Después del devastador ataque japonés a Pearl Harbor y la rápida expansión de su imperio en el Pacífico, la guerra parecía sentenciada. Sin embargo, los servicios de Inteligencia de EE. UU. le prestarían una mano a su Armada para acertar un golpe mortal a los nipones y en el verano de 1942, en las inhóspitas Islas Midway, se libraría una batalla que cambiaría el curso de la historia a favor de las fuerzas estadounidenses. Descifrar un código secreto bastó para preparar un contrataque que aplastó a la armada imperial japonesa. Es la historia de la Batalla de Midway.
Contexto
Desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el Imperio japonés aparecía ante el mundo como una potencia invencible. Las tropas japonesas habían derrotado varias veces a los Aliados, victorias que habían permitido conquistar Hong Kong, Shanghái, Malasia, Singapur, Birmania, Filipinas, Indonesia, Nueva Guinea, la Isla de Wake, la Isla de Guam, las Islas Salomón y las Islas Gilbert.
La Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental fue un concepto creado y promulgado por las autoridades del Imperio del Japón, que representaba el deseo de formar un «bloque de naciones asiáticas lideradas por Japón y libres de la influencia europea».
El concepto original partía de un planteamiento idealista por el cual se lograría la liberación de Asia respecto de las potencias coloniales, aunque los nacionalistas japoneses pronto vieron en ella un medio por el cual poder obtener recursos que permitieran mantener a Japón como una potencia moderna, al tiempo que los militaristas japoneses veían aquellos recursos como materias primas que serían básicas para la guerra.
El ataque japonés por sorpresa a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, pretendía ser una acción preventiva destinada a evitar la intervención de la Flota del Pacífico de los Estados Unidos en las acciones militares que el Imperio del Japón estaba planeando realizar en el Sureste Asiático contra las posesiones ultramarinas del Reino Unido, Francia, Países Bajos y Estados Unidos.
Éste ataque, que arrastró a Estados Unidos a formar parte de la Segunda Guerra Mundial, había sido un notable éxito táctico pero incompleto, ya que los portaaviones estadounidenses no estaban anclados en puerto, como esperaban los japoneses.
De uno de esos portaaviones, el Hornet, partieron 16 aviones B-25 Mitchell que el 18 de abril de 1942 bombardearon la ciudad de Tokio, provocando pánico en la población. En mayo de ese mismo año, los estadounidenses utilizaron sus portaaviones para impedir los movimientos japoneses hacia Australia, durante la batalla del mar del Coral.
Estos dos incidentes convencieron a los altos mandos japoneses de que tenían que eliminar a los portaaviones enemigos para poder concretar el plan de conquistar un gran espacio estratégico para Japón, tanto en el sudeste asiático como en Oceanía. Según la información proporcionada por la inteligencia japonesa, los portaaviones estadounidenses navegaban en aguas cercanas a las Islas Midway, un atolón de 6,2 km² localizado en el Pacífico Norte, cerca del extremo noroccidental del archipiélago de Hawái. El nombre de Midway hace referencia a su posición geográfica, por estar a mitad de camino entre América y Asia.
El almirante Isokoru Yamamoto —verdadero conductor de la estrategia naval japonesa— considera que permanecer a la defensiva ante una potencia con el poderío industrial y los recursos humanos de los Estados Unidos es una actitud suicida. Se hace necesario plantear una estrategia que provoque una paz negociada, en la que Japón, desde una posición victoriosa, pueda conservar la mayor parte de lo conquistado.
¿Quiénes eran los rostros de la Batalla?
Isokoru Yamamoto: marino y político japonés, que fungió con el rango de almirante como el comandante en jefe de la Flota Combinada de la Armada Imperial Japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Considerado uno de los grandes estrategas de la historia de la Armada Imperial, llevó a cabo una reforma radical de la misma en cuanto al poder aéreo y su proyección a la mar. Bajo su comandancia los primeros años en la Guerra del Pacífico —a la cual se había opuesto desde el principio—, fue el encargado de idear y planificar el exitoso ataque a Pearl Harbor y a las Islas Midway.
Chester Nimitz: Almirante de la Flota Estadounidense del Pacífico. Así fue como todo el Frente del Pacífico fue dividido bajo la responsabilidad de dos grandes militares: el general Douglas MacArthur en el Pacífico Sur y el general Chester Nimitz en el Pacífico Central. Confió en su capitán Joseph Rochefort para asestar una trampa a los japoneses en la Batalla de Midway.
Joseph Rochefort: capitán naval estadounidense y criptoanalista, descifró el código japonés que anunciaba el ataque a Midway.
