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Discusiones: 7 escalones para aprender a mejorar tus argumentos

Discusiones: 7 escalones para aprender a mejorar tus argumentos

Por Daniel Colombo | “No levantes la voz, mejora tu argumento”, afirmó Desmond Tutu, el primer arzobispo negro sudafricano, pacifista y laureado con el Premio Nobel de la Paz en 1984.

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Por lo general cuando se tienen diferencias de opinión con los demás, ante la falta de argumentaciones efectivas se levanta el tono, se exacerban las emociones, las críticas, las contradicciones sin evidencias y, peor aún, se intenta destruir a la otra parte.

Lo cierto es que para discutir es imprescindible aprender a argumentar.

Discutir es tener una discrepancia sobre algo en particular con otra parte; por lo que las posiciones estarán encontradas.

¿Es posible construir un diálogo saludable a partir de allí? El libro “How to disagree” (“Cómo estar en desacuerdo”) del ensayista británico Paul Graham trae algunas respuestas que pueden enseñar a argumentar mejor.

La pirámide de la argumentación

La reacción que se produce frente a lo que dice una persona o grupo puede adquirir tonos muy distintos, e implica grados de menos racional hasta muy racional. Es justamente esta escala gradual la que podemos utilizar para mejorar el sustento de las ideas.

Para Graham hay 7 jerarquías en la argumentación, siendo, de menor a mayor, el insulto, Ad Hominem (el tipo razonamiento basado en las opiniones o actos de la persona a la que uno se dirige con la intención de confundirla o tratar de convencerla), la que denomina respondiendo al tono, y le siguen la contradicción, el contraargumento, la refutación y el acto de refutar el punto central.

¿Por qué es importante saber en qué nivel de jerarquía de discrepancia están tanto tú como la otra parte? Porque te permite utilizar distintas estrategias y tácticas para subir el nivel de las tuyas, aprendiendo a responder las ajenas.

Revisando los 7 niveles para llegar a argumentaciones sólidas y válidas, al menos desde la perspectiva de quien las sostiene, podrás enriquecer las diferencias y discusiones.

De menor a mayor:

Nivel 1: Insulto. Cuando no hay ningún tipo de argumentos aparece el desprecio, la denostación, y los adjetivos descalificadores. Por ejemplo, “Eres un idiota” o “Sólo un ignorante puede pensar de esa manera.”

Nivel 2: Argumentación Ad Hominem. En vez de derribar el argumento de la otra parte, lo que haces es atacar las características de una persona con el fin de desacreditarla. “No conozco persona más inmoral para venir a hablar de este tema”, “Eres el ser más necio que conozco para argumentar de esa manera”.

Nivel 3: Respuesta al tono del mensaje: en vez de dedicarte a responder sobre el contenido del argumento de la otra parte, te enfocas sólo en el tono que tiene. Es decir que resta importancia a lo que se dice, y se fija en cómo se lo expresa. “No me hables con ese tono porque así no puedo discutir”, “¡Así haces siempre! ¡Te pones a gritar porque no sabes hacer otra cosa!”

Nivel 4:  Contradicción. Cuando expresas la opinión contraria sin dar argumentos, como si fuera una verdad absoluta, arrogándote tener la verdad de la cuestión; incluso aportando pocas o nulas evidencias. “Lo que dices no me va ni me viene: la única verdad es…”, “Eso puede o no ser así: acá lo único importante que queda claro es…”

Nivel 5: Contraargumento. Generalmente viene seguido de una contradicción que quieres respaldar con razonamientos o con evidencias. Lo que se intenta es presentar argumentos para apoyar la opinión de quien la sostiene, incluso aquellos que no son propios, como cuando se incluyen citas o referencias de los demás. “No tienes razón, porque tal y como dijo Sócrates…”, “Ya he demostrado antes, como saben todos los aquí presentes…”

Nivel 6: Refutación. Para Paul Graham esta es la forma más convincente de estar en desacuerdo, ya que es más que un simple contraargumento. En este caso encuentras un error argumentativo de la otra parte y lo resaltas para apalancarte en ello con el fin de derribar al oponente. Algunos mencionan ciertas partes con las que están en desacuerdo para dar la apariencia de legítima refutación, aunque sean trozos sueltos sólo para disfrazar el asunto. Ejemplo: “Cuando has afirmado tal cosa, y después agregas tal otra (aquí viene la refutación) queda demostrada la falta total de coherencia en tu argumento, porque esto habla de…” (siguen con una respuesta de nivel bajo en la pirámide para desacreditar al oponente).

Nivel 7: Refutar el punto central. Este nivel es el más alto en la pirámide de la argumentación, puesto que se enfrenta directamente la esencia del asunto, incluso puede integrarse alguna idea de la otra parte en la discusión. Aquí prevalece la táctica, no sólo la estrategia, ya que la refutación indaga en el punto central al que los demás están llegando, y se necesita anteponer un argumento sólido para invalidarlo. Si se lo hace bien, no sólo derriba la argumentación, sino que podría desmontar toda la idea central en la que se basó la contraparte. Para ejemplificar: “El punto principal de lo que la otra dice parte parece ser tal cosa. Como él mismo ha expresado (aquí cita algo del otro). Pero está totalmente equivocado y lo voy a demostrar fácilmente porque su argumento no tiene consistencia… (y pasa a dar sus razones).

3 tips para tener discusiones constructivas

Más allá de la pirámide de Graham, es importante saber que toda discusión es un intercambio de argumentos, por más contrapuestos que sean. Si lo que buscas es lograr un resultado constructivo, puedes aplicar estas tres ideas:

Busca ganar = ganar. La teoría del matemático Nash analiza las probabilidades de que alguien gane y el otro pierda. Sin embargo, en muchas ocasiones es posible arribar a un punto de acuerdo mutuo aunque los argumentos sean discordantes.

No es necesario agredir. La pirámide propone una clasificación para estar en desacuerdo y mover las piezas de la estrategia de acuerdo con tu visión. Sin embargo, el tono, el lenguaje corporal y las palabras que utilices servirán para construir soluciones, o para ser crueles. Depende de ti la forma en que quieres encarar las argumentaciones.

Ser rivales argumentativos no significa ser enemigos. La danza que se da entre dos partes que están argumentando necesitaría hacer foco en la esencia del asunto a tratar; sin embargo, como hemos visto, por pura estrategia suele desviarse para querer degradar o atacar. Puestos en la situación, sería favorable para un buen intercambio entender que defender un argumento no significa que el otro es un enemigo: sólo se trata de argumentos contrapuestos. Lo ideal sería buscar los puntos de contacto y construir desde allí. En casos extremos, cuando ha aparecido la ‘sombra del enemigo’ enfrente, sería útil combinar la pirámide de Graham con los pasos de la comunicación no violenta de Marshall Rosenberg, que son: a) describir el hecho tal cual es, b) expresar cómo te sientes frente a eso, b) detectar cuál es la necesidad insatisfecha por lo cual te sientes afectado por determinadas cuestiones, y c) buscar un acuerdo lo más equitativo y colaborativo posible con la otra parte.

Foto: Shutterstock

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