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Los secretos del bosque Aokigahara, un lugar marcado por la muerte

Por Cosas Muy Importantes | «Tu vida es un hermoso regalo de tus padres. Por favor piensa en tus padres, hermanos e hijos. No te lo guardes. Habla de tus problemas». Eso dice, en japonés, uno de los carteles situado en la entrada de Aokigahara, conocido también como Jukai, o «mar de árboles», el bosque situado en la base del monte Fuji, en Japón y que es tristemente célebre por ser el enclave preferido para muchos japoneses que deciden acabar con su vida. Hoy te contamos más sobre este tenebroso lugar.

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Este bosque está situado en la prefectura de Yamanashi, a un centenar de kilómetros de Tokio, y que ocupa alrededor de 35 kilómetros cuadrados de un parque natural a los pies del monte Fuji.

En el interior de esta extensión frondosa reina el silencio más absoluto (los aparatos electrónicos no funcionan aquí y el viento queda bloqueado por los árboles, lo que lo convierte en un lugar muy silencioso) y una inquietante oscuridad.

La vida silvestre es casi inexistente allí y la zona está cuajada de cavernas.

Aokigahara se formó de los torrentes de lava de las constantes erupciones del monte Fuji ocurridas entre los años 800 y 1083, siendo la erupción Jōgan, ocurrida en 864, la que más contribuyó a su formación, teniendo una duración de 10 días y abarcando parte de la bahía de Edo y la provincia de Kai.​ La cantidad de lava emergida afectó a un antiguo lago en las cercanías llamado Senoumi, dividiéndolo en 3 lagos; Sai, Shōji y Motosu.

El bosque es un mar de árboles tan profundo y es tan fácil perderse que los excursionistas que penetran en él suelen dejar cintas de colores atadas a los árboles para facilitar el regreso a los suicidas arrepentidos que en él se internan.Y es que Aokigahara es uno de los lugares de Japón donde más suicidios se cometen.

¿Cómo es este bosque?

Adentrarse en las entrañas de Aokigahara es penetrar en un océano verde de árboles, profundo y oscuro, al que algunos llaman Jukai, «mar de árboles», donde es muy fácil perderse.

Aquí resulta difícil orientarse ante la imposibilidad de utilizar brújulas, GPS o teléfonos móviles. El rastro que dejan las personas que deciden morir aquí se ve incluso antes de adentrarse en sus profundidades. Desde automóviles olvidados en el aparcamiento del parque a sogas que aún cuelgan de los árboles o frascos de pastillas junto a los cuerpos y esqueletos que quedaron allí y aún siguen vestidos con sus ropas.

El bosque cuenta con un grupo de voluntarios que recorren sus caminos en busca de los cuerpos de las personas que decidieron acabar con su vida, aunque hay muchos que se dan por perdidos y pasan días, meses e incluso años antes de ser encontrados. No es raro hallar a los pies de los árboles flores y pequeños santuarios depositados por los familiares de los fallecidos en los lugares donde fueron encontrados sus cuerpos.

En un documental realizado por geólogo Azusa Hayano, éste camina por el bosque en busca de los rastros que dejaron sus visitantes. «Cuando encuentras una tienda de campaña olvidada, significa que la persona que fue al bosque todavía estaba luchando con la idea. También puede ser que no se haya encontrado el cuerpo». Pero lo más importante de su trabajo es localizar a las personas y tratar de convencerlas de que vale la pena seguir viviendo.

«El aislamiento es la principal causa para la depresión y el suicidio», dijo a la BBC Wataru Nishida, psicólogo de la Universidad Temple de Tokyo. Los kamikazes y la tradición japonesa del harakiri, la «muerte honorable» de épocas pasadas, se esgrimen ahora como las razones que justifican esta problemática.

La cultura alrededor del suicidio podría ser para Nishida, un factor, pero la explicación más plausible que da para para poder entender este fenómeno es que en Japón la tradición cristiana no está muy arraigada, por lo que suicidarse nunca ha sido un pecado; es más, en la sociedad japonesa suicidarse se ve como una manera de asumir una responsabilidad. Lo cierto es que en Japón, el suicidio es la principal causa de muerte entre los hombres de entre 20 y 44 años, cifras que se dispararon con la crisis financiera de los años noventa.

