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5 Horrores históricos que te quitarán el sueño

5 Horrores históricos que te quitarán el sueño

Por incómodo que resulte, a veces es necesario hurgar un poco en el pasado y traer de vuelta a la memoria algunos hechos atroces que han marcado a la humanidad. ¿El objetivo? Recordar que el horror no distingue credo, ideología, nacionalidad, ni religión, y es importante conocer el pasado para así evitar repetirlo. En el más reciente episodio de Cosas Muy Importantes hacemos un recorrido por algunos de estos sucesos escalofriantes que nos enseñaron el lado más oscuro del ser humano.

CULTURIZANDO EN WHASTAPP

Tragedia de Nazino o la isla caníbal de Stalin

Fue una deportación en masa de 6.144 personas, de las cuales murieron 4.000 en la isla de Nazino en la Unión Soviética en 1933.

La isla de Nazino, situada en la región de Siberia, fue el escenario de unos terribles acontecimientos que aún hoy estremecen a los habitantes de la zona, que llaman a Nazino la Isla de la Muerte…

El 18 de mayo de 1933, y tras un largo viaje, desembarcaron en este lugar completamente alejado de la civilización un total de 5.070 deportados, entre los que había 4.878 hombres y 322 mujeres, la mayoría indigentes, gitanos, gente sin trabajo, antiguos campesinos, y personas indocumentadas procedentes de Moscú y Leningrado. 

Aquella gente no disponía de ropa de abrigo, ni tenía comida, ni utensilios de ningún tipo, y había sido abandonada en un territorio yermo con una superficie de tres kilómetros de largo por medio kilómetro de ancho de donde era imposible escapar. 

La vegetación consistía básicamente en un bosque con zonas pantanosas y no había edificaciones de ningún tipo, sino tan sólo unas cuantas cabañas donde dormían los guardias. 

Los deportados no contaban con ningún sitio dónde refugiarse y, tan solo el primer día, murieron 27 personas… sin embargo, para empeorar las cosas, a los pocos días otros 1.500 prisioneros llegaron a la isla.

En esa situación tan angustiosa, pronto se produjeron las primera peleas cuando los guardias empezaron a repartir la poca harina que habían traído consigo. 

Para «calmar» los ánimos, los guardias abrieron fuego contra los deportados.

Cuando finalmente lograron repartirla, las personas no tenían con qué amasar la harina ni hornos para hornearla… así que los prisioneros no tuvieron más remedio que mezclarla con el agua del río, lo que provocó numerosos casos de disentería. 

Desesperados, algunos de los prisioneros trataron de huir en unas balsas improvisadas, pero fueron tiroteados por los guardias y se hundieron en el río. Los que pudieron escapar acabaron muriendo en la taiga siberiana (un bosque muy frondoso próximo a la línea de vegetación ártica) o de hipotermia en el viaje.

Durante la semana del 19 al 25 de mayo de 1933, los desdichados prisioneros de Nazino siguieron muriendo como consecuencia del frío extremo, el hambre y una epidemia de tifus que mató a 1.500 personas. 

El 26 de mayo, la situación empeoró aún más cuando tropas de la Dirección Política del Estado (GPU) desembarcaron en Nazino a otras 6.114 personas. 

La escasez de comida convirtió el lugar en un auténtico campo de batalla en el que los prisioneros luchaban por sobrevivir y ni siquiera la llegada del verano logró mejorar las condiciones de vida de los presos.

El calor extremo era insufrible y se vieron obligados a buscar alimento en cualquier lugar: las raíces de los árboles, las hojas de las plantas, el musgo… todo valía con tal de no morir de hambre.

El hambre acuciante convirtió a todo el mundo en una potencial fuente de alimento y a finales de mayo, menos de un mes después de su llegada, los prisioneros empezaron a matarse entre ellos para devorarse. 

En Nazino se produjeron escenas dantescas, y los testimonios de quienes lograron sobrevivir parecen sacados de una película de terror.

