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Grandes frases de Samuel Johnson

Grandes frases de Samuel Johnson

Hoy recordamos a Samuel Johnson, el genio detrás del primer diccionario inglés y uno de los críticos literarios más influyentes. Conoce sus frases más memorables aquí

Samuel Johnson fue una de las figuras literarias más importantes de Inglaterra del siglo XVIII, poeta, ensayista, biógrafo, lexicógrafo, y considerado por muchos como el mejor crítico literario en idioma inglés.

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Johnson era poseedor de un gran talento y de una prosa con un estilo inigualable. Entre 1747 y 1755, Johnson compuso quizás su obra más conocida, A Dictionary of the English Language. Aunque fue muy elogiada e incalculablemente influyente, no ganó mucho dinero de ella. Durante este tiempo también publicó una serie de trabajos casi semanales titulados The Rambler (El Divagador).

Generalmente de temática moral o religiosa, estos ensayos fueron más serios de lo que su título sugería, y continuaron apareciendo hasta 1752. No fueron muy populares, pero una vez compilados en un único volumen tuvieron una gran aceptación a nivel mundial.

Johnson nació el 18 de septiembre de 1709 en Lichfield, Staffordshire, Inglaterra y murió el 13 de diciembre de 1784.

Hoy para recordarlo te traemos algunas de las mejores frases de Samuel Johnson:

«Nadie conoce su propia fuerza mientras no se ha encontrado con la necesidad».

«Casarse por segunda vez es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia».

«Para poder enseñar a todos los hombres a decir la verdad es preciso que aprendan a oírla».

«El lenguaje es el vestido de los pensamientos».

«Su libro es bueno y original, pero la parte que es buena no es original y la parte que es original no es buena».

«Se puede tener por compañera la fantasía, pero se debe tener como guía a la razón».

«Ningún genio fue jamás empañado por el aliento de los críticos».

«El éxito en la vida consiste en seguir siempre adelante».

«En el idioma está el árbol genealógico de una nación».

«Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustrada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción».

«Las cadenas de un hábito no se sienten; las adquirimos con mucha facilidad, más después nos cuesta mucho romperlas».

«Si los males no pueden evitarse, es de sabios reducir el intervalo de espera; estar conscientes, nada más, de cuáles serán los sufrimientos que pueden alcanzarnos si intentamos emprender el vuelo; y sufrir únicamente su daño real sin los conflictos anticipados de la duda y la angustia».

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