El humano es un ser sentimental, de la buena o mala gestión de sus sentimientos depende el porcentaje de éxito o fracaso que pueda experimentar en la vida.
Hemos escuchado hablar mucho de amor, sentimiento que definen como «la fuerza que mueve el mundo» o la que podrá salvarlo de la decadencia en que vive; se menciona también la lealtad, la honestidad, y así se va tejiendo una red sentimental que nos define y determina nuestro destino, pero ¿qué hay del miedo? Parece que algunos reyes del positivismo olvidaran que existe o simplemente creen que es mejor ignorar que está presente.
«Si el amor es la fuerza que mueve el mundo, el miedo es la fuerza que lo domina»
Desde pequeños, por instinto o por enseñanza huimos de lo que nos asusta, repelemos el temor; y al «evitar» el miedo damos oportunidad a que otros puedan dirigir nuestra vida usando el miedo como su mejor y principal herramienta. En una sociedad colmada de personas inseguras y vacías, el miedo se convierte en un instrumento peligroso.
No hay que ir muy lejos para encontrarse con instituciones (civiles, religiosas o de cualquier otra naturaleza) repletas de personas aborregadas que se encaminan según los temores que sus líderes infunden sobre ellos, temores que les impiden incluso cuestionar hasta qué punto son razonables las disposiciones a las cuales se están acogiendo, temores que los reducen a una estupidez casi irracional y hasta cierto punto elegida. Aparentemente es más fácil ser servil que ser valiente.
El temor nos hace sumisos, manejables, carcome la personalidad, nos hace dar la espalda a la libertad, obstaculiza nuestro desarrollo (en todos los sentidos), aleja nuestros objetivos, nos hace perder oportunidades y nos inunda de una culpa por no haber tomado acción que aunque a veces tratamos de transferirla a situaciones u otras personas; en lo más profundo del alma sabemos que la responsabilidad ha sido nuestra.
La cultura de dar la espalda al miedo
Nos han enseñado a dar la espalda al miedo. Si algo le asusta a un niño, como forma de protección, los padres tratan de alejarlos de esa situación; así aprendemos a evitar el miedo y con el tiempo evitamos compromisos que nos asustan pero que serían determinantes para nuestro éxito y que afectan otras vidas. ¿Cuántos hijos se han criado sin padre porque un día el miedo los hizo salir huyendo? ¿Cuántos proyectos se han detenido por el miedo a que no se puedan completar? ¿Cuántas cosas has perdido tú porque un día te faltó valor para vencer el miedo que te provocaba el reto? Yo he perdido muchas, y si estoy escribiendo esta nota es porque no estoy dispuesta a perder una más y para motivarles a que ustedes también rompan esa cultura de dar la espalda al miedo y no teman a vivir la emoción de encaminarse por nuevas rutas, de dar el primer paso aún cuando no podemos ver el final de la escalera, de dejar de conformarnos con la seguridad de lo que está hecho y arriesgarnos a vivir nuevas experiencias que resultaran en nuevas opciones de vida para los que vienen detrás de nosotros.
En la mayoría de los casos el temor va de la mano con el desconocimiento. Nos reímos de la reacción de algunos indígenas que se asustan al ver su reflejo en el espejo, pero a veces reaccionamos de la misma forma ante situaciones sencillas por la misma razón, en el momento no sabemos que son cosas inofensivas que lejos de hacernos daño las podemos utilizar en nuestro beneficio. Si enseñamos a los niños a vencer el miedo y no a alejarse del mismo, les estaríamos haciendo un gran regalo para su vida adulta.
El miedo siempre está presente, especialmente cuando de decisiones trascendentales se trata. Ese «brinquito» que nos da el corazón cuando estamos al pie de iniciar algo importante es normal, pero debemos hacer parte de la normalidad también el valor para darle la cara al miedo y vencerlo. «probando es que se guisa» dicen en el campo, y si no nos atrevemos nos condenamos a vivir con ese insoportable sentimiento de lo que pudo haber sido y no fue, todo porque un día decidimos dar la espalda al miedo.
Ojalá que al final del camino nos despidamos de la vida con la alegría de haber asumido con valentía sus retos y no con las excusas que son el último argumento de los cobardes.
Una colaboración de @fioresita para @Culturizando
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