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Qué es la ‘cultura oceánica’ y por qué hace falta enseñarla

Qué es la ‘cultura oceánica’ y por qué hace falta enseñarla

La oceanógrafa y pionera de la exploración oceánica Sylvia Earle lleva luchando toda la vida para proteger el océano.

INTERESANTE

“Los seres humanos tenemos la impresión de que el océano es tan inmenso, grande y resistente que no importa lo que le hagamos. Vaya locura. La ignorancia es nuestro mayor problema”. (Entrevista en National Geographic, 2019).

Conocer y entender la influencia que ejerce el océano sobre las personas y la influencia que ejercemos los seres humanos sobre el océano es clave para poder vivir y actuar de forma sostenible, y es la esencia de la cultura oceánica.

¿Cómo se define la cultura oceánica?

El origen de la Cultura Oceánica tuvo lugar en Estados Unidos, a principios de este siglo, cuando un grupo de profesionales de la oceanografía y de la educación repararon en la escasa presencia de las ciencias marinas en el sistema educativo.

En 2002 se realizó la primera conferencia en línea para tratar esta problemática, titulada Oceans for Life, pero no fue hasta el año 2004 cuando se logró consensuar una definición de la cultura oceánica y sus siete principios:

  1. La Tierra tiene un único gran océano con muchas características.
  2. El océano y la vida que este alberga moldean las características de la Tierra.
  3. El océano ejerce una gran influencia sobre las condiciones climáticas y meteorológicas.
  4. El océano hace posible que la Tierra sea habitable.
  5. El océano sustenta una gran diversidad de vida y de ecosistemas.
  6. El océano y los seres humanos están intrínsecamente conectados.
  7. La mayor parte del océano permanece inexplorado.

La sostenibilidad del océano

Enseñar Cultura Oceánica significa desarrollar estos siete principios mediante actividades que impliquen no sólo concienciar al alumnado acerca del papel del océano y su relación con el cambio climático, la biodiversidad o la obtención de recursos, sino transformar sus conocimientos en comportamientos y acciones que promuevan la sostenibilidad del océano.

Los temas oceánicos pueden ser abordados de forma interdisciplinar en todas las materias, desde la ciencia hasta el arte, pasando por la historia, la literatura o la filosofía, y ahora tenemos una oportunidad única para hacerlo.

Nuevo modelo de currículo

El nuevo marco curricular trae como novedad la inclusión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El ODS14 hace referencia a “la vida submarina”. En concreto, a la importancia de conservar y emplear de manera sustentable los océanos, mares y recursos marinos.

Además, estamos inmersos en la denominada Década de las Ciencias Océanicas para el desarrollo sostenible (2021-2030), declarada por las Naciones Unidas, cuya finalidad es concebir soluciones transformadoras basadas en la ciencia marina que permitan un desarrollo sostenible, conectar sociedad y océano, y fomentar la cultura oceánica.

Iniciativas para la enseñanza

Existen iniciativas interesantes por ejemplo en Portugal, para promover la cultura oceánica, como el pionero programa educativo Escola Azul, que pueden servir de modelo para la incorporación de la cultura oceánica en los planes de estudio de otros países como España.

También se está haciendo un gran esfuerzo desde los centros de investigación con programas de divulgación científica, como el proyecto Ocean Night. Este proyecto desarrolla recursos educativos como unidades didácticas, cómics o pósteres que pueden servir de apoyo al docente para introducir la cultura oceánica en diferentes asignaturas.

Un único océano

Los participantes en el proyecto también diseñamos metodologías y herramientas para medir la apropiación social de los estudiantes; es decir, el conocimiento que tienen sobre la cultura oceánica, cuánto se identifican con él y cómo lo aplican.

Con el objetivo de explorar el nivel de cultura oceánica del alumnado de secundaria, realizamos un primer estudio de aula en el que participaron 22 estudiantes de un centro público del interior de Galicia.

El trabajo mostró que la mayor parte del alumnado participante tenía dificultades para entender el primer principio de Cultura Oceánica: que el planeta Tierra tiene un único océano con distintas características.

Cambio de paradigma

Todas las masas de agua del océano, como las del Pacífico y del Atlántico en los hemisferios norte y sur, las del Índico, del Antártico y del Ártico están interconectadas gracias a las corrientes oceánicas.

Identificar el océano como una única masa de agua implica entender que el impacto de nuestras acciones en un lugar tendrá consecuencias globales. Supone un cambio de paradigma a la hora de enseñar cuestiones oceánicas como la contaminación, el calentamiento o la acidificación.

Este cambio de paradigma, apoyado por campañas como DroptheS, requiere invertir esfuerzos en promover la cultura oceánica.

Así, en estos centros de Galicia, propuestas de enseñanza como Vida microscópica marina. Actividades para proteger y entender el mar, enmarcadas en el nuevo modelo de currículo, pretenden fomentar esta visión y acercarse a la diversidad marina con ejemplos de problemáticas que nos afectan, como las proliferaciones de microalgas, conocidas vulgarmente como “mareas rojas”.

Enseñar cultura oceánica es enseñar a pensar en el “océano” de forma global y sustentable, para poder actuar de forma responsable. No perdamos la oportunidad.


Este artículo ha sido escrito con la colaboración de Noa Ageitos, profesora de Ciencias en Educación Secundaria y miembro del equipo de investigación RODA, Universidade de Santiago de Compostela; y Sandra Carreiras, graduada en Biología y estudiante en Ciencias de la Educación.


Blanca Puig, Profesora Titular de Universidade. Didáctica das Ciencias Experimentais, Universidade de Santiago de Compostela; Gabriela Ojeda-Romano, Responsable de la Unidad de Cultura Científica del IIM-CSIC, Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC) y José Pintado Valverde, Científico Titular y Vicedirector de Cultura Científica del IIM-CSIC, Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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