En pocas semanas murieron en Nazino 4.000 personas, y los 2.856 supervivientes fueron trasladados a otros asentamientos río arriba, dejando en la isla tan sólo a 157 personas que no podían moverse por hallarse demasiado débiles. 

Años después, en 1988, con la llegada de la Glásnost (que en ruso significa transparencia), los detalles de esta tragedia se hicieron públicos, sobre todo gracias a los esfuerzos llevado a cabo por el grupo de derechos humanos Memorial: los primeros informes de canibalismo se produjeron tan solo tres días después de la llegada de los deportados.

¿Hubo justicia?

No… aunque la verdad salió a la luz años más tarde, ya nada se podía hacer. Lo sucedido en Nazino ha calado profundamente en las personas que habitan cerca de la región: son incapaces de olvidar los terribles sucesos acaecidos en aquella isla en el verano de 1933. Para ellos Nazino fue y siempre será la Isla de la Muerte.


La masacre de My Lai

La Matanza de My Lai (pronunciado mi lai) es una masacre de civiles que perpetró una unidad militar del Ejército de Estados Unidos durante la guerra de Vietnam (1968).

Durante la guerra de Vietnam, en marzo de 1968 tropas de infantería norteamericanas, pertenecientes a la Task Force Barker, lanzaron un asalto aéreo bajo órdenes de “búsqueda y destrucción” en la población de Son My, en el distrito Son Tinh de Vietnam del Sur.

La razón de esta incursión armada era la locación y consecuente eliminación del 48° batallón del Frente Nacional de Liberación de Vietnam, mayormente conocido como Vietcong. Su base, según la inteligencia recibida, se encontraba en la zona bajo el nombre clave de My Lai 4.

Habiendo aterrizado y sin encontrar algún tipo de resistencia por parte de los residentes, el capitán Ernest L. Medina, a cargo de la operación, ordenó a las tropas realizar una maniobra envolvente para capturar la aldea separándolos en dos secciones: el primer grupo tomaría el lado sur del poblado cortando posibles escapes y el segundo presionaría desde el norte.

A partir de este punto vemos que la misión sale de control y nos muestra uno de los peores aspectos de la guerra…

A lo largo de cuatro horas el segundo teniente, llamado William Laws Calley, y sus hombres violaron a las mujeres y las niñas, mataron el ganado y prendieron fuego a las casas hasta dejar el poblado arrasado por completo.

Para terminar, reunieron a los supervivientes en una acequia… Los pilotos y artilleros vieron cómo Calley disparó su arma contra ellos y ordenó a sus hombres que hicieran lo mismo hasta matar a todos los habitantes de la zona (es decir, ancianos, mujeres y niños).

Por «defectos» en la investigación, no se sabe la cifra exacta de asesinados, pero se estima que fue de 504 aproximadamente… y 173 de ellos eran niños.

La matanza solo pudo ser detenida cuando el oficial de helicópteros Hugh Thompson Jr. intervino junto a su tripulación, a la que incluso ordenó disparar a sus propios compañeros soldados si estos seguían asesinando civiles.

Thompson y su tripulación protegieron con sus vidas a algunos civiles sobrevivientes que pudieron rescatar, y el propio Thompson notificó de inmediato el incidente al mando superior, que ordenó detener la operación contra el área.

Posteriormente Thompson testificaría contra Calley y otros en una corte marcial. Sin embargo, el informe de lo sucedido solo apuntaba a que hubo poco más de 100 bajas vietnamitas, siendo en su mayoría guerrilleros del Vietcong… una vil mentira.

No obstante, esta inadmisible mentira no quedaría siempre cubierta, gracias a la intervención de los periodistas Ronald Haeberle y Jay Roberts, quienes acompañaron al teniente Calley en esta infortunada incursión.

¿Hubo justicia?

Gracias a los posteriores testimonios de algunos periodistas y pilotos, y el arrepentimiento incipiente de otros soldados, paulatinamente se fue corriendo la voz en torno a este horrible acontecimiento.

