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El club de los jóvenes poetas muertos

Pónganse a Leer | Dice la canción “If I die Young”(Si muero joven) de The Band Perry, una banda estadounidense de música country, en una de sus estrofas “Hay un chico aquí en la ciudad, dice que me amará por siempre, quien habría pensado que el «por siempre» pudiera ser cortado por el afilado cuchillo de una vida corta, bueno, he tenido el tiempo justo. Así que poneros lo mejor que tengáis, chicos, y yo llevaré mi collar de perlas, lo que nunca hice, está hecho”, ¡qué cosa esa de morirse joven chico!”.

INTERESANTE

Y hoy nos vamos a poner melancólicos, porque vamos a hablar de la muerte, pero para poner la cosa más triste, hoy vamos a hablar en Pónganse a Leer con Pedro Julio de algunos poetas que se murieron jovencitos. Vamos a hacer un repaso rapidito por sus breves vidas y sus ricas obras y de las formas como dejaron este valle de lágrimas.

¿Quién es joven?

La Organización de las Naciones Unidas, dice y aclara que “sin perjuicio de cualquier otra definición hecha por los estados miembros”, que la juventud es el periodo de tiempo que transcurre entre los 15 y los 24 años.

La Organización Mundial de la Salud, dice que la juventud va de los 10 a los 24 años, pero también al igual que la ONU, matiza que según los países puede que varíe en función de factores socioculturales, institucionales, económicos y políticos.

En algunos países la edad límite del concepto “joven” se mide en función del momento en que una persona es tratada como adulta ante a la ley, esto en Venezuela y en otros países de Latinoamérica se le llama «mayoría de edad».

Pero como aquí somos inclusivos vamos a aumentar ese rango de edad, porque si nos ponemos muy quisquillosos, solo uno de los poetas que seleccionados entraría.

Los poetas y la muerte

La muerte es un concepto poético, a muchos les parecerá que no, y seguro que es porque o tiene a la muerte como un tabú o le tiene miedo. Pero hablar de la muerte es un acto poético, porque la muerte es poesía.

Porque partir de esta tierra a un plano que no conocemos, nos lleva a través de caminos inciertos y cuando el ser humano se pone a pensar y reflexionar acerca de lo que no conoce, hace filosofía, y de eso resultan pensamientos preciosos y otros horrorosos, todo es poesía.

Desde tiempos inmemoriales, los poetas han utilizado la muerte como punto de partida para su proceso creativo. En esos poemas, estas estrellas luminosas han expresado el dolor que causa la muerte, también lo corta que es la existencia terrenal humana. Pero la verdad es que enfrentarse a la muerte, requiere mucho valor, porque la muerte es el final de nuestra vida, al menos en esta realidad.

Algunos poemas sobre la muerte

Hay un montón de poemas que tienen a la muerte como tema central, algunos son una belleza, como la muerte no es nada de San Agustín de Hipona, que es mi mantra cuando alguien querido se me adelanta en el viaje.

Pablo Neruda, el premio nobel chileno escribió un poema que se llama ¿Quién muere?, en donde va haciendo una relación de como dice el titulo quien muere, quien no aprovecha la vida diría yo, dice así, les leo un trocito para picarles la curiosidad:

“Muere lentamente quien no viaja,

quien no lee,

quien no oye música,

quien no encuentra gracia en sí mismo.

Muere lentamente

quien destruye su amor propio,

quien no se deja ayudar” …

El poeta maldito Charles Baudelaire, en el poema “Las dos buenas hermanas”, asocia la muerte con el libertinaje, diciendo que ambas son generosas en los besos y ricas en salud.

Pero hay un trocito que a mí me parece fantástico que dice y les leo:

… “Por turno nos ofrecen, como buenas hermanas,

Placeres espantosos y dulzuras horrendas” …

Otro poema que tiene a la muerte de protagonista, pero que la lleva de lo profano de Baudelaire a lo divino, y obviamente no podía ser de una autora que no fuera la mística Santa Teresa de Ávila, en su “vivo sin vivir en mí”.

… “aquella vida de arriba,

que es la vida verdadera,

hasta que esta vida muera,

no se goza estando viva.

Muerte no me seas tan esquiva;

Viva muriendo primera,

Que muero porque no muero” …

El club de los poetas que murieron jóvenes

Ahora vamos a pasearnos por cinco poetas que han muerto jovencitos, desde el que tenía menos edad cuando partió hasta el que tenía más edad.

