa actividad y anhelos tuvieron un cierto patetismo: una mujer joven, anoréxica, gritando a quien deseaba escucharla que su pasión era el teatro y la pasarela de moda… En un vídeo póstumo que circula por internet, Isabelle continuaba dando consejos a las jóvenes que desear hacer carrera como maniquíes: “Sed felices. Creer en la vida”. Ella ha muerto sola, perdida en el laberinto de sus esperanzas e ilusiones, víctima de la anorexia que le dio la fama y la muerte.
Con información de: abc.es
--
--