Una vez llegado el tema a los altos mandos fue inevitable un juicio, donde el acusado fue el teniente William Calley, quien fuera el hombre al mando de la segunda división y ejecutor principal de la matanza.

Se condenó a Calley a cadena perpetua y trabajos forzados; pero con el tiempo pasaría a ser una simple e inadecuada condena de tres años y medio para alguien que cometiera actos tan atroces.

La masacre de My Lai no fue la única matanza cometida por las fuerzas estadounidenses, pero fue la que más escándalo provocó en Estados Unidos y el mundo. 


El mozote

La masacre de El Mozote es el nombre que reciben un conjunto de masacres contra población civil cometidos por el batallón Atlácatl (formado por la CIA en la Escuela de las Américas, en Panamá) de la Fuerza Armada de El Salvador, durante un operativo de contrainsurgencia, realizado los días 10, 11 y 12 de diciembre de 1981, en los cantones (aldeas) de El Mozote, La Joya y Los Toriles, en el norte del departamento de Morazán, en El Salvador.


Se la considera no solo el mayor acto de violencia contra población civil cometida por agentes gubernamentales, durante la Guerra Civil de El Salvador, sino también la peor masacre del Hemisferio Occidental en tiempos modernos.

Contexto y antecedentes de la masacre

Desde su independencia de España en 1821, El Salvador vivió en un estado de constante gran inestabilidad política, al punto que durante la década de 1970, el país se transformó  en un hervidero social.

La abismal brecha entre ricos y pobres, la falta de libertad y la creciente tensión internacional entre Estados Unidos y el bloque comunista, contribuyó a caldear el país e inevitablemente derivó en la Guerra civil salvadoreña.

Según los historiadores, los dos bandos en el conflicto salvadoreño estaban influenciados por la contienda global de la Guerra Fría:

• El Gobierno de El Salvador –que para ese momento estaba conformado por una Junta Revolucionaria de Gobierno– había mantenido una firme alianza con los Estados Unidos desde mediados del siglo XX. De hecho, oficiales del ejército gubernamental salvadoreño (la FAES), recibieron adiestramiento en centros militares estadounidenses como la Escuela de las Américas y obtuvieron apoyo de los gobiernos de Jimmy Carter, Ronald Reagan y George H. W. Bush.
• Por otra parte, algunos movimientos de izquierda que conformaron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional FMLN, en especial, el Partido Comunista Salvadoreño, mantenían relaciones de cooperación con la URSS, Cuba y Nicaragua.

En teoría, el conflicto armado (la guerra civil) nunca fue declarado en forma oficial; sin embargo, la lucha entre el FMLN y el gobierno se extendió de 1980 hasta 1992, dejando un saldo de casi 75.000 fallecidos.

Según la Comisión de la Verdad (organismo de la ONU creado para investigar los hechos de violencia cometidos durante la Guerra Civil salvadoreña), las fuerzas gubernamentales fueron las responsables del 45% de los casos de homicidios, violaciones, desapariciones, torturas y secuestros; entre los que destaca el episodio más sangriento de la guerra civil en el Salvador: la masacre de El Mozote.

La masacre

Los días 10, 11 y 12 de diciembre de 1981, en el poblado campesino de El Mozote y otros pueblos aledaños, la dictadura salvadoreña realizó una acción antiguerrillera en el norte de El Salvador, denominada “Operación Rescate”.

Los soldados del batallón permanecieron en El Mozote, y en la madrugada del 11 de diciembre repitieron el protocolo inicial: sacaron a todos de sus casas y los obligaron a concentrarse en la plaza.

Una vez ahí, los separaron entre hombres, mujeres y niños –“para evitar traumas psicológicos”-, encerrándolos por separado en la iglesia, la casa del sacerdote y otras casas del pueblo.

Los soldados separaron a las personas en grupos de cinco y comenzaron el interrogatorio sobre las actividades de la guerrilla; cada interrogatorio resultaba en tortura para los miembros del grupo que derivaba en su posterior asesinato.