John Keats

John Keats fue uno de los máximos exponentes del romanticismo ingles murió en Roma, 23 de febrero de 1821. La vida de Keats fue difícil desde niño, quedó huérfano de padre al año de nacido, su mamá se volvió a casar, pero como el matrimonio no fue lo que la pobre mujer pensaba, se fue con sus muchachitos a la casa de su madre. La cosa es que Keats se refugió en el estudio de los clásicos. Muy jovencito trabajó como practicante en casa de un cirujano, porque la idea era que estudiara en el Guy’s Hospital de Londres, Pero Keats había descubierto la poesía y la poesía lo subyugó, al punto que por influencia de la lectura del poeta inglés Edmund Spenser, se hizo muy amigo del crítico y poeta Leigh Hunt, y otro poeta del que hablaremos en este episodio, el gran Percy Shelley.

Keats tenía tuberculosis; así que, para mejorar su salud, se mudó a la casa de su amigo Charles Armitage Brown, en Hampstead, ahí el hombre se nos enamoró de Fanny Brawne, que era hija de un vecino, Fanny inspiró la mayoría de sus poemas, “Bright Star” incluido, y que yo les voy a compartir, pero traducido al español:

“Estrella brillante, si fuera tan constante

el esplendor prendido de tu noche,

observando con párpados abiertos

la paciente naturaleza, insomne/eremita

En oficio sagrado, corriente agua,

va formando las costas tan humanas / de tierra,

miro la suave máscara caída

de la nieve entre brezos y montañas.

Inmóvil astro, tan constante tú eres,

mi viejo pecho duerme ya en tu pecho,

tu caer blando sin final yo siento,

atento siempre a la dulce inquietud,

paro, abrumado por tu tierno aliento,

vivir siempre en un rapto de la muerte”.

La salud de Keats empeoró, y los médicos volvieron a aconsejar que se mudara, en esta oportunidad recomendaron que debía alejarse del frío clima londinense y marchase a la soleada Italia. Keats se fue a Roma con su amigo el pintor Joseph Severn, invitado por otro amigo, Percy Shelley.

Durante un año, la salud de Keats parecía mejorar, pero al cabo de ese año, volvió a quebrantarse y ya no hubo recuperación. John Keats, murió el 23 de febrero de 1821, tenía 25 años.

Pese a ser uno de los grandes románticos británicos, y uno de los líricos más importantes en lengua inglesa, su obra fue valorada después de su muerte.

Mijail Lermotov

Mijaíl Lermontov, es uno de los máximos exponentes de la poesía rusa desde la muerte de Pushkin. Se le conoce como «el poeta del Cáucaso».

Lermontov, perdió a su madre de forma prematura, y como su padre estaba en el servicio militar, el pequeño Mijaíl quedó al cuidado de su abuela, que hizo todo lo posible para que tuviera la mejor educación, le pagó tutores y profesores particulares, de manera que desde niño hablaba con fluidez: francés, alemán e inglés.

En la adolescencia, descubrió que tenía un especial talento y sensibilidad para las artes y las letras; especialmente la poesía, aunque también destacó en la pintura, en la música y en el teatro.

La obra de Lérmontov, está cargada de tragedia, sobre todo en la juventud de su época, también hay mucho pensamiento liberal y conciencia social. Sus obras fundaron las bases de la novela psicológica en Rusia, de hecho, algunos estudiosos lo califican como el fundador del realismo ruso.

El 10 de febrero de 1837, el genio de las letras rusas Aleksandr Pushkin, murió en un duelo, tras el fallecimiento de Pushkin, Mijaíl Lérmontov, que era un admirador empedernido, acusó en un poema, que se distribuyó clandestinamente, a la alta sociedad de ser cómplice del asesinato de Pushkin y exigió un castigo ejemplar para el barón Georges H. d’ Anthès, un oficial francés del servicio ruso, que disparo el tiro mortal.

Ese poema era “La muerte del poeta”, que arranca sus versos diciendo y se los leo:

“Murió el Poeta, esclavo del honor,

por los vanos rumores difamado.

Con el plomo en el pecho,

sediento de venganza,

cayó inclinando la orgullosa frente.

Sucumbió el corazón ante el oprobio

de mezquinas injurias.

Haciendo frente a la opinión del mundo

él solo, como siempre… fue vencido”.

El zar Nicolás I desterró a Lérmontov al Cáucaso, por eso lo llaman el poeta del Cáucaso, la idea era que el destierro callaría la voz de Lérmontov, pero el poeta volvió más contestatario que nunca.

