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Reflexión: Nos queda la providencia

Reflexión: Nos queda la providencia

Esta semana estuve leyendo una entrevista que le hicieran a Ana Ferrer, en sus respuestas citaba algunas de las frases de su marido para motivar la labor que realizan en la India, me quedé con esta:

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«Adelante, si hay problemas, hay soluciones. Y, en cualquier caso, si no hay solución, está la providencia»

La vida, por lo menos la vida de todo el que decide asumir los riesgos que implica avanzar, es un gran problema que requiere ser resuelto, solo hay que ponerse de pie para encontrar situaciones complicadas, a medida que avanzas se complican aún más, pero poco a poco vas aprendiendo a descubrir la solución de cada una de esas complicaciones, a evitarlas inclusive, y vas construyendo tu propio camino.

Miles de revistas, libros, conferencias y «cuchucientos» coach certificados nos pintan de rosa la realidad, envuelven falsas ilusiones en papel celofán y como si todos estuviéramos dispuestos a ser borregos, insisten en hacernos creer que por simple canalización de energías las cosas empezarán a funcionar y encontraremos la manera de hacerlo sencillo. Pero no siempre funciona, hay un punto del recorrido en el que, sin importar los logros que te hayas apuntado a los ojos de los demás, te das cuenta que no tienes nada. Es aquí donde se aplica la segunda parte de la frase, nos queda la providencia.

Estamos viviendo los últimos días de un año que en lo personal ha venido cargado de desafíos, muchos problemas que me han puesto entre la espada y la pared para los cuales han aparecido soluciones, pero a medida que pasa el tiempo y a pesar de los éxitos, que en su momento me han llenado de profunda alegría, te das cuenta de que la vida es frágil, inestable, de que no eres sueño de nada y al final estás a merced del destino.

Para los de espíritu aventurero esto es genial, para los que somos «control freak» es, a ratos, un tanto aterrador. Pasé casi seis años de mi vida dormida en los laureles de la seguridad, cobijada de escusas que una a una se superaban en estupidez. Recuerdo muchos 31 de diciembre sola en el techo de mi casa mirando al cielo y suplicando a Dios que viniera a cambiar la realidad que yo insistía en mantener igual. Era tranquilizante saber con exactitud lo que te esperaba cada mañana al despertar, pero con el paso de los años una vida como esa se vuelve insoportablemente aburrida, como un pantano del que cuesta mucho salir porque cada día parece tornarse más espeso… ¡pero salí!

Han sido muchas las revoluciones, diez meses de aprender y desaprender, de reciclar viejas costumbres en versión mejorada, de entender experiencias del pasado a las que en su momento no le veía ningún sentido, de tener sueños cargados de promesas y despertar con las manos vacías, de aprender a disfrutar del hecho de no saber lo que pasará después.

Este es el momento de recapitular, agradecer a personas maravillosas que con lo rápido que pasan las cosas se han convertido en aves de paso de recuerdo eterno, este es el momento de disfrutar la sensación del deber cumplido por todo lo conseguido y de dejar que la vida misma se encargue de lo que no pudimos solucionar.

En cualquier caso, si no hubo solución, nos queda la providencia.

Por @Fioresita para

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