Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi, mejor conocido como Sandro Botticelli, fue uno de los pintores más destacados del Renacimiento florentino. Desarrolló un estilo personalísimo, caracterizado por la elegancia de su trazo, su carácter melancólico y la fuerza expresiva de sus líneas.
Botticelli, hijo de un curtidor, nació en Florencia el 1 de marzo de 1444. El nombre por el cual se le conoce (diminutivo italiano de la palabra «botijo») era probablemente un apodo para compararlo con su hermano mayor o para relacionarlo con algún orfebre del que Botticelli fue aprendiz.
Muchas personas conocen a Botticelli por El nacimiento de Venus, su pintura más famosa. Pero para apreciar verdaderamente los aportes y descubrimientos que este artista realizó en el campo de la pintura, hace falta ver qué ideas se encuentran detrás de su lenguaje pictórico.
En el siglo XIV, debido al conservadurismo que imperaba en las artes, una obra como la de Botticelli -en la que la representación de diosas y ninfas semidesnudas se da sin mayor escándalo- no habría sido posible. ¿Qué hizo que esta imposibilidad desapareciera del panorama estético?
Las artes en el siglo XIV y el paso de la Edad Media al Renacimiento
En realidad no fue un solo cambio, sino muchos. En el paso de la época medieval al Renacimiento, la filosofía del humanismo propició la vuelta a los valores y a los temas de la civilización grecorromana.
Lo anterior acotó la influencia que la Iglesia católica tenía sobre las artes, y dio mayor libertad a los pintores. Es en este ambiente de libertad, en el cual el interés por los asuntos del hombre en la Tierra ha vuelto a cobrar relevancia, en donde hay que circunscribir la obra de Botticelli.
Las siguientes cinco perspectivas nos darán herramientas útiles para aprender a observar las obras de este importante pintor italiano:
Redescubriendo la mitología
Botticelli plasmó en sus cuadros motivos de la mitología grecorromana. Esta característica, compartida por varios artistas del Renacimiento, ayudó a reintroducir en el arte el estudio de las proporciones del cuerpo humano; estudio que había sido omitido por el canon medieval, por ser el cuerpo considerado “el vehículo que llevaba al hombre a pecar”.
Hay que destacar aquí la posibilidad de integrar el desnudo femenino a la pintura, proeza casi inédita para la época.
Al mismo tiempo, resulta importante señalar que en Botticelli una parte de las figuras femeninas se separan del arquetipo de la madonna plácida, para desempeñar otros papeles. En Palas y el Centauro (1482-1483), por ejemplo, la dama que aparece en el lienzo, domando al centauro, es Atenea, la diosa griega de la estrategia.
La lectura alegórica
La introducción de motivos alegóricos en un cuadro no es una innovación propia del Renacimiento, se trata más bien de la continuación de una tradición de larga data, muy practicada ya en la Edad Media. La alegoría busca plasmar en imágenes conceptos o ideas no tangibles.
Botticelli se interesa por la corriente alegórica, y cuadros como Venus y Marte (1483) nos sirven para corroborar esta teoría.
En esta pintura podemos observar cómo Venus y Marte (la diosa del amor y el dios de la guerra en el panteón romano, respectivamente) yacen tendidos sobre un lecho improvisado entre dos grupos de arbustos.
La semidesnudez del varón permite asumir que nos encontramos frente a una escena poscoital, pero mientras Marte está dormido y visiblemente exhausto, Venus se encuentra plácida, tranquila y con sus prendas ya puestas. Desde el punto de vista alegórico, esta imagen simboliza la victoria del amor sobre la guerra y las artes de la destrucción.
La expresividad de la línea
Más que alcanzar a reproducir con exactitud las dimensiones del ser humano, Botticelli crea figuras que tienden hacia la desproporción, con miembros o torsos demasiado largos.
Pero el observador entiende que se trata de un efecto perseguido adrede por el pintor cuando empieza a ver cómo el elemento expresivo que predomina en esa desproporción es la línea.
La línea en Botticelli marca el ritmo particular de cada cuerpo, y los dota además de una gracia distintiva. En El Nacimiento de Venus (1482-1485), las líneas que bordean el cuerpo de la diosa la separan del paisaje en que se encuentra, como poniéndola claramente de relieve sobre todo lo demás.
Este efecto se nota especialmente al volver sobre el detalle del cuello y la cara de Venus. Ambas partes del cuerpo están como enmarcadas por el cabello de la diosa, al punto en que el observador puede señalar sin miedo a equivocaciones, dónde termina el cabello y dónde empieza el cuello o la cara.
La integración de dos civilizaciones
Botticelli introdujo innovaciones en la pintura que no existían durante la Edad Media, pero también retomó algunas cosas del período anterior y las mezcló con los nuevos temas en boga.
Por ejemplo, la pasividad que refleja la diosa del amor en El nacimiento de Venus, puede ser equiparada con la tranquilidad que tiene la Virgen María en varias de las representaciones medievales en donde aparece acompañada del Niño Dios.
De este modo es como en Botticelli, dos civilizaciones con valores disímiles van a confluir en un solo modelo.
La disposición equilibrada de las figuras
El precepto del equilibrio como ideal para lograr la representación plena del mundo es uno de los préstamos que el Renacimiento tomó de la tradición clásica.
Botticelli persigue este ideal en sus pinturas, pero tal vez donde este equilibrio resulta más evidente, es en su composición Primavera (1477-1478).
En esta pintura, de las nueve figuras que aparecen, ocho están predispuestas alrededor de Venus, quien conforma como un núcleo o centro para el anclaje visual. Partiendo desde este centro, las líneas del cuadro se abren de manera diagonal ascendente y descendente, creando así un equilibrio concertado.
Con información de: Wikipedia / Youtube / Imagen: Shutterstock
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