A pesar de que Jesucristo ha sido representado en la mayoría de las veces con una espesa barba, en la actualidad no es posible que el Sumo Pontífice la lleve. Esto se remite al año 1119, cuando el Concilio de Tolosa amenazó con excomulgar a todos los clérigos que dejaran crecer su vello facial.
Esta seña de identidad era considerada inmoral, ya que se creía que era la representación de los pecados cometidos. Sin embargo, Inocencio XII, papa nº 242 de la Iglesia católica entre 1691 y 1700, arriesgándose a ser excomulgado, llevó barba y bigote, siendo el último en hacerlo.
Su actuación pontifical puede resumirse de la siguiente manera: sostuvo firmes posturas contrarias al nepotismo, el cual había sido por demasiado tiempo uno de los mayores escándalos del papado. Mediante la bula Romanum decet Pontificem de 1692 prohibió a los papas que a partir de entonces que cedieran territorios, cargos o prebendas a parientes. Establecía además que solamente un familiar directo del papa podía ser elevado a cardenal.
Al mismo tiempo analizó a fondo y prohibió las prácticas simoniacas de la Cámara Apostólica, y en conexión con esto introdujo un estilo de vida más simple y económico como premisa para entrar en la corte papal. Decía que ‘los pobres eran sus sobrinos’, comparando su beneficencia pública con el nepotismo de muchos de sus predecesores.
Introdujo varias reformas político-administrativas en los Estados de la Iglesia y creó el Forum Innocentianum para optimizar la justicia.
A pesar de haber sido elegido como candidato de consenso entre las potencias católicas que se disputaban la primacía europea, el pontificado de Inocencio XII acabó pareciéndose al de buena parte de sus predecesores debido a que estuvo marcado por el favoritismo hacia Francia sobre el Sacro Imperio Romano.
Con información de Muy Interesante | Wikipedia | Foto: Shutterstock
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