En 1841 Lérmontov, se va a la ciudad de Pyatigorsk, ahí se encontró con Nikolái Martynov, que era un antiguo compañero del ejército, bueno la cosa es que Lérmontov, le dio por ponerse a hacer chistes crueles a costa de Martynov, que lo reta a un duelo.

El 15 de julio de 1841, cerca de la montaña Mashuk, tuvo lugar el encuentro funesto, aparentemente y según los testigos, Lérmontov erró intencionadamente el tiro, Martynov disparó y dio en el objetivo. Así fue como el poeta Mijaíl Lérmontov, murió a los 27 años.

Percy Bysshe Shelley

Percival Bysshe Shelley, fue un poeta romántico inglés. Pertenecía a una familia aristocrática de Sussex, estudió en el University College de Oxford, pero lo expulsaron por la publicación del panfleto “La necesidad del ateísmo”.

En 1811, se enamoró de Harriet Westbrook, una joven de 16 años, la convenció y huyó con ella. En esta época, escribió una de sus obras más importantes “La reina Mab” (1813).

En Londres, conoció a William Godwin, un filósofo inglés de pensamiento anarquista; se declaró seguidor de Godwin y empezó a frecuentar su casa, pero como era medio enamoradizo el muchacho, quedó prendado de la hija de Godwin, Mary.

En 1816, publicó “Alástor o el espíritu de la soledad”, escrito durante una estancia en Suiza, en la que también conoció a Lord Byron.

Percival, tenía tisis, que viene siendo lo mismo que la tuberculosis, entonces los médicos, le recomendaron, como le recomendaron a John Keats, que se fuera a unas tierras menos frías, y se nos va el hombre a Italia con Mary.

Vivió en Milán, Lucca, Venecia, Nápoles y Florencia y durante esta época escribió sus obras maestras: el drama lírico “Prometeo liberado” (1819), la tragedia “Los Cenci” (1819), y diversos poemas líricos como “Oda al viento del Oeste”, “Oda a una alondra”, “La mimosa” y la “Oda a Nápoles”), y la elegía “Adonais” (1821), que escribió inspirado por la muerte de John Keats.

Este poema, que es de una belleza melancólica superlativa, dice:

“Murió Adonais y por su muerte lloro.

Llorad por Adonais, aunque las lágrimas

no deshagan la escarcha que les cubre.

Y tú, su hora fatal, la que, entre todas,

fuiste elegida para nuestro daño,

despierta a tus oscuras compañeras,

muéstrales tu tristeza y di: conmigo

murió Adonais, y en tanto que el futuro

a olvidar al pasado no se atreva,

perdurarán su fama y su destino

como una luz y un eco eternamente” …

El 8 de julio de 1822, Percival partió al cielo de los grandes poetas, la cosa es que no se lo llevó la tisis, se ahogó frente a la costa de La Spezia, cuando viajaba en barco. Encontraron su cuerpo, junto con el de su amigo Edward Williams en Viareggio. Los cuerpos fueron quemados en la misma playa, tú sabes, porque si hemos sido románticos siempre, no se nos va a quitar al final. en presencia de sus amigos Lord Byron y Leigh Hunt. Para los críticos, Shelley es uno de los más grandes poetas ingleses, especialmente por la calidad de sus odas.

Julián del Casal

Julián del Casal nació en La Habana en noviembre de 1863, en el seno de una familia acomodada, de padre español y madre cubana, siendo niño, su madre murió y cuando tenía 22 años murió su padre; la fortuna paterna se vino abajo y se encontró sin recursos económicos frente a la vida. Empezó a escribir desde jovencito, y ya para 1881, ya estaba publicando su primer poema, en un seminario de arte, ciencia y literatura llamado “El Ensayo”. Ese mismo año comenzó a trabajar como escribiente en el Ministerio de Hacienda, y empezó a estudiar en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, aquí tenía yo un colega, pero dejó el derecho para dedicarse totalmente a la literatura.

Trabajó en Hacienda, pero cuando inició la publicación de “La Sociedad de la Habana”, en el primer capítulo, criticaba de manera mordaz a la familia del gobernador de Cuba; suspendieron la publicación por orden de las autoridades.

Le toca vivir en un cuarto de la redacción de “La Habana Elegante”; porque no tenía fondos para alquilar un espacio mejor. Luego se hospedó en un cuarto de la redacción de “El País”.

