Por Michael Nissnick | El suplicio de Cristo en la cruz ha sido un tema predilecto de numerosos artistas a lo largo de los últimos veinte siglos. Entre las representaciones más famosas destacan la de dos geniales maestros de la pintura española: Diego Velázquez y Salvador Dalí. En las próximas líneas revisaremos la historia y algunas curiosidades de estas obras emblemáticas.
El “Cristo crucificado” (h. 1632) de Diego Velázquez
-Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660) fue el máximo exponente de la pintura española del Siglo de Oro. Trabajó como pintor de cámara y aposentador del rey Felipe IV, a quien retrató en numerosas ocasiones, así como a otros miembros de su familia y de su corte, como se aprecia en su obra cumbre: “Las meninas” (1656).
-Velázquez no trató mucho la temática religiosa en su obra. Pero cuando lo hizo, fue a lo grande. Su cuadro más emblemático al respecto es el Cristo crucificado que realizó en torno a 1632, poco después de su primer gran viaje a Italia.
-La tela mide 250 por 170 centímetros y muestra a un Cristo anatómicamente perfecto, apacible y sereno. Está muerto pero pareciera estar dormido, ajeno a todo el terrible sufrimiento que supone la crucifixión. Velázquez lo representó con cuatro clavos y los pies sobre un supedáneo, siguiendo las indicaciones de su maestro y suegro, el pintor y teórico del arte Francisco Pacheco.
-Cristo se alza en medio de un fondo oscuro, que resalta la sensación de soledad y abandono del crucificado, al tiempo que recrea las tinieblas que, según los evangelios, cubrieron la tierra a su muerte. No obstante, una restauración realizada hace pocas décadas reveló que ese fondo no es totalmente negro, ya que presenta toques verdosos e incluso incluye la sombra del Cristo, producida por la luz que llega desde el extremo superior izquierdo del cuadro.
-El rostro de Jesús aparece parcialmente cubierto por pelo. Una famosa leyenda refiere que Velázquez, insatisfecho por el progreso de su trabajo, perdió la paciencia, arrojó su pincel a la tela y manchó la cara del Cristo. El maestro optó entonces por pintar un mechón de cabello en esa parte del cuadro para arreglar el desliz.
-En el letrero ubicado en lo alto de la cruz, el artista, de nuevo siguiendo a su maestro Pacheco, no incluyó el usual acrónimo “INRI”, sino la sentencia completa en hebreo, latín y griego: “Jesús de Nazaret, rey de los judíos”. No obstante, según el experto Alonso G. Rodríguez de Ceballos, Velázquez cometió un par de errores ortográficos: escribió en griego “NAZOIOS” en vez de “NAZORAIOS” y en latín “NAZAERENUS” en lugar de “NAZARENUS”.
-Los orígenes del Cristo de Velázquez son inciertos y están envueltos en el misterio, la leyenda y el escándalo. Una leyenda sin base histórica refiere que fue un encargo del rey Felipe IV para expiar sus amores clandestinos con sor Margarita, una monja del convento benedictino de San Plácido, en Madrid. Otra versión apunta al fundador y protector de dicho convento, Jerónimo de Villanueva, quien también era protonotario de Aragón y secretario del monarca. Villanueva, se dice, habría comisionado la tela como agradecimiento tras salir absuelto de un caso de supuesta posesión demoníaca y herejía que involucró a varias monjas, a la abadesa y al confesor de San Plácido.
-Por su parte, el mencionado experto Rodríguez de Ceballos argumenta que Villanueva encargó la obra a Velázquez a raíz del escándalo que supuso la profanación y quema de un crucifijo por parte de cinco criptojudíos portugueses residenciados en Madrid, quienes resultaron condenados y ejecutados en la hoguera en 1632. El cuadro velazqueño sería, según esta teoría, una suerte de desagravio al Cristo crucificado.
-El Cristo de Velázquez estuvo durante mucho tiempo en el convento de San Plácido (de ahí que también se lo denomine “Cristo de San Plácido”) hasta 1807, cuando lo compró Manuel Godoy, favorito del entonces rey Carlos IV. La obra pasó luego a su primera esposa, la condesa de Chinchón, quien intentó sin éxito venderlo en París. A su muerte en 1828, su cuñado regaló la tela al rey Fernando VII, quien la donó al año siguiente al Museo del Prado, donde se exhibe hasta hoy.
-El escritor, ensayista y filósofo español Miguel de Unamuno se inspiró en este cuadro para escribir una de sus obras más celebradas: “El Cristo de Velázquez” (1920), un largo poema de cuatro partes y ochenta y ocho estrofas en el que, según el crítico Segundo Serrano Poncela, “Cristo es interpretado como símbolo y como hombre, y son interpretados asimismo, en su significación mística, todos los elementos que integran la totalidad del Calvario. Nada carece de sentido y opera en función representativa de la muerte de Cristo y su lección para los hombres”.
-He aquí un verso del poema de Unamuno: “Blanco tu cuerpo está como la hostia del cielo de la noche soberana, / de ese cielo tan negro como el velo / de tu abundosa cabellera negra de nazareno”.
El “Cristo de San Juan de la Cruz” (1951), de Salvador Dalí.