Chuichi Nagumo: vicealmirante japonés de la Armada Imperial Japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Fue un controvertido marino que participó como comandante de la flota que atacó con éxito Pearl Harbor, pero fue derrotado en la decisiva batalla de Midway, derrota que a la larga le costaría la guerra al Japón.
Agnes Meyer Discroll: también conocida como Madame X, fue una criptoanalista estadounidense que descifró un gran número de sistemas navales japoneses y desarrolló sistemas para máquina cifradoras. Agnes fue la primera en encontrar los primeros patrones numéricos del código JN25, lo que dio las claves para lograr descifrarlo por completo. El JN25 fue el código más complejo de los empleados por la Armada Imperial Japonesa. Este hito fue su contribución más importante al criptoanálisis y fue una de las razones que hicieron que en 1942 Estados Unidos ganara la Batalla de Midway.
El plan de Batalla
El plan japonés era atraer a los portaaviones de Estados Unidos para hundirlos todos juntos y ocupar Midway en seguida con el objetivo de ampliar el perímetro defensivo de Japón en el Pacífico, alejándolo de las islas metropolitanas japonesas. Esta operación era considerada como un preparativo para invadir las islas Fiyi y Samoa, así como para una posible invasión de Hawái.
La ocupación del atolón de Midway, al igual que había sucedido con el ataque sobre Pearl Harbor, no era parte de una campaña para conquistar Estados Unidos, sino que estaba orientada a eliminar el poder estratégico de los norteamericanos en el Océano Pacífico, dejándole a Japón las manos libres para establecer una gran esfera de influencia política y económica en el sudeste asiático. Los japoneses también esperaban que, con una nueva derrota, a Estados Unidos no le quedaría más remedio que negociar la paz en unas condiciones favorables para Japón.
Hundir los portaaviones estadounidenses y ocupar el atolón de Midway, la única posición estratégica aliada que quedaba, ubicada a solo 2000 km de Japón, en el medio del océano Pacífico, parecía ser la única manera de eliminar esta amenaza de Estados Unidos, que ya había iniciado los bombardeos a Tokio.
El plan de batalla del almirante era complejo, tal y como era típico en los planes navales japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Además, partía de la suposición de disponer de informaciones precisas por los servicios de inteligencia de que los portaviones USS Enterprise y USS Hornet eran los únicos disponibles por aquel entonces en la flota norteamericana del Pacífico. El USS Lexington había sido hundido y el USS Yorktown había sufrido graves daños (y se consideraba hundido) en la Batalla del Mar del Coral, que había tenido lugar tan solo un mes antes. Sin embargo, luego de una rápida reparación en Pearl Harbor, el Yorktown volvió a estar activo y los japoneses no lo sabían.
Más importante todavía era la creencia japonesa de que los norteamericanos se encontraban desmoralizados y desmotivados por sus frecuentes derrotas en los seis meses previos. Yamamoto sentía que la frustración podría ser fundamental para llevar a los americanos a caer en una trampa, motivados por la revancha a cualquier precio, y que de esta manera comprometerían definitivamente su poder naval y aéreo en el océano Pacífico. Para que eso sucediese, Yamamoto dispersaría sus fuerzas de manera que no pudiesen ser descubiertas antes de la batalla y que cayesen sobre el enemigo con sorpresa, de manera concentrada, cuando la confrontación hubiese comenzado.
Yamamoto creía que era necesario un engaño para llevar a la flota estadounidense a una situación fatalmente arriesgada. Con ese fin dispersó sus buques para que todos, y particularmente sus acorazados, se mantuvieran ocultos de los estadounidenses antes de la batalla. Su grupo de acorazados y cruceros de apoyo siguió a los portaaviones del vicealmirante Chūichi Nagumo a varios cientos de kilómetros. La misión de estos era acercarse y destruir cualquier elemento que pudiera defender Midway tras ser previamente debilitado desde los portaaviones.
Sin embargo, esta gran dispersión haría que sus unidades se viesen impedidas a la hora de protegerse mutuamente y, punto clave y desconocido por Yamamoto, cualquier beneficio que los japoneses pudiesen obtener de estos había quedado ya neutralizado por la quiebra de los códigos navales japoneses, conseguida en secreto por los expertos en criptografía de los servicios de inteligencia aliados.
