Se define como un persistente, anormal e injustificado miedo a permanecer en un espacio cerrado.
Esta fobia puede ser consecuencia de una mala experiencia (como por ejemplo, haberse quedado encerrado en un espacio cerrado) o también indirectamente (por escuchar relatos de personas a las que les haya sucedido algo parecido). Las personas que padecen de este miedo a los espacios cerrados (se estima que entre un 2 y un 5% de la población) suelen evitar en consecuencia los ascensores, el metro, los túneles, las habitaciones pequeñas, hasta las puertas giratorias les pueden presentar dificultades, así como también el uso de equipos para técnicas de diagnóstico médico como el TAC.
No temen al espacio cerrado en sí mismo, sino a las posibles consecuencias negativas por encontrarse en este lugar. Por ejemplo, temen quedarse encerrados para siempre o a morir asfixiados, debido a que creen que no hay suficiente aire en espacios cerrados. Asimismo, muchos espacios pequeños y cerrados implican poca libertad de movimientos, lo que hace que las personas claustrofóbicas se sientan muy vulnerables.
Al anticipar que van a entrar, o al ingresar a un espacio cerrado, quienes sufren esta fobia experimentan una ansiedad intensa y síntomas tales como falta de aire, mareo, palpitaciones, etc. Los fóbicos tienden a evitar los espacios cerrados, a los cuales describen con la sensación de estar atrapados sin una salida.
Se puede reconocer que una persona sufre de claustrofobia si presenta algunas de las siguientes conductas: al entrar a un cuarto, chequea dónde están las salidas, se sitúa cerca de ellas y se siente incómodo si las puertas o las ventanas están cerradas; evita conducir o entrar a un automóvil durante la hora pico de tráfico; evita usar el ascensor y escoge las escaleras, aunque sean muchos pisos; en una fiesta llena de gente, elige situarse cerca de las salidas; siente pánico si se cierra una puerta en la habitación donde está.
La claustrofobia se trata con psicoterapia, técnicas de relajación y visualización, terapia cognitiva del comportamiento y en algunos casos medicamentos, como los antidepresivos o los ansiolíticos.
Algunos especialistas relacionan la claustrofobia con la agorafobia (miedo a los espacios abiertos) ya que las consideran dos caras de la misma moneda. En ambas fobias, quienes las padecen reconocen que sus temores son irracionales, pero no pueden controlarlos. Los síntomas de ansiedad experimentados son similares. Y en ambos casos, la solución a la fobia comienza por enfrentar los propios temores.
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