Por Crónicas de Ares | La tarde del 26 de abril de 1937, el cielo vasco se oscureció más de lo normal. En la población vizcaína de Guernica, aviones alemanes e italianos a las órdenes de Francisco Franco, jefe del bando sublevado contra el Gobierno de la Segunda República española, dejaron caer toneladas de bombas y metralla sobre la ciudad, destruyendo el 85 % de sus edificios y matando o hiriendo a la mitad de la población. El papel de la Legión Cóndor enviada por Hitler y los aviadores de la Legión Italiana de Mussolini, internacionalizaron el conflicto. Contamos, cómo Guernica se convirtió en la muestra del lado más sanguinario e infernal de la guerra.
“Las bombas caían sin parar y muchos corrimos al campo. Vimos cosas terribles. Vimos a una familia que conocíamos porque vivía en nuestra calle esconderse en un bosque. Allí estaban la madre, dos hijos y la abuela. Los aviones volaron en círculos sobre ellos durante un largo tiempo y, al fin, aterrorizados, les obligaron a salir de su refugio. Se refugiaron en una zanja. Vimos a la abuelita cubrir al niño con el delantal. Los aviones volaron bajo y los mataron a todos en la zanja, excepto al niño. Pronto se puso en pie y empezó a vagar por el campo, llorando. Y lo mataron a él también. Había cuerpos por todo el campo. Más tarde tuvimos que recogerlos con cestas. Muchos de ellos. Después de un tiempo los aviones se marcharon y volvimos a entrar en Guernica. No era sino una ruina humeante”.
Imanol Aguirre tenía 12 años el 26 de abril de 1937, cuando a las cuatro y veinte de la tarde los aviones alemanes e italianos comenzaron a dejar caer sus bombas sobre la ciudad vasca de Guernica y masacraron a la población civil. Sus recuerdos -junto con los de otros sobrevivientes- fueron recogidos en 1976 por el historiador Xabier Irujo y constituyen el testimonio vivo más importante del ataque aéreo que simboliza la barbarie del bando franquista durante la guerra civil española. También la prueba más concluyente del apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista a los falangistas españoles.
El sacerdote Alberto Onaindía, testigo presencial, describió el ataque en una horrorizada carta que le envió al cardenal Isidro Gomá: “Llego de Bilbao con el alma destrozada después de haber presenciado personalmente el horrendo crimen que se ha perpetrado contra la pacífica villa de Guernica, símbolo de las tradiciones seculares del pueblo vasco… tres horas de espanto y escenas dantescas. Niños y madres hundidos en las cunetas, madres que rezaban en alta voz, un pueblo creyente asesinado por criminales que no sienten el menor alarde de humanidad. Todo eso se pisoteó en Guernica. ¿Quién será el cruel personaje que en frío y en el gabinete de estudio ha planeado ese crimen espantoso de incendiar y matar a toda una población pacífica?”.
Aunque el registro de la población censada desapareció tras la entrada de las tropas franquistas en el pueblo de Guernica, una serie de documentos recuperados, entre ellos uno titulado Relación de víctimas causadas por la aviación facciosa en sus incursiones del mes de abril de 1937, permiten establecer las cifras de 1.654 muertos y 889 heridos, los que suman la mitad de los habitantes del lugar.
Sin embargo, hay otros cálculos. A consecuencia de la caída de treinta toneladas de bombas (una combinación de incendiarias y explosivas antipersona de 50 y 250 kilogramos), murieron en pocas horas una cifra indeterminada de personas que se mueve entre los 126 fallecidos, que calcularon en 2007 Vicente del Palacio y José Ángel Etxaniz, de la asociación Gernikazarra, a los 1.654 muertos y 889 heridos que el Gobierno vasco registró en su día. Las últimas indagaciones sitúan el número de muertos a entre 250 y 300. Si no se produjeron más muertes, fue en parte porque la población huyó hacia el monte y porque uno de los puentes estratégicos resultó ileso.
La participación alemana en la Guerra Civil Española -decisiva para la derrota de las fuerzas republicanas- había sido tomada por Adolfo Hitler poco después del levantamiento franquista, con el Plan Mayor Especial y la creación de la Legión Cóndor, una unidad de combate especialmente formada para apoyar a las fuerzas sublevadas.
