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¿Qué tanto pesa tu corazón? La extraña práctica egipcia que decidía si eras o no, merecedor del paraíso

¿Qué tanto pesa tu corazón? La extraña práctica egipcia que decidía si eras o no, merecedor del paraíso

Una cultura que veneraba a sus muertos y buscaba con insistencia preservar la memoria y la esencia de las personas en sus tumbas, esconde una creencia muy particular, que consiste en colocar en una balanza el órgano más importante del cuerpo con el propósito de saber si una persona merece o no, la felicidad después de la muerte. ¿Cómo lo hacían? ¿De qué se trataba el ritual? ¿Por qué lo hacían? Aquí te contamos todo.

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Preparar a los muertos: una apertura  sagrada de las puertas del más allá

Una de las características fundamentales de la cultura egipcia es la preparación de los difuntos. Todas sus tradiciones y culturas se resguardan en “El libro de los muertos” que incluye todo tipo de fórmulas mágicas, estrategias y rituales que el difunto debe utilizar para por fin alcanzar la vida del otro lado.

La creencia egipcia en la vida después de la muerte, hacía que los rituales funerarios fueran intensos y muy bien preparados. Todos los familiares del difunto debían garantizar que estuviera bien preparado para enfrentarse a toda clase de peligros y amenazas que se le interpondrían en la búsqueda del renacimiento.

La cultura profesa que el muerto emprende un viaje subterráneo de oeste a este, tal como lo hace el sol –o Re, que cíclicamente vuelve a su punto de partida-, durante el viaje que era en la balsa de Re, debía enfrentar una serie de bestias peligrosas y laberintos imposibles cuya meta es desorientarlo.

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El juicio de Osiris ¿Qué tanto pesa tu corazón?

Los antiguos egipcios preveían que les esperarían muchos retos en el más allá, pero sin duda alguna el más complicado era salir victorioso del juicio final con el tribunal de Osiris.

Si el difunto lograba pasar todas las pruebas anteriores, llegaría a la más importante y la más difícil: el juicio de Osiris.

Antes de entrar, será recibido por Horus un hombre con cabeza de halcón que es  el hijo de Isis y Osiris,  este acompañará al muerto a la sala del juicio, donde deberá enfrentarse a 42 jueces.

En el momento del juicio, los difuntos debían convencer a los miembros del tribunal –siendo absolutamente honestos- que su conducta moral había sido intachable.

En “El libro de los muertos” hay una serie de frases que deben repetir, por ejemplo:

“No he cometido iniquidad respecto de los hombres; no he matado a ninguno de mis parientes; no he mentido en lugar de decir la verdad; no tengo conciencia de ninguna traición; no he hecho mal alguno; a nadie he causado sufrimiento; no herobado las ofrendas a los dioses…”

Después de la sesión con los jueces, venía la parte más compleja: pesar el corazón.

¿Cómo lo hacían? Una balanza gigante ocupaba el centro del salón, que estaría rodeado de 42 miembros del tribunal, algunos dioses egipcios y los otros difuntos que estén esperando su juicio. De un lado estaría una pluma de la diosa Maat –quien representa a la justicia, el orden y el equilibrio- y del otro el corazón del juzgado.

¿Por qué pesar el corazón? Para los egipcios, el corazón reunía toda la inteligencia,  las emociones e incluso las acciones –buenas o malas- de una persona, era el compendio de toda su esencia.

¿Cuál era el resultado más favorable? El corazón no podía pesar más que la pluma, pero tampoco podía pesar menos. Debía quedar en exacto equilibrio.

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Si el corazón pesaba exactamente lo mismo que la pluma, el difunto se ganaba la entrada a los Campos de Aaru –mejor conocido como el paraíso egipcio- un lugar reinado por Osiris donde abundaban los placeres.

Si el corazón pesaba menos o más que una pluma, el destino era inminente: sería devorado por Ammyt una criatura con cabeza de cocodrilo, piernas de hipopótamo, torso y melena de león mejor conocida como “la devoradora de muertos”. Esto cancelaba todas las posibilidades de renacimiento.

Dato Curioso: La frase “Tener el corazón como una pluma” proviene de esta tradición egipcia, en la que el corazón de una persona debía pesar exactamente lo mismo que una pluma.

Con información de «El Egipto de los faraones» Editorial Sarpe, Madrid 1985.

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