La mayoría de las aves que migran en formación de «v» son anátidas, es decir, gansos y patos, y zancudas, como las grullas y cigüeñas. «Son aves que realizan migraciones reales, es decir, las que recorren como mínimo 500 kilómetros», explica a RTVE.es el ornitólogo Jorge Garzón.
El esfuerzo que implica recorrer tantos kilómetros es enorme. Así que las aves buscan la manera más eficaz de hacerlo, es decir, que suponga menos gasto energético. La formación en «v» es una de las maneras que tienen de ahorrar energía.
Según explica este especialista, antes de iniciar el vuelo, el grupo se reúne en el suelo. Espera a que el Sol caliente la tierra. Cuando esto sucede, se forman corrientes ascendentes de aire caliente, que las aves aprovechan para elevarse.
En el caso, por ejemplo, de los buitres, lo hacen porque sus músculos pectorales no son lo suficientemente fuertes como para batir las alas tanto tiempo y con tanta fuerza.
Aprovechan las corrientes de aire
Durante la ascensión las aves están desordenadas y cuando alcanzan la altura adecuada, que depende de la especie y suele superar el kilómetro, se colocan en formación de «v».
En esta posición gastan menos energía y pueden planear más tiempo en vez de batir las alas. Es así porque cuando las aves baten las alas hacia abajo producen un remolino de aire. Este aire arremolinado sube hacia arriba justo detrás del ave. Si otro ave se coloca justo ahí, puede aprovechar esta corriente ascendente para planear.
Al colocarse en forma de «v» todas se benefician de la corriente que produce su compañero de delante. Eso sí, para que esta estrategia sea eficaz el movimiento de los miembros de la bandada debe estar sincronizado.
El único miembro de la bandada que no tiene esa ayuda es el que va en cabeza. «Suele ser un individuo experto, que ya ha hecho alguna migración y que guía a los demás al destino», comenta Garzón.
Por otra parte, la formación en «v» también favorece el contacto visual entre los miembros de la bandada. De esta manera se comunican mejor.
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