Primero fueron torturados y ejecutados los hombres, luego las mujeres y, finalmente, los niños. Los militares fueron especialmente sádicos con las mujeres, muchas de ellas fueron violadas durante todo el día y posteriormente decapitadas, incluyendo las niñas que eran muy pequeñas.

El mismo 11 de diciembre, los soldados mataron a más de 20 personas en el poblado vecino de La Joya; el día 12, más de 40 personas en los caseríos La Ranchería y Los Toriles; y el día 13, a los pobladores del caserío Jocote Amarillo y del pueblo Cerro Pando. En total, se calcula que asesinaron entre 600 y 900 personas, de las cuales la gran mayoría eran niños.

¿Hubo justicia?

A los pocos días, denunció lo ocurrido en El Mozote a la emisora clandestina Radio Venceremos (del FMLN); sin embargo, la junta de gobierno de El Salvador y la embajada de Estados Unidos tildaron el relato de “propaganda izquierdista” y la acusaron de ser una fuente no confiable.

El gobierno salvadoreño continuó negando sistemáticamente la masacre durante años y finalmente, en 1993, enterró cualquier posibilidad de investigación promulgando la Ley de Amnistía General.

Así, cerró el caso con total impunidad y eximió a los responsables de “cualquier crimen cometido en el contexto de guerra”; aun cuando el 27 de enero de 1982, un mes y medio después de la masacre, el New York Times había publicado un artículo del periodista Raymond Bonner, con fotografías de Susan Meiselas, que mostraban claramente que en El Mozote se había cometido una gran matanza de civiles indefensos, y que el responsable era el ejército salvadoreño.

Después de 36 años de la masacre, a inicios de 2017 se bosquejó una posibilidad para hacer justicia, luego de que la Corte Suprema de Justicia de El Salvador anulara la amnistía y se reabriera el caso.

Actualmente 18 ancianos están enfrentando cargos preliminares por asesinato y terrorismo, acusados de ser los arquitectos y ejecutores del asalto. Entre ellos se encuentra el general retirado, José Guillermo García Merino, Ministro de Defensa del país de 1979 a 1983.

Masacre de niños indígenas en Canadá

A finales de mayo de este año ocurrió el macabro descubrimiento de los restos de al menos 215 niños indígenas estudiantes del internado más grande de Canadá… algo que provocó indignación en todo el país y el mundo.

La jefa de la tribu Tk’emlúps te Secwépemc, Rosanne Casimir, anunció que se habían encontrado los restos de 215 niños cerca de la ciudad de Kamloops, en el sur de la provincia de Columbia Británica. Se cree que algunos de los restos son de niños de tan solo 3 años.

Todos habían sido estudiantes de la Kamloops Indian Residential School, la institución más grande de este tipo en el sistema de internados de Canadá.

El hallazgo de los restos había sido confirmado días antes con la ayuda de tecnología de radar de penetración terrestre, dijo Casimir.

Se hizo hizo el descubrimiento gracias al trabajo preliminar para identificar los sitios de enterramiento realizado a principios de la década de los 2000.

«Lamentablemente, sabemos que muchos más niños están desaparecidos», dijo Casimir en un comunicado la semana pasada.

Miles de niños murieron en internados y sus cuerpos rara vez regresaban a casa. Muchos fueron enterrados en tumbas sin nombres.

Hasta hoy no hay un dato certero de la cantidad de niños que fallecieron, las circunstancias de sus muertes o dónde están enterrados.

Antecedentes

Se sabe que la escuela Kamloops, que funcionó entre 1890 y 1969, tenía capacidad para 500 estudiantes indígenas, muchos de los cuales fueron enviados a vivir allí a cientos de kilómetros de sus familias.

Los hallazgos provocaron el enojo en toda Canadá, donde muchos hicieron vigilias y memoriales improvisados en todo el país. Pero para los líderes indígenas, el descubrimiento no fue algo inesperado.

«La indignación y la sorpresa del público en general son bienvenidas, sin lugar a dudas», dijo el jefe nacional de la Asamblea de las Primeras Naciones, Perry Bellegarde. «Pero el informe no es sorprendente».