En el 2018, el bosque de Aokigahara volvió a estar en boca de muchos. En un recorrido por el lugar, un famoso youtuber, Paul Logan, subió un video para su canal en el que aparecían imágenes del cuerpo de una persona que colgaba de una cuerda, y, como si fuera una parodia de una película de fantasmas, Logan declaró: «¿En qué momento se volvió tan real?», mientras contenía la risa. El rechazo en las redes sociales no tardó en llegar. Se acusó a Logan de alentar los clicks y lucrarse con el morbo de las imagenes. El youtuber se disculpó a través de su cuenta de Twitter, afirmando que había mostrado este video para generar conciencia sobre el drama del suicidio y la depresión, y no para que la gente clicara un «me gusta» en su cuenta. Pero sus explicaciones no convencieron y tras su declaración, sus detractores siguen pidiendo a YouTube que cancele su canal, que, por otra parte, tiene más de 15 millones de suscriptores.

Estadísticas recientes

Para octubre de 2020 Japón sufre más muertes por suicidio en un mes que por coronavirus en la pandemia. Tras una década rebajando sus altas cifras de suicidio, el país nipón ha sufrido un repunte que se puede achacar a las consecuencias de la pandemia.

Japón es uno de los pocos países que ofrece datos actualizados con las estadísticas de suicidios por el problema que supone, ya que es uno de los lugares del mundo con más víctimas por suicidio. Tiene una tasa de 18,5 suicidios por cada 100.000 personas, dobla prácticamente la media mundial, que es de unos 10,6 por cada 100.000, según datos de 2016.

A lo largo de esta década, Japón había conseguido revertir la cifra ascendente en el número de suicidios, dejando la estadística en unos 20.000 en el año 2019, el dato más bajo desde 1978. Sin embargo, la pandemia ha vuelto a disparar el número de víctimas, afectando sobre todo a las mujeres. La razón hay que buscarla en que las trabajadoras a tiempo parcial en hoteles, industria alimentaria y minoristas, donde se han producido miles de despidos.

Según un estudio entre más de 10.000 personas de la ONG Care, una de cada cuatro mujeres sufrió más problemas de salud mental durante la pandemia, algo que solo sucedió a 1 de cada 10 hombres. El hecho de que sean ellas quienes se tienen que encargar del cuidado de muchas tareas domésticas, incluidas el cuidado de los niños cuando han sido enviados a casa por el cierre de los colegios, no ha hecho más que multiplicar el problema.

Unas 800.000 personas cometen suicidio cada año en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud, y Japón se encuentra entre los cinco países con más casos.

En 2015 hubo 1,5 suicidios por cada 100.000 habitantes, una de las tasas más altas entre los países desarrollados.

Algunos expertos sostienen que muchas muertes de ancianos en Japón podrían ser suicidios.

«Es cada vez más común leer historias sobre personas mayores que mueren solas en sus apartamentos», afirmó. «Están descuidadas. Los hijos cuidaban a sus padres en otra época pero ya no lo hacen más».

Muchas veces se habla también de la tradición japonesa del «suicidio honorable» como una razón para la alta tasa de suicidios.

La práctica samurái de cometer «seppuku» o «harakiri» o los jóvenes pilotos «kamikazes» de la Segunda Guerra Mundial, son señalados como razones culturales distintas por las que los japoneses son más propensos a quitarse la vida que en otros países.

El seppuku o harakiri

El seppuku o harakiri, (‘corte del vientre’) es el ritual de suicidio japonés por desentrañamiento. El seppuku formaba parte del bushidō, el código ético de los samuráis, y se realizaba de forma voluntaria para morir con honor en lugar de caer en manos del enemigo y ser torturado, o bien como una forma de pena capital para aquellos que habían cometido serias ofensas o se habían deshonrado.

La ceremonia del seppuku es parte de un ritual más elaborado que se realiza generalmente delante de espectadores clavándose un arma corta en el abdomen, tradicionalmente un tantō, y realizando un corte de izquierda a derecha.

La práctica de seguir al amo en la muerte por medio del harakiri es conocida como oibara

Japón no tiene ninguna historia de cristianismo, así que el suicidio en el país nunca ha sido un pecado. De hecho algunos lo ven como una manera de asumir responsabilidades.

Si quieres conocer más detalles sobre esta práctica y sobre los secretos que oculta el bosque Aokigahara, escucha el episodio 65 de Podcast Cosas Muy Importantes, en tu plataforma de Podcast favorita y recuerda suscribirte a nuestro Patreon para tener acceso a contenido exclusivo.

Imagen portada: Shutterstock

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