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Grandes Discursos: ‘Omen III: The Final Conflict’

Uno de los discursos más perturbadores y escalofriantes de la historia del cine es, sin duda, el monólogo de Sam Neill en su interpretación de Damien Thorn, el mismísimo hijo de Satanás y por lo tanto el Anticristo, en ‘Omen III: The Final Conflict’. ¿Lo conoces?

INTERESANTE

Dirigida por Graham Baker en 1981, Omen III: The Final Conflict es la tercera parte de la trilogía La profecía, un clásico del cine de terror que, junto con Rosemary’s Baby y El exorcista, es una de las pocas producciones cuya calidad trascendió el género de terror sobrenatural.

El escalofriante discurso de Omen III: The Final Conflict

“Padre mío, señor del silencio… Supremo Dios de la desolación, a quien la humanidad todavía se niega a aceptar. Dad fuerzas a mi propósito de salvar al mundo de una segunda prueba de Jesucristo  y de su podrida religión mundana… Han sido necesarios 2000 años.

Muéstrale al hombre, a cambio, los embelesos de tu reino; inculca en él la grandeza de la melancolía, la divinidad de la soledad, la pureza del mal, el paraíso del dolor. Una imaginación pervertida ha alimentado en el hombre la mentira de que el infierno se encierra en las entrañas de la Tierra.

Solo hay un infierno: la pesada monotonía de la existencia humana.

Y solo hay un cielo: el éxtasis del reino de mi padre.

Nazareno charlatán… ¿Qué puedes ofrecerle tú a la humanidad? Desde el mismo día en que saliste del bostezante vientre de una mujer no has hecho nada más que ahogar los deseos de superación del hombre en un diluvio de moralidades santurronas…

Has inflamado la tierna mente de la juventud con tu repelente dogma del pecado original y ahora estás dispuesto a negarles la última alegría que existe después de la muerte…

¡Destruyéndome a mí!

Pero fallarás Nazareno… como siempre, has fallado. Los dos fuimos creados a imagen y semejanza del hombre, pero mientras tú naciste de un Dios impotente, a mí me concibió… un chacal.

Nací de Satanás: el abandonado… el esclavo. Tu dolor en la cruz fue tan solo una nimiedad comparado con la agonía de mi padre, expulsado del cielo… el ángel caído, desterrado, injuriado.

Hundiría más las espinas en tu viejo esqueleto, profanador de vicios… maldito Nazareno. Satanás, yo vengaré tu tormento destruyendo a Cristo para siempre”.

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