«Los sobrevivientes han estado diciendo esto durante años y años, pero nadie les creyó», dijo.

El internado de Kamloops fue uno de más de 130 similares. Estuvieron abiertos en todo Canadá entre 1874 y 1996.

Como eje de la política gubernamental de asimilación forzosa, unos 150.000 niños de las naciones nativas, principalmente de las etnias intuit y métis, fueron separados de sus familias durante ese período y colocados en internados del Estado.

Cuando la asistencia se volvió obligatoria en la década de 1920, los padres se enfrentaron a la amenaza de prisión si no los enviaban.

La política dejó un trauma en generaciones enteras de niños indígenas, que se vieron obligados a abandonar sus idiomas nativos, hablar inglés o francés y convertirse al cristianismo.

Las iglesias cristianas fueron esenciales en la fundación y el funcionamiento de las escuelas. La Iglesia católica en particular fue responsable de operar hasta el 70% de los internados, según la Sociedad de Sobrevivientes de Escuelas Residenciales de Indígenas.

«La política de nuestro gobierno era deshacerse de lo indígena en el niño», dijo Bellegarde. «Fue una ruptura de uno mismo, la ruptura de la familia, la comunidad y la nación».

El informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), publicado en 2015, describió la política dirigida por el gobierno como un genocidio cultural.

En sus 4.000 páginas detalla fallas radicales en el cuidado y la seguridad de estos niños, con la complicidad de la Iglesia y el gobierno.

«Los funcionarios, la Iglesia y las escuelas estaban al tanto de estas fallas y su impacto en la salud de los estudiantes», dice.

Los estudiantes a menudo fueron alojados en edificios mal construidos, con poca calefacción e insalubres, según el informe. Muchos carecían de acceso a personal médico capacitado y estaban sujetos a castigos severos y a menudo abusivos.

Las pésimas condiciones de salud, según el informe, venían en buena medida por la determinación del gobierno de reducir costos.

«Administraciones escolares discutieron con el gobierno sobre quién iba a pagar los funerales de los estudiantes», dijo Scott.

«Lo harían todo al costo mínimo», según muestran los registros de las conversaciones.

La investigación de la CVR encontró que miles de niños indígenas enviados a internados nunca volvieron a casa.

El abuso físico y sexual llevó a algunos a huir. Otros murieron por enfermedades o por accidentes en medio de la negligencia.

Ya en 1945, la tasa de mortalidad de los niños en los internados era casi cinco veces mayor que la de otros alumnos canadienses.

«Los sobrevivientes hablaron de niños que desaparecieron repentinamente. Algunos hablaron de niños que desaparecieron en cementerios masivos», dijo el presidente de la TRC, Murray Sinclair, en un comunicado el miércoles.

Otros sobrevivientes hablaron de bebés engendrados por sacerdotes, arrebatados a sus madres al nacer y arrojados a hornos, señaló.

En 2015, se estimó que unos 6.000 niños habían muerto mientras estaban en internados. 

¿Se hará justicia?

Trudeau, primer ministro canadiense, dijo que estaba «consternado» por el legado de los internados de Canadá y prometió «acciones concretas», pero no dio muchos detalles.

Varios líderes indígenas han presionado al gobierno para que se lleve a cabo una investigación exhaustiva de los 130 antiguos internados para encontrar tumbas sin nombres.

La noticia del descubrimiento también ha provocado una respuesta mundial, lo que dio pie a pronunciamientos de Naciones Unidas y Human Rights Watch.

Los hallazgos preliminares también han renovado las demandas de una disculpa de la Iglesia católica, una de las recomendaciones del informe de la CVR.

En 2017, Trudeau le pidió al papa Francisco que se disculpara por el papel de la Iglesia en la administración de los internados de Canadá, pero el Vaticano ha declinado hacerlo.

