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Melanie Klein, la psicoanalista autodidacta que quería entender a los niños

Melanie Klein, la psicoanalista autodidacta que quería entender a los niños

Una mujer rompió todos los patrones de la sociedad al dejar a su esposo y dedicarse a lo que verdaderamente la apasionaba: el psicoanálisis. Se enfocó en analizar los comportamientos infantiles y cómo estos afectan a los adultos. ¿Quién fue Melanie Klein? ¿Qué descubrió? Aquí te contamos todo.

Una mujer desafió todas las convenciones sociales de su época al tomar una decisión radical: abandonar un matrimonio insatisfactorio y dedicarse por completo a su verdadera pasión, el psicoanálisis. Melanie Klein no solo rompió con los patrones establecidos, sino que transformó para siempre nuestra comprensión del mundo emocional de los niños y su impacto en la vida adulta. Su historia es la de una pionera que, sin formación académica formal en medicina o psicología, se convirtió en una de las figuras más influyentes del psicoanálisis del siglo XX.​

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Los orígenes de una revolucionaria

Melanie Reizes nació el 30 de marzo de 1882 en Viena, en el seno de una familia judía centroeuropea marcada por tensiones y contradicciones. Su padre, Moriz Reizes, rompió con las tradiciones religiosas familiares para convertirse en médico, mientras que su madre, Libussa Deutsch, era una mujer inteligente y dominante, veinte años más joven que su esposo. Melanie fue la menor de cuatro hermanos: Emilie, Emmanuel, Sidonie y ella misma. Criada sin imposiciones religiosas, su infancia estuvo marcada por una serie de duelos devastadores que moldearían tanto su personalidad como su obra teórica.​

La tragedia golpeó tempranamente a la familia Klein. Cuando Melanie tenía apenas cuatro años, su hermana Sidonie murió de tuberculosis a los ocho años de edad. Esta pérdida temprana dejó una huella imborrable en su vida emocional. Años después, la muerte de su hermano Emmanuel, con quien mantenía una relación excepcionalmente cercana, la sumió en una culpa profunda que la acompañaría toda su vida. Emmanuel murió a los veinticinco años en 1902, en circunstancias relacionadas con su autodestrucción progresiva, justo tres meses antes de la boda de Melanie con Arthur Klein.​

El matrimonio que la aprisionó

A los veintiún años, Melanie contrajo matrimonio con Arthur Klein, un ingeniero químico que parecía representar la seguridad y el futuro que su familia ansiaba para ella. Sin embargo, este matrimonio significó el abandono de sus aspiraciones académicas. Melanie había soñado con estudiar medicina y especializarse en psiquiatría, pero las convenciones sociales y las presiones familiares la llevaron por otro camino.​

El matrimonio resultó ser profundamente infeliz. Melanie tuvo tres hijos: Melitta (1904), Hans (1907) y Erich (1914). Durante más de una década, sufrió episodios recurrentes de depresión y ansiedad severa que la llevaron a buscar diversos tratamientos, incluidos internamientos y baños de ácido carbónico para calmar sus «nervios». La presencia intrusiva y manipuladora de su madre Libussa, quien vivió con la familia y constantemente la culpabilizaba, agravó su situación emocional.​

La relación con Arthur se deterioró progresivamente. Melanie lo acusaba de insensibilidad y de haber «apagado su amor». Las largas ausencias de Arthur, primero por trabajo y luego debido a su enrolamiento en el ejército austrohúngaro durante la Primera Guerra Mundial, marcaron el inicio del distanciamiento definitivo. El divorcio se haría efectivo años después, tras una difícil batalla por la custodia de su hijo Hans, durante la cual Arthur la acusó de usar a sus hijos como «conejillos de indias» en sus investigaciones psicoanalíticas.​

El despertar intelectual: El encuentro con Freud y Ferenczi

El año 1914 representó un punto de inflexión radical en la vida de Melanie Klein. En unos pocos meses convergieron acontecimientos cruciales: nació su tercer hijo Erich, murió su madre Libussa, leyó por primera vez «La interpretación de los sueños» de Sigmund Freud y comenzó su análisis personal con Sándor Ferenczi, el destacado psicoanalista húngaro.​

Este encuentro con el psicoanálisis fue revelador. Ferenczi no solo la animó a analizarse a sí misma, sino que la impulsó a trabajar con niños, algo que en aquel momento era considerado prácticamente imposible. Klein encontró en el psicoanálisis una identidad profesional y un propósito vital que transformarían su existencia. Por primera vez, su sufrimiento personal encontraba un marco de comprensión, y sus experiencias de pérdida y dolor se convertirían en la materia prima de sus revolucionarias teorías.​

