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Reflexión: Sin proyecciones y sin arrepentimientos

Reflexión: Sin proyecciones y sin arrepentimientos

En toda entrevista de trabajo, después de las pruebas psicológicas, las preguntas cliché a las que respondes con un discurso embotellado y el sin número de pasos propios de ese rito burocrático que está cada día más oxidado; llega un momento en el que el entrevistador se recuesta un poco en su asiento, casi de forma inconsciente, se relajan los músculos de su cara y te pregunta ¿Cómo te ves de aquí a unos años?

Hay quien continúa con los discursos embotellados y se explaya narrando la película de sí mismo que le gustaría materializar

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• En unos años me veo como encargado de……
• En lo personal, tendría (agregue la cantidad que prefiera) hijos, habré cambiado mi auto…
• Obtendré un grado de ( agregue la carrera que prefiera, en la universidad que considere)

En lo personal, aunque me he esforzado para no dejar que el entrevistador lo note, esta es la parte más difícil de la entrevista de trabajo ¿Qué pasaría si la respuesta a esa pregunta fuera que no sé, que no tengo la menor idea de lo que será de mi en unos años? Si la historia se escribe cada día ¿Por qué rayos tengo que mentirle a alguien diciéndole cómo me veo de aquí a unos años cuando realmente no he pensado en ello, ni quiero hacerlo?

Es una persona sin aspiraciones, sin sueños ¿qué se puede esperar de alguien que no espera nada de sí? Es del tipo de cosas que quizás piense el entrevistador. Pero no es más que un acto de sinceridad que pocas, muy pocas veces veremos en una oficina de RRHH.

Desde pequeña he sido muy soñadora, de esas personas que con unos cuantos pasos ya se está imaginando el camino de regreso, pero en mi vida han pasado cosas que van más allá de lo que hubiera podido imaginar unos años atrás. Personas, experiencias, lugares, oportunidades etc. Cosas que no me hubiera permitido siquiera contemplar en el plan maestro de mi futuro. Tradiciones sin sentido que tenían para mí la categoría de un principio universal han quedado descartadas, instituciones que en algún momento pudieron ser mi versión de Dream Job ahora los concibo como un centro de explotación cualquiera, mi visión de la vida, de la economía, del sistema en el que vivimos ha cambiado rotundamente y me alegro de que haya cambiado. ¿Habría sido igual si en algún momento hubiera atado mis sueños a los de una de las empresas en las que me entrevisté? NO, pero tampoco habría dado tanto de mí mientras trabajaba en proyectos que me han hecho mejor profesional, esos mismos que me indicaron que era hora de marcharme de donde estaba y seguir adelante.

El problema es que la mayoría de las empresas no quiere empleados libres, creativos y honestos. Quieren estúpidos funcionales que empeñen hasta sus sueños a cambio que un salario que le permita sobrevivir, pero siempre estará a merced de sus amos, hasta sus horas de entretenimiento estarán sujetas a la voluntad de sus superiores, porque con lo que ganan no puede pagar las actividades de ocio que disfrutan cuando las patrocina la empresa.

Este es uno de los momentos en que las cosas empiezan a tener sentido, en el que empiezas a dar gracias por algunos puestos de trabajo que no conseguiste, en el que empiezas a tomar conciencia y a diferenciar entre un yugo y un trabajo, en vez de aferrarte a un plan de futuro viciado, buscas las posibilidades de cambiar la historia que están todos los días del otro lado de la venda que nos pone en los ojos la rutina.

Todavía no sé donde estaré de aquí a unos años, pero el solo hecho de mantener viva mi curiosidad, luchar por mi libertad individual y ser lo suficientemente sabia como para vivir en el sistema sin convertirme en víctima del mismo. Estaré mejor que hoy 😉

Por Fiores Florentino S.
@Fioresita

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