El punto crítico de toda la operación en Midway era que los acorazados y los cruceros de apoyo a la fuerza especial de portaviones del vicealmirante Chuichi Nagumo, comandante del ataque, deberían seguir a la fuerza principal a centenares de kilómetros de distancia. Su misión era hundir a cualquier embarcación americana que acudiese al auxilio en Midway después de la destrucción de las defensas del atolón o que estuviese debilitada por el ataque de la aviación de Nagumo, algo que era típico de la doctrina de batalla de la mayoría de las marinas de la época
El código descifrado e interceptado
Antes de la batalla, el almirante Chester Nimitz, comandante en jefe del área del Pacífico, tenía una importante ventaja sobre Japón, ya que los criptoanalistas estadounidenses habían descifrado parcialmente el código JN-25 de la Armada Imperial Japonesa. Desde principios de 1942, Estados Unidos había estado decodificando mensajes que indicaban que pronto se llevaría a cabo una operación militar en un objetivo llamado «AF»
Antes del ataque a Midway, para asegurase que el desciframiento del JN-25 era completo, se sabía que el blanco de los japoneses estaba designado como «AF», pero aunque los estadounidenses sospechaban que era Midway no estaban totalmente seguros. Los especialistas le pidieron a Midway que enviara un mensaje por radio informando que había deficiencias en el suministro de agua dulce. Poco después interceptaron un mensaje japonés cifrado, que decía que «AF tiene deficiencias en el suministro de agua dulce.» Con eso quedó confirmado que «AF» era Midway. También se determinó que la fecha del ataque sería cercana al 4 o el 5 de junio, y proporcionó a Nimitz el orden de batalla completo de la Armada Imperial Japonesa. Como resultado, los estadounidenses llegaron a la batalla con una imagen bastante clara de dónde, cuándo y con qué fuerza atacarían los japoneses.
EE.UU. se preparó para el asalto con la movilización de unos 115 aviones basados en tierra y tres portaaviones. Nimitz calculó que las aeronaves de sus tres portaaviones más los estacionados en Midway, le daban una cantidad más o menos igual a la de los cuatro portaaviones de Yamamoto, principalmente porque los grupos aeroembarcados estadounidenses eran más grandes que los japoneses. Los japoneses, por el contrario, incluso después de que comenzara la batalla desconocían la verdadera fuerza y disposición de su oponente.
Sin embargo, la confusión aumentó cuando el 1 de junio de 1942, los japoneses cambiaron las tablas sumatorias y nuevamente los especialistas estadounidenses quedaron ciegos. El 3 de junio los japoneses atacaron las Islas Aleutianas como ataque de distracción y al día siguiente comenzó la Batalla de Midway.
El desarrollo de la Batalla
Hacia Midway enfiló entonces la flota japonesa, integrada por 4 portaaviones, 9 acorazados, 8 destructores, 4 cruceros y 433 aviones de combate. Los estadounidenses contaban con 3 portaaviones (el Hornet, el Yorktown y el Enterprise), 8 cruceros, 15 destructores y 360 aviones de combate.
El 3 de junio de 1942, un hidroavión PYB Catalina avistó una formación de buques de la Marina Imperial Japonesa a unas de 700 millas náuticas, y aunque en aquel momento los norteamericanos creyeron que se trataba del grueso principal de la flota nipona, aquella no era más que una pequeña escuadra que se había adelantado. Ante aquella inquietante presencia, el almirante Chester Nimitz envió un escuadrón de nueve bombarderos cuatrimotores B-17 para enfrentarse al enemigo, pero estos fallaron en todos sus objetivos.
Por su parte, el almirante Chuichi Nagumo, temiendo la posibilidad de que pudiera haber portaaviones enemigos en las inmediaciones, ordenó, como medida de seguridad, enviar siete hidroaviones para que reconocieran la zona. Sin embargo el séptimo aparato se retrasó treinta minutos debido a un fallo mecánico en la catapulta que lo debía impulsar. Sin saberlo, aquella tardanza tendría nefastas consecuencias para los japoneses, ya que en la ruta del séptimo hidroavión se encontraba el portaaviones USS Yorktown, lo que dejaba completamente desprotegida a la escuadra japonesa.
El 4 de junio de 1942 a la madrugada, el almirante japonés Chuichi Nagumo lanzó una oleada de 108 aviones contra Midway. Al mismo tiempo, hizo despegar aviones de reconocimiento para detectar la posición de la flota enemiga. Los Zero, cazas japoneses, lograron derribar 17 aviones estadounidenses que salieron a hacerles frente. Ningún avión japonés fue derribado. A partir de ese momento los japoneses bombardearon y ametrallaron el atolón, destruyendo depósitos de gasolina, hangares de hidroaviones, torretas de vigilancia, vehículos y artillería antiaérea.
