En su afán por criar «mujeres de bien», nuestros padres nos someten a una serie de «prédicas» que se van intensificando a medida que vamos creciendo. Todo empieza con «no es bueno que las niñas jueguen con varones» cuando entramos al colegio.
En esta etapa es donde nuestras relaciones sociales sobrepasan las barreras familiares, el hecho de pensar en niños con diferentes tipos de crianza y el factor curiosidad elevado a su máxima potencia crea «un poco» de pánico en los viejos.
Nos vamos acostumbrando a los sermones y advertencias que se vuelven a intensificar en la adolescencia, cuando ya eres una señorita y ante la revolución hormonal , las presiones sociales y la inseguridad propia de esa edad los viejos temen que la niña vaya a salir «vagabunda». Esto hace pesado y tedioso el camino hacia la adultez tanto para padres como para hijas.
Después los años pasan como en un abrir y cerrar de ojos. Terminas el colegio, te gradúas de la universidad, consigues tu primer empleo… y aquí estas, ahora en los 20’s, toda una profesional (tal como lo soñaron los viejos).
Bella -porque a esa edad todas lo somos-, con un salario que aunque no te hace rica hace mas liviana la carga económica de la familia, pero…. ¡SOLTERA! lo que implica una nueva etapa de «prédicas», a la que junto con la familia se suma todo el que te vio crecer, dándote la bienvenida a lo que yo llamo «Síndrome de la Mujer Caducada».
Ahora todos se interesan por tu vida sentimental, hacen conjeturas y emiten opiniones que a veces ofenden, y de esas ofensas nunca recibes disculpa ya que quienes las emiten se sienten con todo el derecho de hacerlo.
“-Tu tienes buena edad, eres profesional, estas trabajando… ¿qué es lo que esperas?”, es solo una muestra de las cosas que a diario nos toca escuchar, cosas que restan seriedad al compromiso de asumir una relación responsable, visualizando los matrimonios como un requisito más que hay que cumplir y llegada la hora hay que emparejarse con quien sea a fin de no estar sola, destinando a quienes sucumben ante la presión a sufrir con la persona equivocada por temor a enfrentar la vida sola.
¿Quién ha dicho que las cosas funcionan así? ¿a caso nacemos con un sello de caducidad que es invisible a nuestros ojos?
Si, acepto que hasta en la Biblia dice que el hombre no fue creado para vivir solo. Llega un momento en la vida en que hace falta compañía en el camino, pero no por eso faltaríamos a nuestros principios personales y vamos a mendigar compañía, que es justo lo que pasa cuando te embarcas en una relación sentimental sin amor.
Amor… tanto que hemos escuchado hablar de ese sentimiento durante nuestro crecimiento (en la iglesia «Dios es amor», en la casa eres «fruto del amor» y en los cuentos de hadas, es la meta de las princesas de las que una vez fuimos fan).
Nuestra realidad es diferente y nosotras también lo somos, la era de la sumisa ama de casa que sostenía un largo matrimonio aguantando toda clase de cosas ha pasado, hoy los 30’s son los nuevos 20’s, actuamos por lo q sentimos y no por lo que otros vayan a decir y a la hora de tener una relación, nos atraen mas los sentimientos auténticos que el hecho de llenar requisitos sociales.
Amor es mas que compañía y la caducidad NO es para nosotras.
@fioresita para @Culturizando
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