Este devenir característico de la vida que es a la vez virtud y desgracia, a veces nos hace perder el control. Cómo quisiera tener un imán para atraer y permanecer pegada a las buenas experiencias, cómo quisiera tener un impermeable contra la lluvia de angustia y melancolía, cómo quisiera volver a ver la lucecita de la esperanza al final del túnel para volver a creer. Pero las cosas no son siempre lo que uno quiere.
Es bueno dar amor, ser empático, levantar el ánimo a quien lo ha dejado caer; cuán maravilloso es sentir que hemos servido de algo, ver en la expresión de la otra persona el alivio de sentirse apoyado, de sentir que sin importar cuán duro sea el proceso por el que tienen que pasar, cuenta contigo a lo largo del camino. Es una experiencia maravillosa, que también puede ser algo peligrosa.
A veces nos acostumbramos a ser los fuertes, el paño que seca las lágrimas del amigo, el apoyo del compañero que se encuentra en dificultad, quien nunca llora, quien siempre vence o ignora la aflicción, quien espanta el dolor, tanto, que quienes te rodean, acostumbrados a tu carácter fuerte y tu personalidad imponente, olvidan que en algún momento puedes ser vulnerable; olvidan y olvidas, sin querer, que como humano también te puedes caer.
Existen personas que parecen tener una maestría en maltratar el espíritu de los otros, desde hace poco más de un año me ha tocado lidiar con uno de esos seres, y aunque le debo el éxito de unas cuantas de mis notas, ha sido un camino difícil de recorrer que dentro de toda esa dificultad me ha llevado a aprender grandes lecciones.
Ten paciencia, ya verás que todo se va a resolver, confía…
Son incontables las ocasiones en las que he dicho esto, en su momento lo dije con amor, identificada con la pena de quien lo necesitaba, creyendo que entendía la situación del otro, pero sobretodo convencida de si algún día me tocaba pasar por un proceso de incertidumbre parecido, yo iba a tener paciencia y a confiar en que todo se resolvería…. cuán alejada estaba de la realidad.
La posición de «Súper héroe sentimental a prueba de downs» nos hace creer que estamos en falta si nos dejamos caer, y preferimos disfrazar nuestras angustias de falsa estabilidad, esconder las lágrimas detrás de falsas sonrisas, pero no podemos evitar que el brillo en nuestra mirada se apague. Hay que dejarse querer! Humildad, entre otras cosas, es también reconocer nuestras carencias de afecto y aceptarlo cuando el otro viene sinceramente a ofrecerlo. Los amigos, los verdaderos amigos, notan tu aflicción sin necesidad de que vayas a contarles tus penas, si ofrecen su apoyo, hay que recibirlo con la misma humildad y buena aceptación que ellos recibieron el nuestro cuando estuvieron en dificultad.
Después de todo, cada situación tiene su lado bueno. Esta vez he aprendido de una amiga una nueva técnica de supervivencia ante los «insufribles». Mantequilla y amor 😉 Mantequilla para que me resbale su maldad y amor porque es lo que nos da la fuerza para conseguir la victoria. La más viva manifestación de Dios en nosotros, es el amor
Hoy me toca ser paciente, mirar con positivismo el futuro aunque ahora todo sea escombros y confiar en que las cosas van a cambiar para mejor, pero lo mejor de todo esto es que cuento con personas que me recuerdan untarme de mantequilla y que con sus palabras me demuestran su amor
Una colaboración de @fioresita para @Culturizando
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