Por Daniel Colombo |En Dinamarca, trabajar hasta tarde causa una mala impresión a jefes y compañeros, debido al arraigo de la conciliación entre la vida laboral y la personal. ¿Te imaginas algo así en tu país?
Los daneses trabajan una media de 33 horas a la semana a pesar de que el horario laboral establecido por ley es de 37 horas, según la OCDE. Este es uno de los factores que convierten a los daneses en uno de los pueblos más felices del mundo.
Sin embargo, en muchas culturas, como la norteamericana y latina, todavía resulta bien visto el tener jornadas extensas, de 8 o más horas diarias. De hecho, se estima que durante el período de home-office o en formato teletrabajo si no está convenientemente normado por las empresas, se llega a trabajar un promedio de dos horas más por día.
Y ese es el punto para hablar sobre productividad, que de eso se trata: ¿somos productivos porque trabajamos más horas, o podríamos hacer lo mismo, e incluso mejor en menos tiempo?
Este caso concreto sirve para ilustrar: en agosto de 2019 casi 2500 empleados de Microsoft en Japón participaron de un experimento de reducción de jornada laboral. Trabajaron sólo cuatro días a la semana, con los viernes libres. El resultado medido fue que la productividad aumentó un 39,9% y se favoreció el equilibrio entre la vida personal y profesional.
¿De dónde viene la jornada de 8 horas?
Trabajar ocho horas diarias viene de dividir el día en tres partes de 8/8/8: ocho horas para dormir, ocho para trabajar y otro tanto para tiempo libre. Este esquema fue originado en 1856. Más atrás, hacia 1825 en países industrializados se trabajaba unas 82 horas por semana de lunes a sábado: fue un gran avance versus las 12 horas de lunes a domingos que se acostumbraban a trabajar en el campo. En pocos casos, como en la España de 1595 con el rey Felipe II era aceptado trabajar ocho horas durante toda la semana.
Entones, ¿aumenta o disminuye la productividad al reducir la jornada? Lo que queda en evidencia es que la jornada de ocho horas de lunes a viernes produjo siglos atrás una mejora gradual de la producción por hora, aunque no hubiese sido efectiva sin la revolución industrial de aquel tiempo, por ejemplo, el caso del telar mecánico impulsado a vapor -originado a mediados del 1750, y evolucionó en 1850 y luego en 1890- como contribución a las tareas industrializadas.
Hoy, las condiciones actuales del mundo implicarán una nueva transformación, quizás con jornadas más cortas en días o en horas, más flexibilidad y la posibilidad del teletrabajo como instancia permanente o híbrida, combinada con lo presencial.
Estamos viendo surgir lo que muchos avizoran como una quinta era en la humanidad, donde muchos trabajos van a ser automatizados y otros, directamente eliminados. De la preparación y adaptabilidad para los nuevos entornos, tanto de las empresas, gobiernos, organizaciones y trabajadores, va a depender la posibilidad de que se continúe produciendo y llevando adelante las prácticas laborales bajo nuevos parámetros. Se transforma el mundo, y es impensado seguir bajo los mismos esquemas de hace siglos.
Una jornada de 32 horas
Un primer paso en muchos países es la implementación de la jornada laboral de 32 horas; este tema es extensamente investigado en distintas latitudes, ya que cada una tiene sus particularidades y podría no ser factible de aplicar de forma generalizada.
Aunque sí hay consenso en ir hacia menos cantidad de horas, teletrabajo, presencialismo en formato reducido y mínimo, y nuevas habilidades de los líderes para conducir equipos en entornos totalmente diferentes hasta hace poco tiempo atrás.
Los resultados de las experiencias indican que aumenta la productividad porque el trabajador se siente más feliz y cierta liberación de carga excesiva laboral, sin ver comprometido su salario. Incluso otras investigaciones hablan de disminución de la desigualdad. Desde la perspectiva de la salud, el trabajar menos horas produce menos estrés, mejora el sueño, los vínculos primarios como la familia y amigos se solidifican y las personas están más descansadas y mejor predispuestas.
Para los que tienen empleo fijo puede ser una buena idea. El problema lo representan los autónomos, aquellos que se ganan día a día su jornal con sus horas: si no trabaja, no cobra. A nivel mundial se estima que un autónomo trabaja más de 9 horas diarias, inclusive en muchos casos los fines de semana.
En el sector público hubo una experiencia en 2007 en Utah (Estados Unidos) donde se redujo la jornada laboral, aunque ya en 2011 tras las mediciones, los ciudadanos recibían peores servicios, lo que implicaría contratar más funcionarios y técnicos para suplir esas falencias. Es decir que en lo público queda mucho por analizar, porque, en definitiva, el sostén del empleo público lo pagamos todos los privados de nuestro bolsillo.
Cómo reducir la jornada en una empresa para mejorar la productividad
Aquí van estas ideas para lograr un traspaso a jornadas más cortas sin afectar el rendimiento, e inclusive, aumentándolo:
- Analizar los contextos y la cultura de la empresa y adaptarla al nuevo formato.
- Estudiar concienzudamente los pro y contras de estas medidas, incluyendo la variable económico-financiera, que será la que termine por definir su viabilidad para que las empresas puedan sostenerse.
- Crear los marcos regulatorios internos de cómo se instrumentarán estas medidas, en qué plazos -por lo general, paulatinos-.
- Hacer grupos de testeo durante por ejemplo tres meses seguidos, con indicadores claros para evaluar la evolución de la jornada reducida.
- Promover la automatización de tareas y el desarrollo de habilidades para el trabajo a distancia y la productividad con menos horas trabajadas, la responsabilidad, el compromiso y la consistencia; la comunicación, la interacción y la complementariedad.
- Rediseñar los esquemas operativos de las empresas, adaptándolos a las nuevas formas que implementen. Esto incluye que las tareas se cumplirán en la jornada reducida, y es posible que no existan más las horas extras como medida común para todos.
- Abrir canales de diálogo permanentes en la empresa donde participen voces de los distintos sectores, mediante procesos mediados, para acordar las mejores prácticas, reglamentaciones internas, mediciones de resultados y monitoreo permanente de la efectividad de las medidas de reducción de jornada.
- Saber que es un proceso progresivo que no puede ser ejecutado mediante un decreto, sencillamente; sino que llevará algunos años la implementación definitiva.
- Detectar el nuevo talento adecuado a este formato de trabajo; además, trabajar inter generacionalmente para suplir las brechas que se van a presentar entre los antiguos modelos y el nuevo.
- Al implementar jornadas reducidas, los líderes necesitan aprender a confiar y delegar más en sus equipos, enfocarse en la eficacia y no sólo en el resultado final, y, definitivamente, apoyar el equilibrio de la vida personal y profesional.
El debate está abierto. La posibilidad de experimentar nuevos formatos de trabajo, también.
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