La técnica del juego: Innovación que cambió el Psicoanálisis Infantil

Antes de Melanie Klein, el psicoanálisis infantil era virtualmente inexistente. Freud consideraba que el aparato psíquico de los niños no estaba suficientemente desarrollado para ser analizado mediante la técnica de la asociación libre, fundamental en el tratamiento de adultos. Klein vio lo que otros no podían ver: el juego infantil como la vía regia hacia el inconsciente del niño.​

Entre 1921 y 1925, durante su estancia en Berlín, Klein desarrolló su revolucionaria «Técnica del Juego». Para ella, el juego era el equivalente a la asociación libre del adulto: a través de él, los niños expresaban sus pensamientos inconscientes, fantasías, ansiedades y deseos. En el juego, cada juguete, cada elemento, cada acción tenía un valor simbólico que podía representar diferentes significados durante una misma sesión o en distintos momentos.

Klein fue la primera en utilizar una caja de juguetes específica para cada niño pequeño paciente, conteniendo elementos simples pero versátiles que permitían la expresión de su mundo interno. Su técnica consistía en observar atentamente el juego del niño y ofrecer interpretaciones sobre los aspectos inconscientes que se manifestaban, utilizando un lenguaje claro y directo apropiado para la edad del niño, hablándoles incluso sobre sexualidad, el cuerpo y la agresión.

Esta innovación no solo hizo posible el psicoanálisis infantil, sino que abrió una ventana completamente nueva hacia la comprensión del desarrollo emocional temprano.​

La teoría de las relaciones objetales: El mundo interno del bebé

La contribución teórica más significativa de Melanie Klein fue su teoría de las relaciones objetales. Klein propuso que desde el nacimiento, los bebés tienen una vida emocional intensa y compleja, marcada por fantasías inconscientes que dan forma a su percepción del mundo.​

Según Klein, el recién nacido no percibe a su madre como una persona completa, sino como «objetos parciales», siendo el pecho materno el primero y más significativo. Este pecho se divide en la mente del bebé en dos entidades separadas: el pecho bueno y el pecho malo.​

El pecho bueno representa todas las experiencias gratificantes: la alimentación satisfactoria, el calor, el amor, la protección. Se convierte en el prototipo de todos los objetos auxiliadores y gratificadores. Por el contrario, el pecho malo encarna todas las experiencias frustrantes: el hambre, la demora, el abandono, el dolor. Se vuelve el prototipo de todos los objetos perseguidores.​

Esta división no es arbitraria, sino un mecanismo de defensa primitivo llamado escisión, mediante el cual el bebé intenta manejar emociones intensas y contradictorias que aún no puede integrar. El bebé proyecta sus propios impulsos de amor y odio sobre estos objetos externos, luego los introyecta (los incorpora a su mundo interno), creando así sus primeros «objetos internos».​

Estos objetos internos, formados por la interacción entre las experiencias reales y las fantasías inconscientes del bebé, se convierten en la base de la estructura psíquica del individuo y determinarán sus futuras relaciones.​

Las posiciones: Esquizoparanoide y Depresiva

Klein introdujo el concepto de «posiciones» en lugar de «etapas» del desarrollo, enfatizando que no se trata de fases que se superan definitivamente, sino de configuraciones mentales que persisten y pueden reactivarse a lo largo de toda la vida.​

La Posición Esquizoparanoide (0-4 meses aproximadamente) se caracteriza por la escisión entre objetos buenos y malos. El bebé vive en un mundo fragmentado, donde la madre que lo alimenta y la que lo frustra son percibidas como dos seres diferentes. La ansiedad predominante es persecutoria: el bebé teme los ataques retaliativos de los objetos malos, tanto externos como internos. En esta posición, el bebé utiliza mecanismos de defensa primitivos como la idealización del objeto bueno (exagerando sus cualidades positivas) y la proyección del odio hacia el objeto malo.​

La Posición Depresiva (a partir del cuarto mes) representa un logro crucial en el desarrollo emocional. El bebé comienza a reconocer que el pecho bueno y el pecho malo son parte de la misma madre, un objeto total que puede proporcionar tanto placer como frustración. Este descubrimiento genera lo que Klein llama ambivalencia: la capacidad de experimentar simultáneamente amor y odio hacia la misma persona.​