En 1891, conoció a Rubén Darío, en La Habana, y se hicieron amigos, de hecho, Darío le dedicó “El clavicordio de la abuela”.

La obra de Julián del Casal, se enmarca dentro del modernismo en español, por su rebeldía creativa, su refinamiento narcisista y aristocrático, y su forma renovada del lenguaje y la métrica.

Julián del Casal vivía en una melancolía perenne, todo era tragedia, de hecho, en uno de sus poemas dice y les leo:

“Arrebatadme al punto de la tierra,

que estoy enfermo y solo y fatigado

y deseo volar hacia la altura,

porque allí debe estar lo que yo he amado”.

Por eso resulta tan curioso la forma como murió.

El 21 de octubre de 1893, lo invitaron a cenar en casa del doctor Lucas de los Santos Lamadrid, en la sobremesa de la cena, alguien contó un chiste que parece que le produjo un ataque de risa.

Del Casal que era todo serio y tristón, que ni se reía; estaba privado de la risa y de repente cayó muerto en la mesa del comedor, resulta que Julián del Casal tenía un aneurisma, que, con la risa desternillante, se le reventó y lo mató en el acto, tenía 29 años.

Gustavo Adolfo Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer, nació en Sevilla, en 1836. Quedó huérfano junto a su hermano a muy temprana edad y fueron adoptados por su tío, Juan de Vargas.

Luego se fue a vivir con su madrina, Manuela Monahay, que le proporcionó clases de pintura y latín. Se fue a Madrid junto a su hermano, y allá trabajó como colaborador en varias publicaciones periodísticas. Fundó con unos amigos, la revista «España Artística».

En esta época, le diagnosticaron hemoptisis, que viene siendo la expulsión por la boca de sangre procedente del aparato respiratorio a nivel subglótico. Débil de salud, busca refugio en el Monasterio de Veruela, en donde escribió algunas de sus obras más importantes, entre ellas «Cartas desde mi celda».

En 1871, publicó las “Rimas”, que es otra gloria, que fue elogiada por Antonio Machado o Federico García Lorca, entre otros, por su finura y calidad. En estas rimas encontramos en la Rima LII, el hombre se pone romántico a llamar a unas olas para que se lo lleven:

“Olas gigantes que os rompéis bramando

en las playas desiertas y remotas,

envuelto entre la sábana de espumas,

¡llevadme con vosotras!

Ráfagas de huracán que arrebatáis

del alto bosque las marchitas hojas,

arrastrado en el ciego torbellino,

¡llevadme con vosotras!

Nubes de tempestad que rompe el rayo

y en fuego ornáis las desprendidas orlas,

arrebatado entre la niebla oscura,

¡llevadme con vosotras!

Llevadme por piedad a donde el vértigo

con la razón me arranque la memoria.

¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme

con mi dolor a solas!”

La vida de Gustavo Adolfo Bécquer se apagó en Toledo, el 22 de diciembre de 1870, se lo llevó la enfermedad que le acompañaba desde hacía más de una década, tenía 34 años.

Entre sus últimos deseos, solicitó a su amigo, el poeta Ferrán, que quemase sus cartas personales, para impedir su deshonra, y que publicasen sus versos. De hecho, dijo «creo muerto seré más reconocido que vivo».

Hay mas poetas que murieron jovencitos, antes de los 40, como Lord Byron, por ejemplo, que es probablemente la figura más emblemática del romanticismo europeo, y al que ya lo tengo anotado por aquí para dedicarle un episodio, porque es el tipo me parece genial.

También Alejandra Pizarnik murió joven, tenia 36 años, la edad que tengo yo en el momento de grabar este episodio, Alejandra es una constante en este podcast desde el episodio uno, porque no hay mejor compañía para un despecho, que los poemas de la Pizarnik.

Si a ustedes se les ocurre otro u otra, que yo no mencioné por aquí, por favor, escríbanme a mis redes sociales, pedrocedenoa en Instagram y Twitter, y comentamos por ahí.

Bueno tesoros míos, yo me tengo que despedir, porque ya nos agarro el sereno, me voy con la esperanza de haberles picado la curiosidad y de que, si les gusta la poesía, se acerquen a la obra de esta gente que partió pronto y nos dejaron obras sabrosísimas.

Nos vamos, pero antes les recuerdo la consigna, ya la saben ustedes, Pónganse a Leer.

Imagen portada: Shutterstock

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