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Antes que la vida me deje

Antes que la vida me deje

Por Fiores Florentino |

CULTURIZANDO EN WHASTAPP

Nos detuvimos un poco en el camino para dar tiempo a que se desmontara un señor del carro que estaba frente a nosotros. El señor tenía una cuidadora que le asistía y a pesar de toda su intención de cooperar con la muchacha su cuerpo no respondía igual, la joven lo ayudó a sacar los pies del vehículo y a incorporarse, luego dio unos cuantos pasos.

Contemplamos en silencio la escena, mi amigo me miró y me dijo:
– Yo le temo a eso, Fiores. Quisiera dejar la vida antes que la vida me deje a mi.
Lo miré, pensé en lo que acabábamos de presenciar y solo respiré profundo. No había comentario espontáneo que resumiera todo lo que puede uno decir al respecto. Me preguntaba si yo también quería lo mismo que él o si estaba mal pensar así. Me acordé de un artículo de prensa que leí en el que el autor decía que se quería morir a los 75 años y explicaba por qué. Según sus estado de salud y su estilo de vida, hasta edad podía valerse por sí mismo, aún con los achaques propios de un adulto mayor sería saludable e independiente. La sola idea de estar a merced de un tercero es algo aterrador y patético en igual proporción. Yo también quería morir a los 75 y despedirme dignamente de la vida, pero… ¿Y si no me muero?
Inevitablemente pienso en mi abuela paterna, una mujer que fue independiente aún en los tiempos en que la sumisión femenina era considerada una conducta honorable  y las mujeres soportaban lo insoportable porque «los hombres son así». Luchó por ella, por sus hijos, por sus nietos, por su madre anciana y cuando le llegó el tiempo de empezar a vivir fue abandonada por la vida.
Cuando supe que ya no caminaría más, que necesitaría ayuda hasta para sus necesidades más básicas  me preocupaba que no se pudiera adaptar. Sería duro para ella y duro para quieres siempre la conocimos con todos sus bríos. Imaginé que tendríamos que verla deprimida y ayudarla a adaptarse a su nueva realidad. Pero su grandeza como ser humano iba más allá de su nueva circunstancia y justo en esa situación nos dio una lección que nos acompañará siempre.  Se adaptó como la campeona que siempre fue, cooperó con su actitud, con una alegría que todavía me hace sonreír cuando la recuerdo (ojos brillantes, sonrisa pura y expresión tranquila). Se dejó cuidar sin quejarse, sin reclamar a Dios o al destino y así pasó los últimos cuatro años de su vida.
Por más que nos esforcemos en extender la juventud, somos más vulnerables de lo que imaginamos. La vida es frágil, aunque queramos resolver el mundo sin esperar por otros es importante crear a nuestro alrededor un círculo de personas en las cuales nos podamos dejar caer si la vida nos deja, personas a las que también estemos en disposición de asistir si la vida los abandona a ellos y no a nosotros.
Hemos pasado de cultivar círculos de amor y confianza a afanarnos por crear contactos cuyo único criterio de selección es la ventaja que se les pueda sacar. Quizás una de las razones por las que nos queremos saltar el desgaste natural de la vida es porque sabemos que estamos solos.
– Es que no quiero ser carga de nadie.
– No sería una vida Digna.
– Todo el mundo tiene sus ocupaciones.
Si, todo eso es cierto pero ¿Qué opciones hay? ¿Tomarse un cocktail de pastillas para morirse cuando uno entienda que debe acabar nuestra historia? ¿Quién dice que de verdad debe acabar ahí? El hecho de que todavía la vida nos sorprenda es la prueba de que nuestra visión es limitada incluso cuando se trata de juzgar la propia vida, no tenemos el derecho ni el conocimiento para acabarla cuando uno quiera.
De la misma forma en que nos preparamos para planificar nuestro futuro financiero, deberíamos también pensar en nuestro futuro emocional y afectivo, en nuestros círculos de amor y confianza. Donde, igual que cuando se trata de dinero, si no inviertes no hay retorno pero la inversión cuesta más porque tienes que dar tu ser y dejarlo a merced de la magia del amor, sin esperar retornos inmediatos ni recompensas de las personas a quienes lo entregas. En la mayoría de los casos el retorno viene de donde menos lo imaginas, pero siempre llega.
«Fiores, la cuestión es ser bueno y no hacer cosas buenas».  Dice mi amigo.
Es mirar el mundo y la realidad con atención, para reconocer la viveza de quienes buscan ventaja, y con amor para no perder la humanidad, la empatía, el sentido común y el conocimiento de  la verdadera razón de vivir. Para servir a quien la vida ha dejado o aceptar el servicio de los otros si nuestro cuerpo se rinde y el aliento de vida sigue en ahí.
Es un ejercicio de humildad y grandeza que habla más alto que las palabras, un hecho que asusta más que la propia muerte, una realidad que silente y paciente aguarda por la mayoría.
¡Hasta la próxima!

Por Fiores Florentino | @Fioresita

Fiores Florentino es de una hermosa isla del caribe donde el verano nunca termina (República Dominicana), Master Executive en Administración y Dirección de Empresas que desde hace tres años trabaja como gerente de entrenamientos para firmas de ingeniería, coordinando cursos especializados en mantenimiento predictivo y preventivo en países de América Latina, el caribe y España. Escribir es su medicina y su bendición, compartiendo sus historias encuentra respuesta a sus dudas existenciales y ha conectado con personas maravillosas en el proceso. Estudiante eterna, participante recurrente en moocs y miembro del club de osados que todavía se atreve a creer en que un mejor mundo es posible y cada día trabaja para hacer realidad ese sueño.

Foto: Mujer en el camino / Shutterstock

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