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¿Qué es el Mythos Tíbet?

Por Cosas Muy Importantes | El «mythos Tibet» o «mito del Tíbet» es una idea que ha sido popularizada por algunos escritores y exploradores occidentales que han visitado el Tíbet. Esta idea se basa en la creencia de que el Tíbet es una especie de paraíso espiritual, un lugar donde los monjes tibetanos han alcanzado una comprensión profunda y única de la naturaleza de la realidad.

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Según esta idea, los monjes tibetanos habrían desarrollado técnicas secretas de meditación y sabiduría que les permitirían acceder a un conocimiento superior y místico sobre el universo. Algunos escritores han llegado incluso a afirmar que los monjes tibetanos poseen poderes sobrenaturales, como la capacidad de controlar la mente o el clima.

La idea del «Mythos Tibet» o «mito del Tíbet» ha sido criticada por algunos expertos en la cultura tibetana, ya que se trata de una visión simplista y romántica que no refleja la complejidad y diversidad real de esta región.

Por supuesto, el Tíbet es un lugar con una rica historia y cultura, y es cierto que el budismo tibetano ha tenido un papel importante en la vida espiritual de la región durante siglos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la cultura tibetana es mucho más diversa y compleja que la imagen estereotipada del «paraíso espiritual» que se ha popularizado en Occidente.

Además, la idea de que los monjes tibetanos poseen poderes sobrenaturales o técnicas secretas de meditación no se corresponde con la visión que los propios monjes tienen de su práctica religiosa y espiritual. En lugar de buscar poderes sobrenaturales, los monjes tibetanos se enfocan en la comprensión y la transformación de la mente, y en el desarrollo de actitudes positivas hacia los demás.

El término «Mythos Tibet» se ha empleado desde 1996 para hacer referencia a la construcción histórica occidental de mitos sobre el Tíbet.

La construcción del mito

Entre los siglos XVII y XIX se produjeron los primeros informes sobre el Tibet para un público europeo, obra, por un lado, del Padreado de Portugal, la Compañía de Jesús y órdenes misioneras mendicantes como los capuchinos, y por el otro, de la Compañía Británica de las Indias Orientales, el gobierno británico en la India, junto con varias instituciones de la Corona, como la Royal Geographical Society y la Royal Asiatic Society de Bengala. Las primeras narraciones de los jesuítas y los capuchinos describían a los tibetanos como bárbaros, poco refinados e incivilizados. 

El primer relato sobre el Tibet se encontró en la China Monumentis Illustrata (1667), una enciclopedia compitada por el estudioso jesuíta Athanasius Kircher (1601 – 1680). Se basó en los relatos de viaje al Tíbet que en la década de 1660 realizara el jesuíta austriaco Johann Grueber, quien encontró las prácticas budistas tibetanas extrañas y ofensivas. Además, el jesuita italiano Ippolito Desideri (1684-1733) fue el primer misionero que se quedó en Lhasa por un periodo mayor (1716-1727). Intentó explicar las diferencias entre el budismo y el cristianismo; sus escritos constituyen el primer estudio exhaustivo sobre la geografía del Tíbet y la vida de su gente. Fue el primer europeo que aprendió la lengua tibetana, discutió sobre religión con lamas tibetanos y tradujo algunos textos cristianos al tibetano.

La rivalidad imperial, la geopolítica mundial, la consolidación del imperio mediante exploraciones, proyecciones de mapas y reconocimientos, además del interés por el comercio, tuvieron un papel preponderante en la imaginación británica sobre Tíbet. Por otra parte, la crisis espiritual europea, que dio lugar al cuestionamiento de los peligros de la industrialización entre los británicos y los pensadores europeos, coincidió con la fundación de la Royal Asiatic Society de Bengala debida a Sir William Jones (1736-1794). Su trabajo en la sociedad marca el comienzo del estudio » científico» del arte y la filosofía oriental y sus Asiatik Researches constituyen los primeros ensayos sistemáticos en religión y mitología comparadas.

El descubrimiento y la exploración británicas de Tíbet acontecieron a la sombra de la hegemonía de la Royal Geographical Society (fundada en 1830), que ejerció su control por medio del financiamiento, la coordinación, la capacitación y publicación de textos. Durante este tiempo, corrió la voz de la asombrosa belleza del Tibet y de la existencia de numerosas minas de oro sin explotar. Durante la expedición de Younghusband de 1904, la cual tenía como objetivo abrir los mercados tibetanos a comerciantes indios y europeos y convertir el Tibet en un «Estado tapón» entre Rusia y la India británica, los funcionarios británicos recibieron órdenes de mantenerse alertas ante cualquier señal de minas de oro.