Con este reconocimiento surge la ansiedad depresiva: el bebé teme haber dañado con su agresividad al objeto amado. Aparecen entonces sentimientos de culpa, preocupación por el objeto y el deseo de reparación. Para Klein, la capacidad de tolerar la ambivalencia y desarrollar la reparación es el primer paso hacia la madurez emocional.​

Las Controversias y el Legado Londinense

En 1926, invitada por Ernest Jones, Melanie Klein se estableció en Londres, donde permanecería hasta su muerte. Su llegada a la Sociedad Británica de Psicoanálisis desencadenó intensas polémicas que transformarían el psicoanálisis mundial.​

La principal oposición vino de Anna Freud, hija de Sigmund Freud, quien también había desarrollado su propia técnica de análisis infantil basada en premisas diferentes. Mientras Anna Freud enfatizaba aspectos pedagógicos y el fortalecimiento del yo, Klein se centraba exclusivamente en la interpretación de los contenidos inconscientes. Este conflicto culminó en las famosas «Controversias» de los años 1940, que dividieron a la Sociedad Británica en tres grupos: los kleinianos, los freudianos y el «grupo intermedio».​

A pesar de las críticas y ataques, Klein logró formar la influyente Escuela Inglesa de Psicoanálisis. Entre sus discípulos destacaron figuras como Hanna Segal, Herbert Rosenfeld, Donald Meltzer y Wilfred Bion, quienes desarrollaron y expandieron sus ideas. Su influencia se extendió especialmente por Europa y América del Sur, donde el pensamiento kleiniano encontró terreno fértil.​

Últimas tragedias y obra final

La vida personal de Melanie Klein estuvo marcada por tragedias hasta el final. En 1934, mientras trabajaba en su concepto de posición depresiva, su hijo Hans murió en un accidente de montañismo en circunstancias misteriosas. Este evento la sumió en una profunda depresión que, paradójicamente, enriqueció su comprensión del duelo y la melancolía.​

Su relación con su hija Melitta, quien también se convirtió en psicoanalista, fue extremadamente conflictiva. Melitta se convirtió en una de las críticas más feroces de su madre, atacándola públicamente en foros psicoanalíticos y acusándola de haberla usado como sujeto de experimentación.​

A pesar de estos sufrimientos, Klein continuó trabajando productivamente hasta su muerte en Londres el 21 de septiembre de 1960, a los 78 años. Su obra, compuesta principalmente por artículos científicos y su libro fundamental «El psicoanálisis de niños» (1932), ha sido traducida a más de quince idiomas y continúa siendo estudiada y aplicada en todo el mundo.​

El impacto duradero de una mujer que desafió su época

Melanie Klein transformó radicalmente el psicoanálisis al demostrar que los niños pequeños poseen una vida mental compleja y accesible al análisis. Sus conceptos sobre las relaciones objetales, las posiciones esquizoparanoide y depresiva, la importancia de las fantasías inconscientes tempranas y la técnica del juego constituyen contribuciones fundamentales que han enriquecido no solo el psicoanálisis, sino toda la psicología del desarrollo​

Su legado trasciende la clínica infantil. Sus ideas sobre cómo los primeros meses de vida moldean nuestro mundo emocional adulto, sobre la importancia de la capacidad de reparación, sobre la tolerancia a la ambivalencia y sobre la construcción del mundo interno a través de las relaciones, siguen siendo profundamente relevantes.​

Klein demostró que era posible para una mujer de su época, sin credenciales académicas formales pero con genialidad clínica y valentía intelectual, desafiar las convenciones sociales y las ortodoxias científicas. Su decisión de dejar un matrimonio insatisfactorio para dedicarse a su pasión le costó dolor personal y críticas constantes, pero le permitió desarrollar una obra que cambió para siempre nuestra comprensión de la mente humana.​

La historia de Melanie Klein es la de una autodidacta que se convirtió en maestra, de una mujer que transformó su sufrimiento personal en conocimiento universal, y de una pionera que abrió caminos donde otros solo veían imposibilidades. Su vida y obra nos recuerdan que las experiencias más tempranas de la infancia, especialmente las relaciones de amor, odio, pérdida y reparación, resuenan a lo largo de toda nuestra existencia, moldeando quiénes somos y cómo nos relacionamos con el mundo.​

Con información de: playbuzz / psicologiaymente / biografiasyvidas / wikipedia / melanie-klein-trust

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