A nivel operativo, el jefe militar del contingente alemán era el mayor general Hugo von Sperrle, que actuaba como asesor militar de Franco para el empleo de la fuerza alemana. La presencia italiana en el conflicto, decidida por Mussolini para colaborar con la instalación de otro régimen fascista en Europa, se materializó en unos 80.000 legionarios con el apoyo de aviones y barcos.
Luego del fracaso en los intentos de capturar Madrid en las batallas del Jarama y de Guadalajara, los aliados alemanes e italianos sugirieron a Franco centrarse en el Frente Norte. Para llevar a cabo la ofensiva, se concentró allí a la Legión Cóndor y a una parte de los contingentes italianos.
Fueron los alemanes, partidarios del uso agresivo de la fuerza aérea para volcar a su favor el conflicto, quienes decidieron bombardear Guernica. La planificación corrió por cuenta del propio jefe de la Legión Cóndor, von Sperle, y de su jefe de Estado Mayor, el teniente coronel Wolfram von Richthofen, primo del famoso aviador Manfred von Richthofen, el “Barón Rojo”.
Guernica era un objetivo militar para el bando de Franco debido a la presencia de varias fábricas de armas, varios cuarteles y por ser centro clave de comunicaciones en el País Vasco. El avance del bando nacional hacia Bilbao, ciudad que caería ese mismo verano, se antojaba urgente y exigía según los mandos italianos y alemanes un golpe decisivo. «El general Pietro Pinna expresó en un informe redactado el 17 de abril que los mandos italiano y alemán entendían que la operación de Bizkaia y la ocupación de Bilbao se saldarían únicamente mediante un “golpe decisivo” o un “suceso rápido y decisivo” que provocara una reversión militar», asegura Xabier Irujo en su libro ‘Gernika’.
Además, la elección de Guernica se debió a que el pueblo era bastante grande como para ser un objetivo militar de envergadura, pero también de una superficie que permitía destruirlo completamente. Además, estaba a poca distancia del frente, lo cual permitiría tomar la población sin mayor esfuerzo en los días posteriores al bombardeo.
Guernica tenía antes del ataque una población de unos cinco mil habitantes, a las que habría que añadir un gran número de soldados, que se retiraban para preparar la defensa de Bilbao, y refugiados que huían del avance de las tropas franquistas.
Los italianos necesitaban una victoria moral que paliara el desastre sufrido en la batalla de Guadalajara, mientras que los alemanes estaban inmersos en una serie de ensayos tácticos y tecnológicos de cara a futuras guerras. Guernica les pareció un laboratorio idóneo. Se trataba de un enclave perfecto para estudiar el efecto de las bombas incendiarias de la Luftwaffe y de su capacidad destructiva.
La aviación sería la punta de lanza de la ofensiva, con un poder de fuego nunca antes visto en el transcurso de la guerra: 129 aviones. La Aviación Legionaria Italiana aportó 54, con una potencia de fuego de 148 ametralladoras y una capacidad de bombardeo de 21.5 toneladas. Los 85 aviones de la Legión Cóndor aportaron otras 190 armas de fuego y 51 toneladas de bombas.
El día fijado para perpetrar la operación no se decidió solamente por razones climáticas. El lunes 26 de abril era día de mercado en Guernica, por lo cual llegarían al pueblo habitantes de localidades vecinas. Los alemanes calcularon que habría unas diez mil personas concentradas en un área de menos de un kilómetro cuadrado. El bombardeo causaría un mayor número de muertos que se traduciría en un fuerte efecto propagandístico y, también, en un golpe a la moral de combate para las tropas republicanas. Se llamaba “Operación Rugen”.
Comerciantes de las zonas rurales y milicianos huidos del frente de Bilbao se congregaban en Guernica y, aunque la feria fue prohibida antes del mediodía por el alcalde debido a la cercanía del enemigo, fue la multitud de sus calles lo que puso los ingredientes para una matanza que el jefe alemán von Richthofen tachó de «éxito técnico».
A las 15.30, sonaron por primera vez las sirenas ante la presencia de un avión solitario de reconocimiento que voló a baja altura Guernica sin disparar un solo tiro. Poco después, un bombardero Heinkel 111 de la «escuadrilla experimental» de la Legión Cóndor arrojó la primera carga en el centro de Guernica. Las primeras explosiones se produjeron junto al puente de Renteria y en la estación de trenes.