No sólo las autoridades tibetanas sino también el Imperio Británico en la India restringieron el acceso y los viajes al Tibet de viajeros europeos. Temían que se filtrara información no oficial sobre Tibet que atrajera una atención no deseada y, que con el tiempo, obstaculizara los intereses en la región. De este modo, las autoridades británicas controlaron los viajes y los estudios académicos sobre Tibet desde la India británica. Por ejemplo, el único estudioso que tuvo un permiso oficial para visitar Kailash-Manasarovar en la primera mitad del siglo XX fue Giuseppe Tucci, investigador italiano de gran reputación. Sus escritos fueron y siguen siendo una importante fuente para la comprensión de la religión tibetana.

No obstante, la relación de Occidente con el budismo tibetano fue muy ambigua hasta la fundación de la Sociedad Teosòfica por Madame Helena Blavatsky, a fines del siglo xix. La traducción, diseminación y gran aceptación del Libro tibetano de los muertos durante la década de los años treinta, así como la utopía de Shangri-La descrita en la novela de James Hilton, Horizonte perdido (1933), fueron particularmente significativos. La desaprobación occidental del budismo tibetano en esa época giraba alrededor de la presunta irracionalidad de sus prácticas, la naturaleza supersticiosa de sus practicantes y el poder autocràtico de sus lamas, cuyo papel se creyó tan determinante que en Occidente se generalizó el uso del término lamaísmo como sinónimo de budismo tibetano. Lopez señala que el lamaísmo se concibió como «una deformación excepcional del Tibet, cuyo origen era negado por India (a través de los indólogos británicos) y por China (a través del Imperio Qing)».

El uso del término lamaísmo se debe sin duda a la empresa orientalista, que realizó comparaciones superficiales y genealogías sin fundamentos. A partir de aquí se ubicó equivocadamente el origen del lamaísmo en el cristianismo, de donde degeneraría hasta convertirse en lo que era entonces.

A fines de la década de los años treinta cambió la visión sobre el budismo tibetano: cuando los primeros exploradores occidentales se convirtieron al budismo dijeron practicar un «misticismo» tibetano y escribieron acerca de sus viajes con maestros tibetanos; ello tuvo una profunda influencia en el Mythos Tibet corno depositario de una sabiduría espiritual antigua, aunque viva. Si bien el termino lamaísmo ha desaparecido casi por completo de los textos académicos, aún se emplea con frecuencia en la literatura de viajes y en la no académica de modo inofensivo. Incluso algunos tibetanos lo utilizan para describir un sistema religioso basado en buena medida en las destrezas espirituales de los lamas.

En 1877, Mme. Helena Blavatsky (1831-1891), de origen ruso, aseguró en sus obras monumentales -Isis sin velo: una llave maestra para los misterios de la ciencia antigua y moderna (1877) y La doctrina secreta: síntesis de ciencia, religión y filosofía (1895)- que en los Himalayas tibetanos residían maestros espirituales que eran los guías del destino del mundo.

Ella y sus innumerables seguidores creían que estos maestros guardaban la sabiduría de Atlantis y que se congregaban en una región secreta del Tibet para escapar de las crecientes agitaciones de la civilización moderna. En la década de los años treinta, la Sociedad Teosòfica abrió sucursales no sólo en Asia (India, Sri Lanka y Japón), sino también en Europa y Estados Unidos.

La teosofía partió de la idea de que los cultos misteriosos y las enseñanzas ocultas de Egipto, Mesopotamia, Grecia, los Mayas e Incas, India, China y Tíbet estaban todos conectados, y tenían orígenes comunes; por esta razón, los teósofos tenían una visión sintética, oculta, mística, no confesional y no sectaria de religión mundial.

La mayoría de los exploradores y estudiosos de inicios del siglo xx habían pertenecido por un tiempo o eran aún miembros de la sociedad y sus traducciones de textos orientales no pudieron escapar a esta visión universalista de la religión imbuida de lenguaie teosófico. El movimiento teosófico tuvo un gran peso en el fomento de la imagen del Tíbet como un lugar de grandes sabios y la cuna del mito de Shangri-La.

Conoce más sobre el Tíbet, sus tradiciones y secretos en el episodio 99 del Podcast Cosas Muy Importantes, en tu plataforma de Podcast favorita y recuerda suscribirte a nuestro Patreon para tener acceso a contenido exclusivo.

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