Los bombarderos estadounidenses —cuya base estaba en la isla— despegaron antes de ser dañados por los japoneses, e hicieron varios ataques contra la flota nipona. Los lentos y pesados torpederos Grumman TBF Avenger fueron destruidos casi por completo por la artillería antiaérea de los barcos y los veloces Zero japoneses, sin lograr causar ningún daño a la flota enemiga. Solo tres de ellos consiguieron volver a Midway.
El oficial japonés a cargo del ataque, Joichi Tomonaga, comunicó a Nagumo que era necesario lanzar una segunda incursión para completar la destrucción de la base. En el primer ataque a Midway optó por equipar a los aviones de reserva con torpedos, al temer encontrar barcos estadounidenses. Por ello resultó necesario efectuar un segundo ataque, pues la pista de aterrizaje y despegue del atolón no había sido destruida por la falta de bombas terrestres. Todos los aviones del segundo ataque incluidos los de reserva recibieron la orden de ser armados con bombas para atacar las instalaciones de la isla, una orden que resultó fatal.
Nagumo ordenó entonces que los aviones que había dejado en reserva bajaran a los hangares para sustituir los torpedos con los que estaban armados por bombas terrestres. Aquella decisión era muy arriesgada porque el rearme de los aviones era una operación con un coste de tiempo muy elevado (al menos media hora tardaba la sustitución del armamento). Finalmente, el último hidroavión japonés procedente del crucero Tone, que había partido con treinta minutos de retraso, llegó con el siguiente informe: «Avistados diez buques, aparentemente enemigos, a 10 grados de elevación y 240 millas de Midway. Ruta 150 grados; velocidad superior a los 20 nudos».
Presa del pánico, Nagumo ordenó volver a subir todos los aviones a cubierta y cambiar las bombas por torpedos, perdiendo así un tiempo precioso. Cuando las escuadrillas de 30 aviones comandadas por el contraalmirante Clarence McClusky regresaban a la base con el combustible necesario, detectaron a los portaaviones japoneses justo en el momento en que los aviones cargados con torpedos hacían más vulnerables a los buques, ya que si eran destruidos estando aún en cubierta, las deflagraciones podían ser devastadoras y hundirlos.. La explosión de los aviones japoneses armados con torpedos produjo deflagraciones devastadoras que hicieron explotar también los depósitos de combustible, por lo que los tres portaaviones alcanzados se fueron a pique.
El Hiryu, el único portaaviones japonés que estaba intacto lanzó sus aviones contra el Yorktown, provocándole serios daños. Poco después, el Hiryu fue atacado a su vez por aviones procedentes del Enterprise y quedó seriamente dañado, para hundirse al día siguiente. Al ser informado de la pérdida de los 4 portaaviones, el almirante Yamamoto dio la orden de retirada. El 6 de junio, durante esa retirada aviones estadounidenses bombardearon al crucero Mikuma, que se hundió con 650 marinos a bordo.
Consecuencias de la Batalla de Midway
Los japoneses perdieron 4 portaaviones (el Akagi, el Kaga, el Hiryu y el Soryu), un crucero (el Mikuma), 250 aviones y 3.057 hombres, entre marinos y pilotos. Esos pilotos eran los más expertos y veteranos de la Fuerza Aérea japonesa.
Los Estados Unidos registraron la pérdida de un portaaviones (el Yorktown), un destructor (el Hamman), 150 aviones y 307 hombres.
Los Estados Unidos lograron una victoria decisiva que no solo evitó la ocupación de Midway y la destrucción de su flota del Pacífico, sino que además les permitió hundir a la gran mayoría de los portaaviones del Imperio Japonés.
Para Japón, la derrota en Midway fue de una magnitud devastadora porque al perder a 4 de sus 6 portaaviones, quedó incapacitado para llevar a cabo nuevas conquistas tanto en Asia como en el Océano Pacífico. A partir de Midway, Japón perdió la iniciativa militar y pasó a la defensiva.
Por primera vez en la guerra quedó igualado el número de buques japoneses y estadounidenses, con la ventaja de que la industria americana podía construir nuevos portaaviones con mayor rapidez. De hecho, hasta 1945 los estadounidenses lograron botar 35 portaaviones mientras que los japoneses apenas compensaron los perdidos en Midway. A medida que la industria estadounidense fabricaba más portaaviones y más aviones, la balanza se inclinaba más a favor de los Estados Unidos, sellando el resultado de la guerra.
Imagen portada: Shutterstock
--
--