Según el Early Office Museum, la primera patente para un clip de alambre doblado para papel fue otorgada el 23 de abril de 1867 al estadounidense Samuel B.Fay. Este artículo surgió en un principio para adjuntar tickets a los géneros textiles, pero apuntaba que también servían para juntar papeles. No obstante, su diseño -al igual que la cincuentena patentada antes de fin de siglo- no se considera que guarden semejanza con el modelo que conocemos en la actualidad.
El tipo de clip de alambre para papel más común y que sigue empleándose hasta hoy es el Gem (de la Gem Manufacturing Company), que curiosamente nunca fue patentado, pero que ya se fabricaba en Gran Bretaña a inicios de la década de 1870, según el profesor Henry J. Petroski, experto estadounidense en innovaciones tecnológicas. Escribió sobre él en 1883, pero su artículo no tenía ilustraciones, por lo que podía haber sido diferente al Gem que trascendió en el tiempo.
En 1877, el también estadounidense Erlman J. Wright patentó el primer objeto explícitamente diseñado para sujetar papeles y principalmente periódicos, similar a los modelos actuales. Varias patentes estadounidenses siguieron durante las últimas décadas del siglo XIX (acá una extensa lista).
La prueba definitiva del Gem llegó en 1899, año en que el estadounidense William Middlebrook patentó una “máquina para fabricar clips”, cuyo dibujo muestra claramente que se trata de un clip tipo Gem perfectamente reproducido. Y el hecho de que no lo haya mencionado por su nombre indica que probablemente ya fuera bastante conocido entonces.
Desde entonces, múltiples variaciones estéticas del mismo objeto (y en absoluto necesariamente más prácticas) fueron patentadas. Así el Gem es de seguro la imagen que a todo el mundo se le viene a la cabeza al hablar de un clip; es de fácil uso, sujeta sin romper y almacena sin desordenar, y ello hace que su diseño perdure hasta ahora sin que sea posible mejorarlo.
El mito noruego
Pero la polémica no termina ahí. No. Porque existe esta creencia de que el país de origen del clip es Noruega. Mucha gente piensa por ello, pero ¿por qué?
Porque el noruego Johan Vaaler diseñó un producto que obtuvo sus patentes en Alemania (1899) y Estados Unidos (en 1901) ya que en su país no existían aún los registros, pero su inconveniente es que le faltaba una de las vueltas de alambre del clip que conocemos por lo que era menos útil, pero además el hombre no estaba al tanto de que ya existía una versión mucho mejor que la suya en el mercado. Entonces nunca llegó a la etapa de producción ni menos de comercialización. Gem ya se había robado la película.
Luego de su muerte, sus compatriotas regaron el mito de que el clip había sido inventado por un genio noruego al que no se le había dado su real reconocimiento. Así lo reflejaban las enciclopedias y diccionarios noruegos desde la década de 1950, cosa que al poco andar se contagió a libros internacionales, globalizando la falsa creencia.
Como dato bonus al respecto (y que ayudó aún más a urdir el mito), durante la Segunda Guerra Mundial, la ocupación alemana en Noruega impidió a los escandinavos a lucir cualquier distintivo de la realeza en sus solapas, entonces los patriotas comenzaron a usar clips en ellas en señal de resistencia, solidaridad y unidad, pasando desapercibidos por los Nazi durante un tiempo. Pronto fueron prohibidos y su utilización arriesgaba duros castigos.
Incluso en 1989 se levantó un monumento de cerca de siete metros de altura en una universidad cercana a Oslo en honor a Vaaler, pero lo gracioso es que el clip erigido corresponde a un Gem, distinto al patentado por el inventor local.
Un utensilio multiuso
En fin. Más allá de la discusión de quién fue el creador de tal o cual modalidad del clip, el hecho concreto es que se trata de un artículo que pese a encontrarnos inmersos en una época absolutamente tecnologizada, sigue tan vigente como hace un siglo y siendo útil en su forma original o para mil otras tareas al estirarse alguna de sus extremidades. O díganme que nunca usaron un clip para una tarea diferente que la de sujetar papeles, como para resetear algún artefacto o para abrir una bandeja de CDs, o para sacar la tarjerta SIM de un iPhone.
Tan cotidiano es, que además pasó a ser el ícono que simboliza los archivos adjuntos en los correos electrónicos o el poco querido personaje de auyda que aparecía para ayudar cada vez que intentabas hacer algo nuevo en algún programa de Office de Microsoft.
@Culturizando
Fuente: Fayerwayer
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