El ataque comenzó a las 16.20 y se prolongó durante tres horas y veinte minutos. Lo inició el bombardero, que lanzó seis bombas. Buena parte de la población se escondió en los refugios en torno a la fábrica de armas, pero al creer que las bombas habían terminado salieron posteriormente a ayudar a los heridos. A estas primeras oleadas se sumaron otras casi continuas desde Burgos: tres Savoia SA-79 italianos que también dejaron caer bombas sobre el centro del pueblo, tres Heinkel He-111 de la Aviación Legionaria italiana y 18 Junker Ju-52 de la Legión Cóndor atacaron simultáneamente. De allí en más y durante unos cuarenta minutos, se sucedieron varias oleadas de bombardeos que derribaron edificios y sembraron heridos y muertos por doquier.
Después de las bombas se produjo la segunda parte del ataque, alrededor de las cinco de la tarde, a cargo de aviones más livianos que cruzaron el pueblo y sus alrededores a vuelo rasante disparando con ametralladoras a la población. Una escuadra con los aviones más ligeros, cinco cazas italianos Fiat CR-32 y cinco Messerschmitt Bf-109, buscaban ametrallar a la población dispersa. La combinación de bombardeos pesados seguidos de otros más ligeros era una de las tácticas experimentadas por la Legión Cóndor en Guernica.
Detrás de los aviones livianos llegó otra oleada de bombarderos, esta vez Junkers JU52 que descargó explosivos sobre todo el pueblo durante media hora y, finalmente, volvieron los livianos para arrojar nuevamente bombas y repetir los vuelos en círculo con fuego de metralla.
Cuando se alejó el último de los aviones en Guernica casi no quedaba una casa intacta. Las bombas destruyeron totalmente el 85% de los edificios y causaron incendios que los sobrevivientes demoraron días en extinguir. La destrucción fue tan grande que provocó un intenso humo, por lo que los últimos bombarderos, al no poder ver los objetivos, descargaron las bombas a ciegas. El incendio provocado por el bombardeo no se pudo apagar hasta dos días después, en gran parte debido a la inexistencia de un parque de bomberos.
La devastación y las muertes provocadas por el bombardeo a Guernica conmocionaron al mundo. Los republicanos denunciaron el ataque indiscriminado a la población civil y la participación de aviones extranjeros en la masacre. Las fotografías del bombardeo en masa se difundieron por la prensa de toda Europa y convencieron a los políticos ingleses y franceses de que la política de apaciguamiento servía de poco frente a una Alemania capaz de reducir Londres y París a cenizas en cuestión de semanas.
Los franquistas respondieron a la acusación con una versión insólita de los hechos que no demoró en derrumbarse. Intentaron hacer pasar el bombardeo como una operación de “falsa bandera”: “Son completamente falsas las noticias transmitidas por el ridículo presidente de la República de Euzkadi relativas al incendio provocado por las bombas de nuestros aviones en Guernica. Nuestros aviadores no han recibido ninguna orden de bombardear esa población. En la imposibilidad de contener el avance de nuestras tropas, los rojos han destruido todo y acusan a los nacionalistas de hechos que no son más que la puesta en práctica de sus criminales designios (…) ¡Miente Aguirre! Miente vilmente. En primer término, no hay aviación alemana ni extranjera en la España Nacional. Hay aviación española. Noble, heroica aviación española que lucha constantemente con aviones rojos que son rusos, franceses y conducen aviadores extranjeros. En segundo lugar, Guernica no ha sido incendiada por nosotros, la España de Franco no incendia”, decía el comunicado difundido por el alto mando de los “nacionales”.
Las pruebas de la participación de aviones alemanes e italianos en la masacre se sumaron una detrás de otra hasta no dejar ninguna duda sobre sus autores. En cambio, la versión oficial de la dictadura franquista durante sus casi cuarenta años de existencia fue siempre la misma: “Fueron los rojos”.
El pintor Pablo Picasso vio las primeras imágenes de la destrucción de Guernica en un diario parisino al día siguiente de la masacre. El pintor contaría después que ese mismo día se propuso denunciar el horror del bombardeo con sus propias armas: las pinturas y los pinceles.
Trabajó febrilmente durante los dos meses que siguieron al ataque, primero con bocetos a lápiz sobre papel y después pintando y corrigiendo las imágenes una y otra vez sobre la tela.
El 12 de julio, en el pabellón español de la Exposición Internacional de Paris, el público pudo ver por primera vez el resultado de su trabajo. El título de la obra tenía una sola palabra: “Guernica”.
Imagen portada: Wikipedia
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