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«Eppur si muove» ¿De dónde viene esta expresión?

«Eppur si muove» ¿De dónde viene esta expresión?

La célebre frase “Eppur si muove” atribuida a Galileo Galilei, es un símbolo de la lucha entre la ciencia y la religión. Descubre el origen, el contexto histórico y el impacto que tuvo en la historia de la humanidad, desde los debates en torno al modelo heliocéntrico hasta la rehabilitación del científico siglos después.

Imagina enfrentarte a una institución con tanto poder que podría decidir sobre tu vida o muerte. Ahora, imagina que en ese contexto, decides susurrar una verdad que desafía todo lo establecido. Eso es lo que, según la leyenda, hizo Galileo Galilei cuando, tras ser forzado a retractarse de sus ideas sobre el sistema heliocéntrico, murmuró: “Eppur si muove”“Y sin embargo, se mueve”. Pero, ¿qué hay de cierto en esta historia? ¿Cuál es el contexto real detrás de esta frase que ha trascendido los siglos como un símbolo de la resistencia intelectual frente a la opresión?

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El origen del conflicto: La visión geocéntrica y sus desafiantes

Para entender por qué “Eppur si muove” resuena tanto, primero debemos retroceder en el tiempo. En el siglo II d.C., el astrónomo greco-egipcio Claudio Ptolomeo consolidó el modelo geocéntrico en su obra Almagesto. Según Ptolomeo, la Tierra era el centro inmóvil del universo, y todos los astros, incluido el Sol, giraban a su alrededor. Esta visión, conocida como el modelo geocéntrico, se convirtió en dogma en el mundo occidental, avalada por la Iglesia Católica, que la adoptó como verdad incuestionable.

Durante siglos, esta concepción del universo dominó en escuelas, monasterios y universidades. El pensamiento crítico, en este ámbito, no tenía lugar, y cualquier idea que sugiriera lo contrario era vista como una herejía.

La revolución copernicana: Un nuevo orden del universo

En 1543, Nicolás Copérnico, un astrónomo polaco, publicó De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes), una obra que proponía un modelo radicalmente diferente: el heliocéntrico. Según Copérnico, el Sol, y no la Tierra, era el centro del universo, y los planetas, incluida la Tierra, giraban a su alrededor.

Este planteamiento fue revolucionario, pero en un principio no causó un gran impacto fuera de los círculos académicos. Sin embargo, comenzó a sembrar las semillas de la duda sobre la infalibilidad del modelo geocéntrico. A pesar de su importancia, las ideas de Copérnico fueron tomadas con cautela y no provocaron una reacción inmediata por parte de la Iglesia.

Galileo Galilei: El científico que se atrevió a mirar más allá

El verdadero conflicto estalló a principios del siglo XVII con Galileo Galilei, un físico y astrónomo italiano que, usando su rudimentario telescopio, observó fenómenos que no podían explicarse con el modelo geocéntrico. Entre sus descubrimientos más relevantes estaban las fases de Venus y los satélites de Júpiter, hallazgos que corroboraban las teorías heliocéntricas de Copérnico.

Galileo, con su mente inquisitiva y su carácter desafiante, comenzó a promover activamente la idea de que la Tierra no era el centro del universo. En 1615, tras años de observaciones y escritos, Galileo se encontró en el ojo de la tormenta al entrar en conflicto directo con la Iglesia, que veía en sus ideas una amenaza a la autoridad religiosa.

El juicio de Galileo: Ciencia vs. Fe

El punto de quiebre llegó en 1632, cuando Galileo publicó Diálogo sobre los dos principales sistemas del mundo: el ptolemaico y el copernicano, una obra escrita en forma de diálogo entre tres personajes que discutían los méritos de los dos modelos del universo. Aunque Galileo intentó mantener una postura neutral, el diálogo claramente favorecía el modelo heliocéntrico. Para la Iglesia, esto fue inaceptable.

El papa Urbano VIII, quien había sido inicialmente un simpatizante de Galileo, se sintió personalmente ofendido al identificarse con el personaje de Simplicio, quien defendía el modelo ptolemaico con argumentos que parecían ridículos. Como resultado, Galileo fue convocado a Roma en 1633 para ser juzgado por la Inquisición.

Durante el juicio, Galileo fue presionado para retractarse de sus creencias. Bajo amenaza de tortura y en riesgo de ser condenado a muerte, Galileo finalmente cedió y abjuró públicamente del modelo heliocéntrico. Sin embargo, según la leyenda, al levantarse tras su humillante renuncia, Galileo murmuró entre dientes la famosa frase: “Eppur si muove”. Aunque no existe evidencia documental que respalde que realmente dijo estas palabras, el mito ha perdurado como un símbolo de la resistencia del conocimiento frente a la opresión.

La sentencia y sus consecuencias

Galileo no fue condenado a muerte, pero sí a arresto domiciliario de por vida. A pesar de esta restricción, continuó con sus investigaciones científicas. En 1638, publicó Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias, una obra que sentó las bases de la física moderna.

Galileo murió en 1642, aún bajo arresto, pero su legado científico sobrevivió. Irónicamente, los fundamentos de sus estudios serían la base para futuras exploraciones y descubrimientos que eventualmente llevarían a la aceptación generalizada del modelo heliocéntrico.

La rehabilitación de Galileo: Un reconocimiento tardío

La condena de Galileo marcó un hito en la historia de la ciencia, un recordatorio de los peligros de la intolerancia y la censura. No fue sino hasta 1893 que la Iglesia Católica comenzó a reconocer la veracidad de las teorías de Galileo, cuando el papa León XIII aceptó las ideas heliocéntricas como correctas.

Finalmente, en 1992, 350 años después de su muerte, el papa Juan Pablo II rehabilitó oficialmente a Galileo Galilei, admitiendo que la Iglesia había cometido un error al condenarlo.

Eppur si muove, el legado de una frase

Hoy en día, “Eppur si muove” sigue siendo más que una simple frase; es un emblema de la lucha por la verdad y el conocimiento. Nos recuerda la importancia de cuestionar, de observar el mundo con ojos críticos, y de no rendirnos ante las presiones que buscan limitar nuestra comprensión del universo. En un mundo donde la información y la desinformación coexisten, el legado de Galileo y su célebre frase nos invita a seguir buscando, a no conformarnos con lo evidente y, sobre todo, a seguir moviéndonos hacia la verdad.

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