-El fraile carmelita san Juan de la Cruz, uno de los grandes poetas y místicos de la literatura española, fue vicario y confesor del convento de la Encarnación de Ávila entre 1572 y 1577. En algún momento de esos años, san Juan vivió una experiencia mística en la que vio a Cristo crucificado desde lo alto de una tribuna que daba al crucero de la capilla. Poco después, el poeta plasmó ese inusual crucifijo en un pequeño dibujo de 57 por 47 milímetros que todavía se conserva dentro de un relicario en el mencionado convento.
-Más de tres siglos y medio después, a comienzos de la década de 1950, el carmelita Bruno de Jésus-Marie, biógrafo de san Juan de la Cruz, mostró una copia del dibujo a un amigo suyo, uno de los pintores más célebres y excéntricos de la historia y admirador confeso de Velázquez: Salvador Dalí (1904-1989).
-Por aquellos años, Dalí se había apartado del surrealismo que había abanderado en la década de 1930 y estaba inmerso en un intento de conciliación entre el cristianismo y la teoría nuclear. El dibujo de san Juan de la Cruz lo impulsó a hacer el que para mucho es el mejor cuadro religioso del siglo XX.
-El propio Dalí refirió que “la primera vez que vi ese dibujo me impresionó de tal manera que más tarde, en California, vi en sueños al Cristo en la misma posición, pero en paisaje de Port Lligat, y oí voces que me decían: “¡Dalí, tienes que pintar ese Cristo!”. Y comencé a pintarlo al día siguiente”. El artista hacía referencia a la localidad costera catalana de Port Lligat, donde vivió buena parte de su vida y cuyas caprichosas formas rocosas inspiraron muchos de sus mejores cuadros, entre ellos la célebre “Persistencia de la memoria” (1931).
-Salvador Dalí también dejó claro su intención de que su Cristo fuera “la imagen más bella y alegre de todas las que se han pintado hasta ahora (…).Mi propósito estético en este lienzo era exactamente el contrario del de todas las representaciones de Cristo. Mi principal preocupación era que mi Cristo fuese hermoso, como el Dios que fue”. Asimismo, aseguró que originalmente pensaba incluir los tradicionales atributos de la pasión, como los clavos y la corona de espinas, “pero justo antes de finalizar mi cuadro, un segundo sueño modificó todo esto, tal vez a causa de un proverbio español que dice: “A mal Cristo, demasiada sangre”. En ese segundo sueño, vi el cuadro sin los atributos anecdóticos: sólo la belleza metafísica del Cristo-Dios”.
-Para pintar su Cristo, Dalí escogió como modelo a Russell “Russ” Saunders, un joven acróbata y doble de riesgo que trabajó en grandes películas de Hollywood como “Un americano en París” (1951), “Cantando bajo la lluvia” (1952) y “Shane” (1953), entre muchas otras. El artista español lo conoció gracias a su amistad con Jack Warner, presidente de los estudios Warner Bros.
-Russ Saunders posó para un fotógrafo suspendido con cables en una de las puertas del estudio. Las imágenes se ampliaron y enviaron al estudio de Dalí en Port-Lligat. Lamentablemente, ninguna de esas fotografías ha sobrevivido.
-Dalí trabajó en su Cristo durante cinco meses y lo concluyó a finales de 1951. El maestro estructuró la composición del cuadro de 2,10 por 1,20 metros a partir de, según sus propias palabras, “un triángulo y un círculo, que “estéticamente” resumen todas mis experiencias anteriores. E inscribí a mi Cristo en ese triángulo”. Efectivamente, el atlético Cristo/Saunders daliliano visto desde una perspectiva cenital ocupa el triángulo superior del cuadro, mientras que el círculo inferior consta de una vista de la bahía de Port Lligat, con la barca que usaba Dalí para pescar y dos pescadores inspirados en modelos de Velázquez y el pintor francés del siglo XVII Louis Le Nain.
-El “Cristo de San Juan de la Cruz” se exhibió por primera vez en Londres con gran éxito de público (aunque no de crítica) en diciembre de 1951 y poco estuvo junto a otras obras del artista en la I Bienal Hispanoamericana de Arte, celebrada en Madrid y Barcelona entre octubre de 1951 y febrero de 1952. El propio Dalí envió una carta al poeta Leopoldo Panero, secretario general del evento, con instrucciones precisas sobre el modo en que debían exhibirse e iluminarse el Cristo y sus otros cuadros.
-Ese mismo año Tom Honeyman, director de la asociación de museos y galerías de arte de Glasgow (Escocia) negoció con Salvador Dalí la compra del “Cristo de San Juan de la Cruz”, así como sus derechos de autor, por 8 mil 200 libras esterlinas, una importante cantidad para la época. Desde entonces, y salvo un breve paréntesis, el cuadro se exhibe en el Museo Kelvingrove de Glasgow, y en 2005 fue votado como la pintura más popular de Escocia.
-Como dato curioso, Dalí sentía tal estima por esta obra que la incluyó como detalle en otros dos cuadros: “Assumpta Corpuscularia Lapislazulina” (1952) y “El descubrimiento de América por Cristóbal Colón” (1952). Asimismo, el artista trató el tema del Cristo en la cruz en otras telas, entre las que destaca “Crucifixión” (“Corpus hypercubus”, 1954), hoy expuesto en el Met de Nueva York.
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