Por Daniel Colombo | En la naturaleza, dos pequeñas criaturas viven realidades opuestas, nutriéndose de fuentes radicalmente diferentes: las moscas y las abejas.
Mientras las moscas se sienten atraídas por el excremento y los desechos, encontrando en ellos su sustento y lugar de reproducción, las abejas buscan incansablemente el néctar de las flores, fuente de vida y dulzura.
De esta alimentación emergen productos igualmente dispares: de un lado, la descomposición y la enfermedad; del otro, la miel, con sus múltiples beneficios, y la polinización, esencial para la biodiversidad y la alimentación mundial.
Una analogía profunda para los seres humanos
Esta analogía entre moscas y abejas nos ofrece una metáfora sobre el poder de nuestros pensamientos y actitudes frente a la vida. Así como estos insectos eligen qué buscar y qué producir, nosotros elegimos en qué enfocarnos: en lo negativo, rumiando problemas y obstáculos, o en lo positivo, buscando soluciones y oportunidades.
Las personas tenemos unos 60.000 pensamientos diarios en promedio, y aproximadamente 12.000 diálogos rumiantes, esa autocharla dentro de nuestra mente. Lo interesante es que se ha estudiado que de la población mundial, aproximadamente un 90% del tiempo generan un noventa por ciento de pensamientos negativos. Puedes imaginarte el impacto poco contributivo que tiene esto en sus vidas, y sus entornos.
En este punto, es importante aclarar que no se trata de tener una visión naif de la vida, sino de poder observarla desde una perspectiva realista/optimista, a la vez. Esto implica no negar la realidad, y, al mismo tiempo, mantener una mirada esperanzada sobre cómo pueden mejorar las situaciones.
Características de las personas Mosca
Las personas mosca, atrapadas en el ciclo del pensamiento catastrófico, ven el mundo como un lugar lleno de peligros y desastres esperando ocurrir.
Estos pensamientos no solo ensombrecen su percepción de la realidad, sino que, según la psicología, pueden conducir a una variedad de trastornos emocionales y físicos, desde la ansiedad hasta la depresión, afectando profundamente su calidad de vida.
Son esa gente que está permanentemente enfocados en lo ruinoso de las cosas, en desalentar cualquier iniciativa positiva, y en la rueda, que les parece virtuosa, del chisme, juzgando a los demás, y haciendo todo lo posible para crear ambientes ensombrecidos por su baja vibración personal.
La visión de las personas abeja
En contraste, las personas abeja eligen centrarse en lo positivo, enriqueciendo su entorno y a sí mismas. La polinización, palabra hoy utilizada también en el mundo de los negocios, ayuda a replicar esta motivación y forma de ser y actuar, para generar, en consecuencia, un efecto virtuoso sostenible en el tiempo.
La psicología positiva, un campo promovido por Martin Seligman, psicólogo y escritor estadounidense, nos enseña que enfocarnos en nuestras fortalezas y en lo bueno que nos rodea no solo mejora nuestro bienestar emocional, sino que también fortalece nuestra resiliencia frente a las adversidades. Al mismo tiempo, se fortalecen las defensas y la persona adquiere un tono vital que le ayuda a afrontar mejor los desafíos cotidianos.
Como Seligman afirma, “No sólo la gente feliz soporta mejor el dolor y toma mejores decisiones de salud y seguridad cuando se ve amenazada, sino que las emociones positivas pueden deshacer las emociones negativas. Y es el camino para cambiarlas.”
Cómo transformarse de mosca a abeja
Para aquellos que se identifican más con la mosca, la transformación a abeja no es un vuelo directo. Requiere conciencia, esfuerzo y práctica. Aquí te presentamos tres estrategias para iniciar ese cambio:
Reconocimiento y aceptación: El primer paso es reconocer nuestros propios patrones de pensamiento negativo. Practicar la aceptación de estos pensamientos sin juzgarlos permite crear un espacio para el cambio. Tomar consciencia de la negatividad y la tendencia condicionante que aniquila cualquier posibilidad de crecimiento y de optimismo, aunque sea en pequeñas dosis, es el puntapié si se desea transformarse de verdad.
Reestructuración cognitiva: Se trata de un proceso proveniente de la psicología que combina el poder de la neuroplasticidad que tiene el cerebro, y, en consecuencia, el modelo mental que tenemos. Puedes comenzar por identificar tus pensamientos catastróficos y cuestionarlos. Luego, reemplázalos por evaluaciones que te permitan ver un panorama más amplio, equilibrado y positivo. Este es un principio básico de la terapia cognitiva conductual, que enseña a desafiar los pensamientos automáticos negativos, y reemplazarlos por otros del polo opuesto. El objetivo es revertir la tendencia mental pesimista y auto-destructiva.
Cultivar la gratitud: Muchas veces se la observa como algo menor en el contexto de reformateo o reseteo mental, aunque de menor no tiene nada. La gratitud ha demostrado, incluso en estudios de neurociencias aplicadas, que es una de las mejores prácticas cotidianas para enseñar a la mente a enfocarse en los pequeños detalles gratos y de bienestar que tienes en la vida, aún en medio de desafíos. La sugerencia es que integres prácticas diarias; por ejemplo, agradecer al empezar el día (en definitiva, tienes un nuevo día por delante con todo por lograr si así lo eliges). Y también al finalizar la jornada: aquí puedes anotar en una libreta tres momentos positivos o de bienestar, desde tomar un café, hasta tener agua caliente en tu casa. Esto puede cambiar significativamente tu enfoque, pasando de lo que te falta a lo que abunda en tu vida.
Entonces, tú tienes la oportunidad de elegir el néctar del que quieres nutrirte. Como seres humanos, tenemos el poder de elegir en qué enfocarnos y, por lo tanto, qué alimentar dentro de nosotros. Podemos vivir revolcándonos en el excremento de nuestros miedos y frustraciones, o podemos buscar lo nutritivo de la positividad, la resiliencia y el crecimiento.
La transformación de mosca a abeja no es instantánea, aunque es posible con intención y práctica. Cada uno de nosotros tiene el potencial de ser un polinizador de lo bueno, llevando dulzura y luz a nuestro mundo. Como dijo Seligman, «La felicidad no es algo que simplemente sucede. No es el resultado de la buena suerte o del azar. Es el resultado de nuestras acciones.
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