Campos de concentración de homosexuales en Cuba

Tras las purgas ideológicas, juicios revolucionarios y centenares de fusilamientos que marcaron los primeros años posteriores a la toma de La Habana por parte de Fidel, la siguiente fase del plan depurador del dictador cubano tuvo como objetivo «reeducar» a los disidentes sexuales, considerados una amenaza para la organización de una sociedad en la que emergería el hombre nuevo, aquel individuo verdaderamente emancipado de las garras del capitalismo según la teoría marxista.

Fidel Castro lo había dejado claro desde el inicio. «Nunca hemos creído que un homosexual pueda personificar las condiciones y requisitos de conducta que nos permitan considerarlo un verdadero revolucionario. Una desviación de esa naturaleza choca con el concepto que tenemos de lo que debe ser un militante comunista», declaró el dictador cubano en 1965.

Por su parte, el Che Guevara pensaba lo mismo que Fidel: consideraba la homosexualidad contraria a su ideal de «hombre nuevo» (el arquetipo de varón que, en sus palabras, debía alzarse sobre los poderes establecidos y sobre cualquier forma de dominio).

Este debía ser:

«Un obrero vigoroso, gallardo, trabajador, patriota, desinteresado, heterosexual, monógamo y austero». Eso le llevó a considerar a los gays y a las lesbianas como unos «pervertidos sexuales» y (en palabras del investigador y escritor Cabrera Infante) «gente enferma» que debía dejar paso al mencionado «hombre nuevo, políticamente sano y producto de la Cuba comunista».

En todo caso, donde se puede ver el odio del régimen castrista hacia los homosexuales es en la represión que se organizó contra ellos en los años sesenta.

Así, el estado no tardó en considerar a los gays como detractores del nuevo gobierno y potenciales enemigos que se declaraban en contra de lo patriarcalmente normativo.

Las primeras detenciones de este colectivo se perpetraron «por los recién creados Comités de Defensa de la Revolución (CDR)», un organismo civil de voluntarios que se infiltraban en los barrios y denunciaban «todas aquellas actitudes que pudieran ser consideradas antirrevolucionarias». Poco después, los presos empezaron a ser internados en campos de trabajo.

El Che Guevara fue el principal organizador de esos crueles centros. Y, de los Nazis, el gobierno cubano también adoptó el lema de Auschwitz: “El trabajo te libera”, cambiándolo por “El trabajo los hará hombres”, lema que repetían mientras se les forzaba a trabajar durante un número ingente de horas para «corregir su conducta homosexual».

En el año 1971, y con motivo de la celebración del «I Congreso Nacional de Educación y Cultura», el gobierno castrista reconoció que la homosexualidad era una desviación patológica y prohibió que los gays representaran al país en actos oficiales que se sucedieran fuera del país. Este fue solo el principio. Y es que, en los años setenta se implantó la «Ley de ostentación homosexual», que prohibía las manifestaciones públicas de afecto entre personas del mismo sexo.

Finalmente, y gracias a la presión de intelectuales y artistas en el extranjero, en 1968 serían cerrados los campos de trabajos forzosos, que se calcula fueron padecidos por 25 mil a 30 mil personas (además se contabiliza que decenas de homosexuales cubanos se suicidaron por temor a ser llevados allí).

¿Hubo justicia?

Tendrían que pasar 45 años para que Fidel Castro aludiera a estos infames eventos. En 2010, consultado por un periodista mexicano sobre su persecución a los homosexuales, Castro haría una inusual autocrítica: «Fueron momentos de una gran injusticia (…) Piensa cómo eran nuestros días en aquellos primeros meses de la Revolución: la guerra con los yanquis, el asunto de las armas, los planes de atentados contra mi persona. Escapar a la CIA, que compraba tantos traidores, a veces entre la misma gente de uno, no era cosa sencilla; pero en fin, de todas maneras, si hay que asumir responsabilidad, asumo la mía».

¿Eso quiso decir que se hizo justicia? Por supuesto que no… el gobierno cubano no ha pagado ni por esta ni por ninguna de las demás atrocidades que ha cometido.

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Con información de: National Geographic | Efe | El faro | BBC | The Conversation | El País

Imagen portada: Shuttertock

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